martes, 29 de noviembre de 2016

Con La Vida, en una maleta...

Con La Vida, en una maleta...



Es sencillo de contar y sencillo de leer.
Una persona joven creyó en la triste utopía social en la que te dicen que tienes que ser bueno, estudiar, tener un trabajo estable, conseguir una pareja afín, tener hijos o no, y “vivir felices para siempre”.
Esa persona, al pasar los años, fue tomando conciencia de varias cosas:
Sus padres habían crecido bajo ese orden, de las cosas.
Sus padres tuvieron hijos, pero no supieron cuidarlos. Éste punto es disculpable porque los niños simplemente no vienen con un manual de instrucciones.
Sus padres no eran felices juntos, pero mantenían una fachada de tranquilidad “por el bien de los niños”
La frustración de los adultos se vio reflejada en los pequeños: violencia intrafamiliar de todo tipo, falta de apoyo moral, falta de interés…
Aun, viendo y viviendo todo esto, la persona en cuestión se dice a sí misma que eso jamás le pasaría. Que tendría la madurez suficiente para no repetir los errores de sus padres, que superaría sus inseguridades y podría ser incluso feliz, siguiendo el patrón social.
Y así lo hizo…más o menos. Sufrió los traumas de la agresión, la falta de autoestima le hizo una persona aislada y diferente, una niñez y adolescencia caóticas, en un mundo inventado solo para su desahogo.
Con la llegada de la mayoría de edad llegó también algo más de libertad, pero no la libertad que todos imaginan; ¡sino la libertad de pensar! De hacerse sus propias opiniones basadas en hechos y estudios, de ver ejemplos fallidos de los esquemas de pareja y familia socialmente aceptados y cuestionarse si era eso lo que quería de su futuro.
Su mente frágil y su sentimiento de poco valor le hicieron seguir: estudio, trabajo, pareja, hijos… Pero con cada año que pasaba se daba cuenta de que estaba viviendo la mentira que le habían vendido la sociedad, la tradición y la costumbre. Se empezó a convertir, sin darse cuenta al principio, en ese progenitor que nunca quiso ser, en esa pareja que soñaba con algo diferente, en un ser lleno de frustración y de ira.
“¿Cuántas personas viven así?”, pensó. “¿Quiero seguir viviendo mi vida y someter a mis hijos a esa fórmula errada que nos exige la cultura?”
Su criticidad es un defecto para todos. ¡Sus ideas son radicales e insoportables, son inmorales! Pero hay algo dentro que le dice, que es lo mejor para todos, que las cosas cambien de una vez. Un año le llevó tomar la decisión, uno lleno de pérdidas y desamor. de abandono y agresión.
Un día decidió, que era suficiente. Se dio cuenta que su vida era un hilo frágil que se tambaleaba con el viento… se decidió y se marchó.
No se fue a vivir momentos felices… perdió a sus seres amados y todas sus posesiones. Cargó su ropa, sus zapatos, sus mantas, unos pesos y su vida, en una maleta. Es titánico, el peso que alguien puede llevar si tiene determinación.
Ahora, piensa qué sucederá en adelante, tiene miedo, la soledad es abrumadora. Se pregunta mil veces cada día sí hizo lo que debió hacer, pero le responde su propio eco con la misma pregunta, sin contestar.
¿Cuántas personas ha logrado salir adelante sólo con unos pesos y su vida en una maleta? Es una pregunta interesante, pero también lo es la siguiente; ¿Cuántas personas logran salir adelante sin perder la cordura en una vida armada, por preceptos y no por convicciones; por amor verdadero y no por miedo?

Yo admiro a las personas que caminan con sus maletas, pies sangrando y espaldas curvadas por el dolor. Han sido valientes. Han sido honestas, y algún día dejarán su maleta a la orilla, de un riachuelo calmo para, con sus aguas, recobrar la fuerza.




lunes, 28 de noviembre de 2016

Yo soy sólo... Conmigo mismo.

Yo soy sólo... Conmigo mismo.



