jueves, 14 de septiembre de 2017

La Serenidad, es tu Fuerza Interior...

La Serenidad, es tu Fuerza Interior...




Todos queremos que el tiempo no vaya tan de prisa, porque si los días, los meses y los años pasan veloces, pronto se acabará nuestra estancia aquí, y la mayoría de nosotros no queremos que esto acabe. Imagino que muchos piensan así, de este mismo modo:
“Si el tiempo pasa rápido, también mi vida pasa rápida”.
Todas estas reflexiones nos sirven para que podamos plantearnos una pregunta. Es una pregunta de las más importantes de nuestra vida, no por ella en sí, sino por la respuesta que cada uno de nosotros podamos darle en nuestro interior, en nuestro corazón. Digo en nuestro corazón porque no es una pregunta para la mente. Solo nuestro corazón sabe la respuesta verdadera, y tenemos que escucharle si queremos saberla.
¿Y si estuviese en nuestras manos incrementar el número de años que aún nos queda por vivir? Muchos responderíamos que cuantos más años mejor. Esta respuesta parece coherente, pues supone seguir más tiempo con los nuestros, hacer más cosas, atrasar ese momento de la partida que nos provoca tanta incertidumbre.
Si reflexionamos un poco, podemos darnos cuenta que una parte importante de la respuesta la hemos omitido, pues nada decimos sobre cómo emplearemos esos años. Veamos:
Un cierto número de años vividos con paz y serenidad posiblemente sea mejor que un mayor número de años sintiendo temor, o estando muy inquietos y alterados.
Vivir siendo feliz y haciendo felices a otras personas, parece preferible a vivir más tiempo, pero en conflicto con nuestros familiares y amigos, haciéndoles sufrir o causándoles tristeza.
Una hora, sí una sola hora vivida sintiendo alegría, gratitud o Amor en nuestro corazón, parece mejor elección que muchas horas de rencor o desamor.
Lo importante no es el tiempo que aún hemos de permanecer aquí, sino lo que hagamos durante ese tiempo. Tenemos que hacer una obra de arte de cada día, de cada hora que estemos viviendo. Sí, una obra de arte. Cuando nos llegue la hora de marcharnos, debemos ser personas de una gran serenidad y armonía, seres que vibren en Amor. Sin duda que nuestro rostro tendrá cada día más arrugas, y que nuestro cuerpo se irá deteriorando con el paso del tiempo, es el proceso natural de la vida. Pero podemos ser cada día personas más bellas internamente, sintiendo e irradiando a nuestro entorno la auténtica belleza, la que surge del Amor que somos en nuestro corazón.
Para lograr la serenidad y la armonía, y esta belleza interior de la que hablamos, basta con que seamos fieles a esta idea:
“Lo más importante en nuestra vida, sin excepción, son siempre las personas”. El objetivo y propósito de nuestra vida ha de ser siempre el mismo con relación a los demás: respetarles, agradecerles, ayudarles, escucharlos, acompañarlos… No importa que estén nerviosos y digan o hagan algo inadecuado; ni que no entendamos los motivos por los que hacen eso que nos parece tan absurdo; ni siquiera es importante que sintamos que en nuestras relaciones nosotros ponemos mucho y ellos poco; ni que recordemos que en el pasado nos ofendieron. Nada de eso importa.
Si vivimos siendo fieles a ese compromiso de darnos lo mejor a nosotros y a los demás, seremos cada día más felices y sentiremos como brota en nuestro corazón un manantial de paz y serenidad. El guía sabio que hay en el interior de cada uno de nosotros nos da siempre lo que es justo y nos corresponde, y por eso cuando somos egoístas o dañamos a otro, nos sentimos débiles e infelices, inquietos y desasosegados, mientras que cada vez que damos lo mejor nos sentimos fuertes y felices, serenos y en paz.
Por las experiencias que hemos vivido, todos sabemos que cuando se presenta una situación difícil, las personas que mejor saben afrontarla y que son de la máxima ayuda para los demás, son las que tienen una mayor fuerza interior, paz y serenidad.
Ya ves que es lo mismo serenidad, paz y fuerza interior. Todos sabemos que la paz y la serenidad no podemos encontrarlas fuera de nosotros, pues ambas están en nuestro interior
¿Qué podemos hacer para desarrollarlas? Algunas ideas:
La fuerza interior de la que aquí hablamos es distinta de lo que normalmente se entiende por una persona fuerte. Hay una creencia errónea, pero muy extendida, de que una persona fuerte es aquella que se muestra con gran carácter, inflexible, que cree saber siempre cómo deben ser las cosas, que incluso ataca a otros y se sale con la suya. Algunas personas inseguras se muestran de ese modo, para que no se les vea su inseguridad, su temor, y sus dudas.
La persona con auténtica fuerza interior es dulce y sensible. Dice las cosas sin agredir, sin ofender, sin imponer. Y lo hace así, porque se siente segura y no necesita presionar o manipular a los demás. Es tolerante, dialogante y flexible. Como no se siente herida por las opiniones contrarias, no tiene necesidad de herir, ni de ofender. Reconoce cuando se ha equivocado, y con naturalidad le da la razón al otro.
Todo esto nos proporciona ya una buena pista sobre qué hacer para que brote nuestra fuerza interior, nuestra serenidad: decir las cosas bien, atender las razones del otro, ser flexible, llegar a acuerdos, agradecer, disculparnos, reconocer los aciertos de la otra persona…
Crece también nuestra paz interior, nuestra fuerza interior, cuando vamos desarrollando la capacidad de interesarnos de verdad por los demás, por ellos mismos, y no únicamente por lo que nos puedan dar a nosotros.
Cuando comenzamos a dar (al decir dar no me refiero a cosas materiales, aunque también las podemos incluir, sino principalmente a dar nuestro tiempo, comprensión, gratitud, interés hacia el otro, a sus planes, a sus ilusiones, a sus problemas…), sucede algo muy singular: cada día necesitamos menos. Cuanto más damos, menos necesitamos, pues nos sentimos más plenos. Y así, levantándonos cada día con esa ilusión de compartir todo lo mejor y más hermoso que hay en nosotros, nos vamos sintiendo más felices, serenos, y en paz. Y ya sabéis que del corazón de una persona que vive en serenidad y con paz solo salen bendiciones.
Todo lo que aquí se dice puede parecernos más o menos bonito o interesante, pero para que sea una realidad en nuestras vidas, tenemos que ponernos manos a la obra. Es el ejemplo que ya he puesto otras veces: si una persona quiere adquirir musculatura, no la va a conseguir si solo pasa cada día por la puerta del gimnasio y no entra en él a levantar pesas.
Por eso tenemos que expresar cada vez que podamos nuestras mejores cualidades, pues al expresarlas se incrementan. Podemos hacerlo de muchos modos:
Si alguien nos hace un favor, le damos las gracias, aunque no de modo rutinario, sino sintiendo que la gratitud sale de nuestro corazón, de nuestro interior, pues en esencia somos gratitud.
Tal vez tengamos cerca alguna persona, y pasan los días sin que le digamos lo feliz que somos porque está junto a nosotros, o porque nos visita o nos llama. Puede que haya tiempo que no le decimos que la necesitamos, que la amamos. ¿Y qué esperamos? ¿Que nos asegura que estará ahí mañana, para decírselo entonces?

¿Y qué podemos hacer cada uno, con nosotros mismos? Siempre, siempre, siempre lo mismo: sonreírnos, agradecernos, bendecirnos, amarnos en todo momento, cuando lo hacemos bien y cuando nos equivocamos, por la mañana y por la noche, en invierno y en verano. Nuestro mayor tesoro somos nosotros mismos.



martes, 5 de septiembre de 2017

Cuál es el sentido de la vida o propósitos…

Cuál es el sentido de la vida o propósitos…



La explicación que intentan dar la filosofía o la religión al porqué de la existencia, respondiendo a interrogantes como la finalidad del ser humano, el valor de la vida o su dirección. Constituye la pregunta básica de estas dos disciplinas y se aplica usualmente sólo en la vida del hombre, ya que es la única especie que parece tener conciencia y un autoconcepto suficientemente desarrollado como para querer encontrar un sentido a la propia presencia en el mundo, ligado a una teleología.
Las respuestas han sido muy variadas históricamente y han aparecido en el arte, los mitos, los cultos religiosos y en el pensamiento racional y comprenden desde la ausencia de sentido hasta la búsqueda de la felicidad, pasando por la trascendencia u otros intentos de encontrar un significado a la vida.
El contenido de este escrito:
Sentido o propósito de la vida.
Propósito o sentido en otra vida.
Sentido en los demás.
Sentido en la propia felicidad.
Ausencia de sentido.
Otras explicaciones
Sentido o propósito de la vida
Las preguntas por el sentido o el propósito de la vida surgen ante la evidencia de la muerte: si todo se acaba y la muerte es inevitable, ¿tiene algún significado la vida? Buscar un sentido a la existencia aleja el miedo a la muerte y da más valor a los años vividos, porque no solamente son para ellos mismos sino como símbolo; el sentido de la vida es ella misma, el propio acto de vivir es un valor positivo para la negación de la muerte que supone. Esta respuesta ha sido usada por el ateísmo para explicar el surgimiento de la religión o la creencia en un más allá, que sería entonces sólo una sublimación, un consuelo ante el terror de la finitud de la vida.
Esta respuesta, sin embargo, también se ha usado en la filosofía defensora del hedonismo: como que la vida es breve, el sentido es ella misma, aprovechar al máximo disfrutando tanto como se pueda. El tópico literario carpe diem invita a la exaltación del presente, que agota el sentido, ya que no hay que preguntarse por el significado de un futuro que es breve y con final.
Las personas religiosas dan sentido y un propósito a la vida por sí misma justamente por ser un don de Dios, la vida tiene valor y sentido como ofrenda, es el ser humano al que la divinidad ha otorgado una existencia consciente para disfrutarla. Saberse mortales refuerza pues el valor de la existencia, como el regalo más valioso que uno puede tener. Determinadas corrientes contra el aborto o la eutanasia usan este argumento para apoyar sus demandas: la vida tiene sentido por sí misma y como que no pertenece al hombre, sino que es un regalo divino, es un pecado acabar con ella. Por idéntico motivo se condenaba a los que habían cometido suicidio a no poder ser enterrados en tierra bendita.
La vida puede considerarse como un valor intrínseco, es decir, incuestionable o tomado como premisa para la especulación posterior. Las concepciones que defienden esta postura otorgan al ser humano una posición central en el universo y pueden ser racionales o apelar a un misterio constitutivo de la existencia. Se pueden encontrar muestras de esta concepción en el argumento ontológico para defender la existencia de Dios, ya que presupone que existir es mejor o más perfecto que no existió y por tanto otorga un valor intrínseco a la vida.
Algunos biólogos también ven un sentido intrínseco a la vida en el instinto de conservación de todos los seres: el ADN busca no desaparecer y reproducirse en cualquier forma viva, desde las menos desarrolladas hasta las más complejas, pero el hombre es el único que puede racionalizarlo. La vida, por definición, busca seguir siendo vida (de donde deriva el afán de inmortalidad que se encuentra en tantos relatos).