Me había confundido todo. En este afán, de saciar mi soledad y, mezclé todas las cosas, y de pronto me vi víctima de mis palabras, encerrado en los estados prematuros de mi conciencia, aislado de mis cosas, de aquello que me hace "ser", existir me, sentirme como soy...
Hasta que por fin una noche fumando un cigarrillo insoportable, de insomnio exagerado, de guerra en mi cama con la sábana y los quejidos de la cama, me pregunté si es verdad, que yo soy sólo...
¿Qué somos?... ¿Quiénes somos?
No tengo ni la menor idea de mis respuestas, porque después de tanto tiempo comencé a sentir una terrible atracción al vacío... la música me envolvía como acariciándome todo, con una suavidad inexistente que no tenía.
Gozaba de un concepto erróneo acerca de la soledad. Dicen que la soledad es ausencia de compañía, pero para mí es esa sensación de vacío. Uno bien puede estar rodeado de personas e igualmente sentirse solo. Entonces, si esto era así, también estaba equivocado sobre lo que realmente significa estar o ser sólo...
Y ahí entonces la pregunta que me hacía; ¿Somos solos o estamos solos?
Y cuando intenté la respuesta, fue mágico el catálogo de posibilidades que me dieron origen a las probabilidades de estar más sólo de lo que en realidad soy...
¿Yo soy sólo?... ¿Es eso lo que pienso de mí?... ¿Es acaso eso lo que quiero para mí?
Definitivamente no soy sólo.
La soledad a la que le escribo, es distinta. Hablo del desengaño, de los finales, de estar o no, con alguien, de la ausencia de ese sentimiento semejante al amor. El amor-eros. Pero, eso es sólo una parte de la soledad. Estar solo es todavía mucho más profundo y cruel. Y yo no soy sólo. Soy esto, un escritor de la madrugada que piensa, que la vida le debe una oportunidad en muchas cosas, alguien que disfruta la soledad con el gozo del tiempo bien invertido, alguien que se detiene, mirando a la gente pasar, tratando de entender un poco por que nos pasamos la vida extrañando, justo a los que ya no están...
Y entonces, como un suave click en mi cabeza, por esos comentarios que me dejan, por esas preguntas que divagan por ahí, me di cuenta que iba siempre a contramano. Ya lo había sentido en otras oportunidades, pero ahora tenían sentido. Es decir, me había convertido en una máquina de incorporar el sufrimiento, me alimentaba del dolor, de la ausencia, de los ojos inflados por llorar, de la pelea, del sentirme solo desde la acepción más trágica de la soledad.
La tragedia, quedó reservada para las comedias. Mi vida no es una tragedia. Y entiendo que es un enredo andante, que debería reeditar muchas otras preguntas, y resolver otros conflictos que nada tienen que ver, con ser o estar solo.
Es decir, no abandono mi búsqueda. No dejo de esperar, ni me resigno a nada. Sólo que hoy, desde este otro lugar, me permito ubicarme en el rol de Octavio a secas. No soy sólo yo. Yo soy Octavio. Esta persona que se divierte con las mismas cosas de siempre, y como ustedes, como aquel que pasa ahora justo a mi lado...
¿Somos solos?... Me parece que me había confundido. Ahora estoy sólo, no es un estado, es algo circunstancial. Mientras tanto... justo ahora... disfruto este día...
Es cierto, estoy sólo y eso podría cambiar ahora mismo...

Gracias, a ustedes...




Lo que la envidia esconde...

Lo que la envidia esconde...