Propósito o sentido en otra vida.
La mayoría de las religiones ligan el sentido de la vida en otras vidas (escatología). Para los judíos, por ejemplo, el objetivo de los hombres es servir y adorar a Dios, ser fieles a su pacto, iniciado con Abraham. En el Corán se afirma igualmente que el único propósito con que Dios creó a los seres humanos es que lo adoraran. Todo buen musulmán debe comprender y actuar según los cinco pilares del islam para no condenarse.
Para el cristianismo obedecer los preceptos divinos también es la única vía para obtener la salvación, que da significado a toda la existencia porque en el Paraíso o el Cielo la persona alcanza la máxima felicidad posible que es la posesión del mismo Dios. El sentido de la vida, entonces, es preparar la otra vida, obrando correctamente. La vida terrenal, del cuerpo, es finita pero la del alma es eterna (donde se observa una fuerte influencia del idealismo).
Las religiones orientales preparan otra vida, pero entendida también como física. La persona posee un aman o alma que puede progresar si se actúa bien, reencarnando en un ser superior, o bien volver a nacer como un ser inferior. El objetivo final es liberarse del ciclo de reencarnaciones eternas. A menudo la progresión del alma se ata a la superación del deseo, por lo cual da infelicidad.
El hinduismo considera que el sentido de la vida es el autoconocimiento, por entender que la propia alma forma parte de Braman, que todo es uno, doctrina que fue adoptada por los griegos y partidarios del gnosticismo.
El propósito de la vida no puede explicarse desde la propia vida por lo tanto la pregunta es absurda porque es imposible de responder, postulan algunos pensadores.
Cada teoría necesita un marco más amplio que la justifique y en consecuencia para poder entender el sentido de la vida debería poder salir de ella. Aceptar esta afirmación no implica pensar que efectivamente existan otras vidas, como piensan los religiosos, sino simplemente delimitar un marco de razonamiento. Esta concepción es compartida por filósofos como Kant o Wittgenstein y psicólogos como David Chalmers, entre otros.
Sentido en los demás.
Epicuro y el utilitarismo afirmaron que el sentido de la vida está en los demás, hay que intentar vivir proporcionando el máximo placer al prójimo y así la propia existencia tiene un valor porque mejora la sociedad y asegura la convivencia. El gozo intelectual (para Stuart Mill), la amistad y el orden que perseguían los ilustrados devienen entonces garantes de sentido.
El voluntariado o el sentimiento positivo que se deriva de hacer el bien serían pruebas de que el sentido de la vida está en los demás. El ser humano es por naturaleza un animal social, que no puede vivir plenamente aislado. La máxima expresión de vida llena de sentido estaría en el amor, entendido o bien como una relación de pareja perfecta (como el romanticismo y sus derivaciones) o como el amor universal. Los otros sustentarían los ideales que darían sentido a la vida.
La sociedad evoluciona para alcanzar cada vez una mayor unión respetando la libertad personal. Esta evolución se puede guiar con la voluntad de cada uno (teleseries), mediante la educación y el control de las emociones y conductas negativas que causen dolor en otros. El sentido de la vida, pues, puede ser contemplado en una dimensión individual pero también colectiva, en el progreso de la civilización.
Sentido en la propia felicidad.
La felicidad es, para muchas personas, lo que da sentido a la vida; una vida vale la pena cuando se es feliz. Las diferencias están en la definición de felicidad y en las maneras de conseguirla. Platón, por ejemplo, la ataba al conocimiento, la vida tenía sentido como una constante búsqueda del conocimiento verdadero, un acercamiento a la idea, que proporcionaba a la vez felicidad y sabiduría (el sij ismo también considera la vida como un eterno aprendizaje que proporciona sentido). Conseguir la virtud ha sido sinónimo de auténtica felicidad (eudaimonia) y de sentido de la vida para la mayoría de pensadores en ética (sólo varía la concepción de lo que es bueno).