La envidia tiene un sabor amargo.
Nos asalta ante los éxitos ajenos y nos aprisiona en la cárcel de la insatisfacción.
Se desata cuando sentimos que el otro posee algo que nosotros "deberíamos" tener. Aparece cuando vemos a alguien que lleva la vida que nosotros anhelamos, cuando ascienden a un compañero, después de habernos esforzado para lograr ese puesto o cuando nuestra relación se hace aguas y nos topamos con una pareja de lo más acaramelada. Su perverso aguijón nos lleva a centrarnos en lo que son y tienen los demás, despreciando aquello que nosotros somos y tenemos.
De ahí que siempre coloquemos a las personas que envidiamos en una posición de superioridad, bienestar y abundancia. Sin embargo, lo único que conseguimos con ello es, alimentar nuestra frustración y nuestra sensación de impotencia, que refuerzan la creencia de que nos falta algo que esa persona tiene.
La envidia, es la madre del resentimiento, pone en evidencia nuestras carencias. Y nos arrastra a una espiral de malestar, rabia e impotencia que nos impide disfrutar de nuestra verdadera realidad. Es una enfermedad del alma.
Así, centramos nuestro foco de atención en todo lo que consideramos negativo de nosotros mismos y de nuestra vida, dejando crecer nuestro miedo e inseguridades. Para romper este círculo venenoso debemos empezar por preguntarnos; ¿Qué hay detrás de nuestra envidia?. Si hacemos un ejercicio de honestidad, probablemente descubriremos que nos señala aquello que anhelamos desarrollar y construir en nuestra propia vida. Y en la mayoría de las ocasiones, está en nuestras manos comenzar a practicarlo. Pero, para lograrlo, debemos dejar de centrarnos en todo aquello que nos falta y empezar a valorar verdaderamente lo que somos.
Víctimas y verdugos.
"Nadie que confía en sí, envidia la virtud del otro"
Cuenta una antigua historia que un picapedrero muy envidioso paso por la casa de un rico mercader. Quedó maravillado con el poder y las riquezas que tenía aquel señor, y ni corto ni perezoso, deseó convertirse en un hombre adinerado. La magia escucho su petición y le transformó. Así, el picapedrero se dedicó a disfrutar de todos los lujos y comodidades que el dinero le ofrecía.
Llegó el verano, y el sol brillaba con fuerza en lo alto del cielo, inmutable ante la mirada del hombre de negocios en el que se había convertido el picapedrero. Agotado por el calor, y asombrado por el poder y la fuerza del astro rey, deseo ocupar su lugar. Dicho y hecho, por arte de magia se convirtió en el sol, y se dedicó a alumbrar el mundo entero. Pero de repente, una enorme nube negra se interpuso entre él y la tierra, impidiendo el paso de su luz. "¡Qué poderosa es esa nube de tormenta!", Pensó, "desearía ser nube". Y así sucedió.
Descargó tormentas a lo largo y a lo ancho de todo el planeta, pero sentía que algo le faltaba. El viento le empujaba de aquí para allá, y al poco tiempo comenzó a envidiarlo. Deseo tener su fuerza y su libertad, y de repente se transformó en brisa. Soplaba y soplaba, y los árboles y casas cedían a su voluntad. Tan sólo había una cosa que no lograba mover; Una enorme roca. "No hay nada más sólido y poderoso que esa gran piedra", pensó. "Desearía convertirme en una igual". Y así fue. Pero al cabo de poco tiempo, escucho el sonido de un martillo y un cincel que atravesaban su dura superficie a golpes. Sorprendido, se preguntó: "¿Qué puede ser más poderoso que una roca?". Y cuando miró vio ante él, aún picapedrero...
El paradigma de la abundancia.
"Una demostración de envidia, es un insulto a sí mismo"
La envidia nunca tiene lo suficiente. Nos mantiene dentro de nuestra zona de comodidad, viviendo pendientes de la vida de los demás. De este modo, al perdernos en el laberinto de las comparaciones, evitamos asumir la responsabilidad de vivir nuestra propia vida. Pero esta situación acarrea efectos secundarios; Amargura, apatía, tristeza que nos van destruyendo por dentro.
Si aspiramos a trascender la envidia, tenemos que empezar por aceptarnos y confiar en nosotros mismos, dejando a un lado las estériles comparaciones para construir nuestra vida partiendo de nuestras propias percepciones y sentimientos. No en vano, nuestro mejor punto de referencia es, somos nosotros mismos.
De ahí la importancia de liberarnos del paradigma de la escasez, reino de la envidia, y abrazar el paradigma de la abundancia. Al fin y al cabo.
¿Qué perdemos cuando a los demás les van bien las cosas?
Podemos decidir vivir lamentándonos por lo que nunca tendremos... o disfrutando de aquello con lo que contamos aquí y ahora.
¿Qué me quiere decir la envidia?
¿Qué pierdo cuando a los demás les van bien las cosas?

¿Qué gano haciendo comparaciones?




Encuentro mágico…o no tanto.

Encuentro mágico…o no tanto.


Cuando nos encontramos con alguien en nuestra vida, ese encuentro es siempre mágico y tiene un sentido propio y auténtico, que lo hace siempre singular e irrepetible. 
¡Como alguien dijo; Hay personas que aparecen para un rato, otras por un motivo y alguna otra, para toda la vida! 
¡Eso solo la vida lo sabe! Solo hay que saber dejar que las cosas pasen por sí mismas, sin oponerse, sin resistirse y sin forzar las situaciones. ¡La vida misma dirá la suya… si estamos bien atentos a su dictado y a sus señales!

Pero cuando permaneces atento, pierdes el miedo o no te sientes amenazado, puedes encontrar en cualquier persona, por fortuito que sea el encuentro, algo importante para tu vida. Un comentario, una mirada, un gesto apenas perceptible, pueden enriquecer tu vida y la del otro, para siempre. Solo hay que estar bien atentos y dejar fluir la vida… 
¡A priori una simple charla con un conocido o una amistad, una relación del tipo que sea, un negocio o simplemente un intercambio de opiniones, pueden llegar a tu vida… y cambiarla para siempre! ¡En esta vida todo lo importante aparece, como por arte de magia- en el momento oportuno, aunque a veces sea sutilmente y hayas de estar bien atento… y suficientemente vacío de expectativas como para aceptar lo nuevo… y disfrutarlo!