En el siglo XX, con el auge del relativismo, se abandonaron gran parte de las concepciones comunes, para afirmar que la vida sólo tiene sentido para cada persona. La búsqueda de la propia felicidad es un camino individual, diferente en cada uno, ligado a la libertad y a la autorrealización (Abraham Maslow). Sólo los propios actos y de la consideración de que estos merezcan, así como el número y calidad de objetivos alcanzados (o sueños), puede dar sentido a la existencia y una misma situación puede ser percibida como carente de significado o como muy llena por diferentes personas.
El humanismo y las filosofías afines recogen esta concepción personal del sentido y propósito de la vida y subrayan su carácter inmanente, racional y humano, frente autoridades externas o metafísicas.
Para Viktor Frankl la voluntad de sentido, pero del propio sentido, es lo que caracteriza al ser humano incluso en situaciones extremas (su logoterapia nace de los campos de concentración del nazismo). Así la construcción del sentido de la vida es la principal motivación de la persona, frente al deseo de placer de Freud o de poder de Nietzsche, y esta construcción de sentido es justamente la que da sentido a la existencia.
Ausencia de sentido.
La vida no tiene sentido para los defensores del nihilismo, y buscarlo es sólo una señal de debilidad ante la muerte. No hay valores absolutos y toda vida acabará, no solamente la propia sino la de todos los seres humanos y, probablemente, la del universo (Big Crunch). Afirmar que la vida tiene un valor o un sentido es sostener implícitamente que la vida es mejor que la no vida, y con este juicio se cae en la falacia naturalista, ya que se mezclan términos éticos y valorativos que pertenecen a esferas culturales humanas (como “mejor”) a fenómenos estrictamente naturales y por lo tanto fuera del alcance de estos juicios. La vida ha dado por evolución, donde interviene mayoritariamente al azar, en un momento y un espacio dado, sin que haga falta buscar una explicación o ley rectora. Puede volverse a dar (eterno retorno) o no, sin que tenga ningún sentido.
La filosofía del absurdo, muy ligada al existencialismo, proclama que todo intento por encontrar sentido a la vida está condenado al fracaso. Albert Camus afirmaba que a pesar de esta ausencia de sentido hay que vivir como si tuviera y aceptar la realidad al mismo tiempo, una tarea que tildaba de heroica por su dificultad.
Tanto el nihilismo como la filosofía del absurdo han sido acusados, por sus detractores de hacer caer al hombre en un pesimismo constante. El pragmatismo reacciona de una manera positiva: la vida probablemente no tiene sentido, pero lo que no tiene sentido es justamente la pregunta, hay que ser prácticos e intentar vivir de la mejor manera posible.
Otras explicaciones.
Para la posmodernidad la pregunta sobre el sentido de la vida es una cuestión semántica, como tantas otras. Hay que ser consciente de los límites del lenguaje, de la ambigüedad del significado en sí y deconstruir los sentidos de la vida históricamente aceptados, por nacer de una estructura social y lingüística determinada.

El destino puede explicar el sentido de la vida, que estaría escrito desde antes de nacer (determinismo). El significado de la existencia de cada persona es único, pero se relaciona con un guion previo que no puede alterar sustancialmente. Conocer el destino y aceptarlo llena los días de la persona consciente.



La Sabiduría del Silencio Interno, en el camino...

La Sabiduría del Silencio Interno, en el camino...





Hablo simplemente cuando es necesario. Siempre pienso lo que voy a decir, antes de abrir la boca. Soy breve y preciso, ya que cada vez que dejo salir una palabra, dejo salir al mismo tiempo una parte de mi energía. De esta manera aprendo a desarrollar el arte de hablar sin perder energía.

Hago solo las promesas que puedo cumplir. Evito quejarme y utilizo siempre palabras y frases que proyecten imágenes positivas, porque se producirá alrededor de mi todo lo que he fabricado con mis palabras cargadas de enseñanza.

Si no tengo nada bueno, verdadero y útil que decir, es mejor quedarse callado y no decir nada. Aprendo a ser como un espejo. Escucho y reflejo la energía. El Universo mismo es el mejor ejemplo de un espejo que la naturaleza nos ha dado, porque el Universo acepta sin condiciones nuestros pensamientos, nuestras emociones, nuestras palabras, nuestras acciones, y nos envía de vuelta el reflejo de nuestra propia energía bajo la forma de las diferentes circunstancias que se representan en nuestra vida.

Si me identifico con el éxito tendré éxito. Así podemos observar que las circunstancias que vivimos son simplemente manifestaciones externas del contenido de nuestra habladuría interna. Aprendo a ser como el Universo, escuchando y reflejando la energía sin emociones densas y sin prejuicios, porque siendo como un espejo sin emociones, aprendemos a hablar de otra manera, con el poder mental tranquilo y en silencio, sin darle oportunidad de imponerse con sus opiniones personales y evitando que tenga reacciones emocionales excesivas, simplemente permitiendo una comunicación sincera y fluida.