¡Porque estar atento a lo que llega no es más que obedecer lo que sientes dentro, esa sutil voz que te dice que te acerques o no a esa persona, pero que no la compares con otra, ni con alguna situación pasada de tu vida, sino que consideres ese nuevo encuentro como algo que necesitas en tu vida, por tanto, siempre mágico, singular e irrepetible! Alguien dijo que; El maestro aparece cuando el alumno está preparado. Y todos somos a la vez maestros y alumnos… de nosotros mismos y de los demás, de quienes nos cruzamos en la vida. 
¡Y, las lecciones a veces llegan de manera aparatosa cambiando drásticamente nuestra vida y otras, de manera sutil y cotidiana! Solo hay que confiar en la vida y en la manera que tiene ésta de enseñarnos las cosas que, sí o sí, debemos aprender…

Pero hay algo previo a todo eso, que es mostrarse auténtico, tal como eres, dejando de lado el personaje que hemos creado para protegernos de los demás, por miedo a ser heridos. Cuando uno se da tal cual es, recibe lo mismo del otro. Lo que damos, lo recibimos, alguien dijo. Y la vida y sus lecciones se transmiten desde la autenticidad, nunca a través del engaño (o el auto-engaño que, a los efectos, es lo mismo)... aunque éste también sea una señal de algo y un buen aprendizaje. "¡Se atrapa antes a un mentiroso, que a un cojo, dice la sabiduría popular!" Pero cuando uno se relaciona de manera auténtica, abierta y confiada con los demás, no suele recibir algo diferente a cambio… aunque a veces nuestra memoria desvirtuada nos recuerde situaciones vividas en el pasado, en las que tenemos la idea de haber sido defraudados o heridos. En la autenticidad, todo se manifiesta como es, no hay engaño… aunque sí a veces hay interpretaciones erróneas o, simplemente, deseo o necesidad de encontrarse con alguien que no existe en la realidad.

Pero quizás por eso, lamentablemente, encaramos los encuentros como algo solo ordinario, en nuestra vida. Sin entregarnos, sin esperar nada a cambio. Sin ser auténticos y amparándonos tras una máscara. Y así hacemos de cada posible encuentro mágico algo banal y vacío, que va vaciando nuestra vida. Y ésta nos parece entonces algo intrascendente, llena de personas y momentos que no nos aportan nada. Pero la vida a menudo juega con nosotros y, en medio de esta vacuidad, nos propone un destello del Alma. Y es entonces cuando el corazón se nos dispara para reclamar nuestra atención… Seguramente se trate de alguien o algo importantes que debamos vivir intensamente, tal como llega. No vienen precedidos de marchas triunfales ni de destellos de luz, sino que muchas veces nacen en un gesto apenas imperceptible.

Y es que el ser humano tiene el mal hábito de buscar incansablemente fuera aquello que anhela para su vida… desoyendo o no atendiendo eso que la vida nos regala, a cada instante. ¡Buscamos fuera lo que ya tenemos dentro… aunque a veces, también proyectándose en lo que vivimos por fuera! Y es que alrededor nuestro a cada momento estuvo, está y estará todo lo necesario que deseamos para nuestra vida, solo hay que dejarse atrapar en cada preciso momento. Así, cuando estamos cegados a la realidad, cuando no deseamos o no nos atrevemos a atender al corazón -y a su intuición- que nos avisa cuando algo importante pasa, simplemente dejamos de vivir el momento posiblemente mágico y lo convertimos en uno más, en algo que solo guardamos en una agenda…

Y así vamos buscando lo que ya existe o aparece en nuestra vida y gastando la vida, día a día. Las horas, días, semanas y meses se agolpan en nuestra memoria y en nuestro diario, sin que nada nos perturbe o nos satisfaga. Y vivimos vidas monótonas, poco intensas y llenas de momentos vacíos…hasta que, de vez en cuando, la propia vida toma las riendas y, sin previo aviso, nos manda una señal o algo sorprendente, en el buen o en el mal sentido. ¡Quizás algún día deberíamos aprender que lo único que desea la vida es que nos despertemos de la desidia y del letargo con que vivimos ordinariamente nuestra propia vida!

Personalmente hace ya tiempo que dejé atrás esa manera de vivir, vacía. Encuentro, casi siempre, porque soy humano y dudo, a pesar de todo, momentos singulares para celebrar y vivirlos intensamente. Mi vida día a día está llena de ellos y los vivo apasionadamente. Diría más, no puedo vivirlos de otra manera, ni siquiera dejar de vivirlos tal como llegan. Pero, como a ti te pasa, a ratos también me cuesta lograrlo, pues los acontecimientos de mi vida ordinaria van deslizándose uno a uno, manteniéndome distraído o poco atento a lo que siento en mi interior. ¡Es entonces cuando debo apartarme de lo ilusorio y solo externo que me atrapa y recurrir a la soledad, para reencontrarme a mí mismo… y a la vez contigo, persona importante de mi vida!




martes, 22 de noviembre de 2016

Un lugar diferente… y La Soledad...

Un lugar diferente… y La Soledad...



Escrito prestado por un amigo; de Barcelona (España).
A muchas personas les aterra el pensamiento de llegar a estar solos.
Hoy ese era mi plan, no planeado por mí, sino por cosas de la vida. Mi plan era estar solo.
A decir verdad, nunca he sido una persona de muchos amigos o de ambientes saturados de personas. Desde niño recuerdo un auto aislamiento voluntario, de adolescente mi deseo de ser prácticamente un ermitaño fue evitado por los estudios que, a duras penas me consiguieron un amigo o dos.
En la actualidad pediría ser una ostra si alguien me dijera que es posible. Algunos piensan que es una actitud radical o enfermiza, pero a mí me parece algo normal para una persona que siempre ha tendido al aislamiento.
En fin…mi día solo. Otro día solo. Por la mañana pensé que podía hacer para emplear el tiempo en algo que no fuera ver la tv o dormitar leyendo un libro. ¡Entonces llegó la inspiración! Puse un par de trapos en una bolsa, unos trapos encima, zapatos para correr, llené el tanque del carro y le dije adiós a mi ratonera.
Audífonos, lista de mis canciones favoritas y arranqué. El día se mostró benevolente, nublado y con brisa fresca. Ventanillas abiertas y una pésima interpretación de los temas del play list me llevaron a conducir por tres horas hasta llegar a uno de los miles de paraísos de mi país. Una playa gris enorme, nubes suavizando el calor del sol, niños jugando desnudos en la arena, idiomas diferentes a cada paso y el mar azul con olas fuertes que lo arrastraba todo.
Tres horas, nada más, y estaba en otro mundo. Solo, sí; pero conmigo.
Escuché o leí por ahí que aprender a estar y disfrutar la compañía de uno mismo es el principio de la felicidad. Es algo que, en mi caso y el de varias personas que conozco, ha llegado a ser una realidad.
Corriendo por la playa, con la brisa golpeando, la música y el rumor de las olas me sentí más libre y acompañado, que en una habitación con 200 personas escuchando una conferencia o una fiesta de ex compañeros de colegio.
Después de un rato encontré a otra persona que piensa lo mismo. Una amiga de la infancia con un increíble sentido de la felicidad y realización y la lucha y el agradecimiento. Hablando con ella de mi punto de vista, sólo se hizo más fuerte.
Estar solo no es soledad. Estar solo es estar con uno mismo, con el único ser que nos entiende y que puede decidir, si somos o no felices.
Estar solo y apreciar la soledad en compañía de nuestros propios pensamientos y recuerdos y locuras, es de verdad el primer paso para estar bien. No podemos estar en armonía con los demás, sin antes estar en armonía con nuestra propia mente y espíritu.

Ahora estoy solo, escribiendo sobre mí, conmigo, y me siento feliz.




Cualquier cosa es posible, si tienes suficiente valor...

Cualquier cosa es posible, si tienes suficiente valor...