No me doy mucha importancia y soy humilde, pues cuanto más me muestre superior, inteligente y prepotente, más me vuelvo prisionero de mi propia imagen y vivo en un mundo de tensión e ilusiones.

Soy discreto, preservo mi vida íntima, de esta manera me libero de las opiniones de los demás y llevaré una vida tranquila volviéndome invisible, misterioso, indefinible, insondable como el camino.

No compito con los demás, me vuelvo como la tierra que nos nutre, que nos da lo que necesitamos. Ayudo a todos a percibir sus cualidades, a percibir sus virtudes, a brillar. El espíritu competitivo hace que crezca el ego y crea conflictos inevitablemente. Tengo confianza en mí mismo, preservo mi Paz interna evitando entrar en la provocación y en las trampas de los demás.

No me comprometo fácilmente. Si actúo de manera precipitada sin tomar consciencia profunda de la situación, me voy a crear complicaciones. La gente no tiene confianza en aquellos que muy fácilmente dicen “si”, porque saben que ese “si” no es sólido y le falta valor. Tomo un momento de silencio interno para considerar todo lo que se presenta para tomar mi decisión después. Así desarrollaré la confianza en mí mismo y la sabiduría.

Si realmente hay algo que no se o no tengo la respuesta a la pregunta que me han hecho, lo acepto. El hecho de no saber es muy incómodo para el ego, porque le gusta saber todo, siempre tener razón y siempre dar su opinión muy personal. En realidad, el ego no sabe nada, simplemente hace creer que sabe.

Evito el hecho de juzgar y criticar, el camino es imparcial y sin juicios, no critica a la gente, tiene una compasión infinita y no conoce la dualidad. Cada vez que juzgo a alguien, lo único que hago es expresar mi opinión muy personal y es una pérdida de energía, es puro ruido. Juzgar es una manera de esconder las propias debilidades. El sabio tolera todo y no dirá ni una palabra.

Recuerdo que todo lo que me molesta de los demás es una proyección de todo lo que todavía no he resuelto en mí mismo. Deja que cada quién resuelva sus propios problemas y concentra tu energía en tu propia vida. Me ocupo de mí mismo, no me defiendo. Cuando tratas de defenderte, en realidad estás dándole demasiada importancia a las palabras de los demás y le das más fuerza a su agresión. Si aceptas el no defenderte estás demostrando que las palabras de los demás no te afectan, que son simplemente opiniones y que no necesitas convencer a los demás para ser feliz. ¡De verdad!

Mi silencio interno me vuelve impasible. Haz regularmente un ayuno de la palabra para reeducar el ego, que tiene la costumbre de hablar todo el tiempo. Practico el arte de no hablar. Toma un día a la semana para abstenerte de hablar, o por lo menos unas horas en el día, según lo permita tu organización personal. Es un ejercicio excelente para conocer y aprender el universo ilimitado del camino, en lugar de tratar de explicar con palabras lo que es el camino.

Progresivamente desarrollaré el arte de hablar sin hablar y mi verdadera naturaleza interna reemplazará mi personalidad artificial, dejando aparecer la luz de mi corazón y el poder de la sabiduría del silencio. Gracias a esta fuerza atraerás hacia ti todo lo que necesitas para realizarte y liberarte completamente. Pero hay que tener cuidado de que el ego no se inmiscuya. El poder permanece cuando el ego se queda tranquilo y en silencio. Si tu ego se impone y abusa de este poder, el mismo poder se convertirá en un veneno y todo tu ser se envenenará rápidamente, perdiendo la paz.

Me quedo en silencio, cultivo mi propio ser interno. Respeto la vida de los demás y de todo lo que existe en el mundo. No trates de forzar, manipular y controlar a los demás. Me convierto en mi propio maestro y dejo a los demás ser lo que son, o lo que tienen la capacidad de ser. Dicho en otras palabras, vivo siguiendo la vida en mi propio camino.