Me contaba alguien, que él y su familia no eran económicamente estables durante su niñez. Tenían que usar los uniformes de escuela y colegio y la ropa de sus hermanos mayores, nunca hubo comida fuera de la básica para ninguno, no hacían paseos familiares seguidos, si padre trabajaba toda la semana para ellos, pero el salario era insuficiente.
Me contaba que se comió su primera manzana alrededor de los 7 años, porque esas y las uvas eran productos que se importaban a muy alto precio.
Tenían una madre abnegada a ellos. Dejó su trabajo convencional para dedicarse al de la maternidad. Cosía para vender y tener algo de dinero para ocasiones especiales. Era una vida más que austera.
De niños, les era difícil entender por qué solo tenían algo de ropa nueva en navidad y nunca los regalos que todos los niños tenían.
Al crecer, los intereses de éste amigo cambiaron. Más libre, trato de vivir su tiempo de juventud sin trabas o remordimientos. La economía de su familia iba creciendo exponencialmente y eso les facilitó mucho más las cosas a todos.
Luego vino el campo sentimental. Muchos desengaños, desamores, soledad, desprecios.  ... nada bueno para alguien joven. Él solo pensaba: “ya paso” y trataba de seguir adelante.
Al pasar de los años las cosas cambiaron mucho para él y su familia. Económicamente estables, todos los hermanos con estudios universitarios, la madre recibía un “salario” o mesada para los víveres y ahorros. Viajes al extranjero, lujos que nunca se pudieron conceder ahora a su alcance. Nadie imaginó eso cuando eran pequeños… pero se hizo realidad.
Pero, aquí la parte más interesante, en lo sentimental pasaron cosas que jamás contó.
Siempre fue una persona marginada socialmente (tal vez por eso me identifiqué tanto por si historia), una persona triste que nunca dejó ver sus sentimientos porque de ellos sólo esperaba burlas. Toda su vida llena de imposibles… o no.
Muchos años después de todos esos capítulos de corazones rotos, llegó una extraña oleada de coincidencias. Encontró a Muchas de las personas con las que tanto soñó en el pasado y recibió de ellas Lo que había soñado.
Mi conclusión a todo fue, que era lo mejor que le pudo pasar. Él, indignado, decía que pudieron haberle ahorrado tantos sufrimientos. Sin embargo, me di cuenta de que eso que llamamos destino, Dios, etc… No hacen nuestro pan a la ligera.
Ésta persona no estaba lista para nada de lo que pudiera sucederle si los hechos se hubieran presentado cuando él los quería. Era joven e inmaduro. Mentalmente no estaba listo.
Supongo que hay un tiempo para todo. La paciencia es la mejor arma contra todo tipo de desesperación. Y las cosas y personas que llegan a nuestra vida a veces no se van para siempre y el reencuentro es mucho mejor que nada, que en su temprana edad pudieran imaginar.

Así que, con éste relato aprendí que la paciencia es una disciplina que debe ser trabajada y entrenada en nuestras mentes. Tal vez en 10 años nos estemos riendo de las cosas que hoy, nos hacen sentir.




viernes, 18 de noviembre de 2016

¿Que tu persigues, metas o valores?...

¿Que tu persigues, metas o valores?...



Si las metas que persigues no están al servicio de tus propios valores, cuando las consigas no sólo, no tendrán sentido, sino que te dejarán una gran sensación de vacío.
A lo largo de nuestras vidas todos nos vamos planteando continuamente objetivos, sueños o "metas" que alcanzar. Pero es posible que alguna vez te haya sucedido que tras lograr un objetivo, no has sentido lo que esperabas sentir, tu satisfacción por este logro ha durado muy poco y ha dado paso a una sensación de falta de sentido, como si dijeras: "Bien, lo he logrado, ¿y ahora qué?". Si esto te sucede con frecuencia puede ser debido a que no estableces tus metas, en función de tus propios valores, si no de tus "miedos".
Las metas que nos trazamos en la vida han de ser el camino que nos lleva a satisfacer aquello que valoramos de verdad, que enriquecen nuestras vidas y las dota de sentido. Pero a menudo, no nos movemos por el camino que nos lleva a alcanzar nuestros "valores", sino por el camino que nos lleva a evitar el dolor emocional.
Por ejemplo: Supongamos que alguien quiere estudiar medicina. ¿Por qué ha tomado esta decisión?... Si quiere ser médico, porque le apasiona la medicina y lo que puede hacer con ella, porque disfruta ejerciendo esa profesión, porque siente un verdadero deseo de estudiar y adquirir esos conocimientos, o porque ayudar a los demás a curarse le produce satisfacción, entonces esta persona no sólo se está guiando por sus valores al tomar esa decisión, sino que seguramente será también un buen médico...
Pero, si la respuesta es que desea estudiar una profesión con prestigio, para así ganarse la aprobación de su familia, entonces esta meta no sirve para satisfacer un valor, sino para evitar el malestar causado por el "rechazo" de algunas personas. Es más, una huida del dolor, una conducta de evasión. Pero, lo cierto es que cuando huimos del dolor sólo logramos traer más dolor a nuestras vidas.
Sin embargo, si esta persona sigue indagando un poco más, en el porqué de esta decisión y se pregunta qué es lo que de verdad valora, se dará cuenta de que lo que de verdad desea es sentirse apreciado y valorado por los demás como persona, que lo acepten tal y como es. Y eso no lo conseguirá trazándose esa meta de convertirse en médico. En este caso, esa meta es un error que implica transformarse en alguien que no es y no desea ser para así ganarse la aprobación de los demás. Tal vez la consiga, pero a costa de pagar un precio bastante alto; renuncia a sí mismo, fingir ser lo que no es, y sentirse decepcionado consigo mismo. Por tanto, debería cambiar su meta por otra que le ayude a sentirse valorado, y no tener que recurrir a este auto sabotaje, tal vez buscando personas diferentes.
Por este motivo, antes de tomar una decisión o incluso cuando pareces estar atascado en tu vida y no sabes hacia dónde dirigirte, conocer tus valores se convierte en un primer paso fundamental. Una vez que conozcas qué es lo que de verdad valoras y deseas tener en tu vida, entonces puedes pensar que metas trazarte para que te ayuden a alcanzar esos valores....
Con esta indagación de tus valores, no sólo trazaras las mejores metas, sino que te darás cuenta de cuándo estás haciendo algo sólo para evitar el dolor, ya sea el dolor del rechazo, como en el ejemplo del estudiante, la "ansiedad", el "miedo" o cualquier otro tipo de malestar.

Pero, lo cierto es que al final, resulta más fácil construir y dirigir tu vida guiándote por aquello que valoras de verdad en tu interior y tratando de alcanzar lo que de verdad deseas, en vez de centrarte en tratar de evitar aquello a lo que le temes...




Dependencia Emocional…

Dependencia Emocional…



“El bien de la humanidad debe consistir en que cada uno goce al máximo de la felicidad que pueda, sin disminuir la felicidad de los demás”.
La Dependencia Emocional se define como “una necesidad afectiva fuerte que una persona siente hacia otra a lo largo de sus diferentes relaciones”. Aunque lo más conocido es la dependencia emocional en cuanto a relaciones de pareja, también existe la dependencia afectiva hacia padres, amigos e hijos.
La Dependencia Emocional sería algo similar a una adicción, pero en vez de necesitar una sustancia, se necesitaría aprobación, afecto, cariño, etc., de determinadas personas.
Cuando somos niños, creamos un vínculo afectivo de dependencia emocional con las personas más cercanas, generalmente nuestros padres, o personas que vivan en la misma casa (por ejemplo, los abuelos). En la adolescencia creamos esos vínculos con amigos y estos vínculos nos ayudan a aprender y a crecer personalmente, y en la edad adulta, además creamos un vínculo especial con nuestra pareja.
El problema aparece cuando este vínculo se convierte en dependencia y nos impide desarrollarnos en la vida como seres independientes y libres; cuando esa dependencia nos lleva a quedarnos en segundo plano en nuestra propia vida, dando más importancia a las necesidades, derechos y comportamientos de otra persona, que a los nuestros. En realidad, lo que se está haciendo es colocar la felicidad en las manos de otros, se busca la felicidad fuera de sí mismos. Eso, sin saberlo, lleva a la infelicidad automáticamente, ya que la única forma de ser felices es buscar esa felicidad en nosotros y en las acciones que elijamos. Los únicos comportamientos en los cuales podemos influir de una manera clara son los nuestros, y esos son los únicos que nos pueden garantizar nuestra felicidad.
Lo que más destaca en las personas con alta dependencia emocional es su miedo a las pérdidas y al rechazo de las personas queridas, en este caso, de la pareja. Tienen miedo a hacer algo que al otro, no le guste, y que esa persona decida dejarles o retirarles su amor y su cariño. Así que buscan continuamente complacerle, hacer lo que se supone que el otro quiere o desea. Intentan adivinar qué es lo que gustaría al otro en cada una de sus acciones, con el consiguiente riesgo de equivocarse, ya que por mucho que conozcamos a una persona, no sabemos lo que les pasa por la cabeza en cada uno de los momentos de sus vidas. Si nos ponemos a pensarlo, muchas veces ni siquiera nosotros comprendemos nuestras acciones, así que será difícil controlar cada una de las reacciones del otro. Pero aun así, estas personas intentan hacerse expertas en adaptarse a las necesidades y deseos que creen que el otro tiene.
El intentar adaptarse al otro y conseguirlo en algunas ocasiones, les hace sentir bien a las personas con dependencia emocional por haber conseguido satisfacer a la otra persona en alguna cosa. Se sienten bien también por ellas mismas, ya que han logrado de nuevo evitar una pérdida de esa persona. Pero a la vez se van sintiendo cada vez peor, ya que han renunciado y siguen renunciando a sus sueños, a sus ilusiones y han puesto toda su felicidad en que el otro sea feliz, ya que se supone que siendo él feliz, ella se sentirá así de bien automáticamente.
Le transmite a la otra tanta responsabilidad sobre sus propios sentimientos y sobre su felicidad, que lo expresa incluso, inconscientemente o por hábito, en su lenguaje. Atribuye al otro sus sentimientos positivos: “me haces tan feliz”, “me haces subir al cielo”, “antes de conocerte era tan infeliz”, y también atribuyen al otro sus sentimientos negativos: “me haces sentir tan triste”, “me irritas”, etc.
A la larga, estas personas se encuentran muy mal en sus vidas. Aunque llevan tiempo intentando adaptarse al otro, aunque consigan un hogar con paz y armonía, aunque sigan estando con la persona que deseaban, no se sienten bien, no se sienten felices. Según su pensamiento, se supone que eso sería lo que les haría sentirse felices. En algunos casos, ya lo tienen, pero no les hace sentirse felices.
A lo largo de su vida y de su relación, han ido renunciando a tantas cosas, materiales y, sobre todo, personales, que a veces, ni siquiera saben quiénes son. Cada vez titubean más a la hora de tomar una decisión, son personas más inseguras, que necesita que la otra persona le diga si lo que han pensado o hecho está bien o no y, además, se sienten vacías por dentro.
¿Qué han hecho en su vida?
¿Qué les queda de todos sus esfuerzos?
Incluso en algunas personas, aparte de ese malestar y ese sufrimiento interno, puede haber ocurrido que de tanto querer adaptarse, la pareja ya no vea en ellas a la persona que conoció y las cualidades de las que se enamoró. Y puede ser que sus esfuerzos porque el otro le quiera, y por evitar perderle, consigan exactamente lo contrario de lo que ella quería, y es que el otro se aleje de ella, y se confirmen todos sus miedos., además también puede haber ocurrido que la pareja se haya acostumbrado a ser más directiva de lo que originalmente era.
Pero esta dependencia emocional y esta necesidad de aprobación, también tiene aparentes ventajas, que precisamente son parte de lo que ayuda a que se mantenga. Una de las ventajas más importantes es que al dejar que sea la opinión del otro la mejor, coloca la responsabilidad de sus sentimientos y de sus comportamientos en los demás, ya que, si ellos no te tratarán así, o si ellos no te dijeran, o si ellos te dijeran… tú lo harías de otra forma. Al responsabilizar a los demás, la persona con alta dependencia emocional no tiene que cambiar de comportamiento, ya que en su cabeza está que son los demás los que deben cambiar y no él/ella. Aunque muy en el fondo, sabe que algo podría hacer él/ella para modificar la situación, pero el miedo que siente a mostrarse como realmente es, es muy grande. Tiene miedo a los conflictos, miedo a perder a esa persona a la que quiere tanto… Cada día es una persona con más miedos, ya que, al evitar enfrentarse a sus miedos, estos cada vez son más grandes.
Muchos problemas psicológicos (ansiedad, depresión, reacciones psicosomáticas) tienen su origen en la Dependencia Emocional que esa persona tiene hacia otra.

Si te sientes identificada con esta descripción, es el momento de reconocer que tienes un problema y, cuanto antes, debes pedir ayuda para enfrentarlo.




jueves, 17 de noviembre de 2016

El “morbo” por lo grotesco...

El “morbo” por lo grotesco...



El “morbo” es la atracción por lo prohibido, aquello de lo que no se habla, pero existe, es la pieza que no encaja o el misterio que atrae irremediablemente. Todas las personas, en mayor o menor medida, han experimentado la sensación del “morbo” alguna vez en su vida.
Cuando hablamos de “morbo” no hacemos referencia exclusivamente a la atracción sexual. Esta atracción es mucho más que la excitación física, por algún acto o persona y no se limita al campo sexual. Incluye tanto el gusto por lo atractivo como por lo violento y desagradable.
El morbo no es solo una pasión sexual. Es la atracción por lo prohibido, por aquello que consideramos tabú, poco habitual o incluso desagradable y reprobable.
Ni ángeles, ni demonios.
Para la mayoría de las personas la televisión es una ventana segura desde la que, se puede mirar el mundo. Funciona como la cerradura de la puerta, podemos acercarnos, mirar y experimentar emociones desde el otro lado de la barrera. Escalar montañas sin el temor a caer, esquivar balas, sin el temor a recibir una o atacar el pentágono, sin tener ni idea de informática.
Las imágenes violentas no son por sí mismas negativas. Cómo se trata la noticia, qué imágenes la ilustran, los argumentos que le acompañan y cómo lo interpreta el espectador, son factores importantes para determinar, si lo visto, puede ser un perjuicio para el espectador, por encima del entretenimiento.
“La violencia en realidad nunca debería dejar de mostrarse, o al menos contarse, porque añade información”
Concepción Fernández Villanueva
No todas las imágenes morbosas son tratadas por los medios informativos de la misma forma, ni todas las personas reaccionan emocionalmente de manera similar. Tanto, informante como espectador son relevantes a la hora de determinar la utilidad de una información.
Cuando la información ya no aporta nada.
Existe una clara diferencia entre informar y alimentar el “morbo”. Cuando una noticia sobrepasa la utilidad para pasarse al bando del espectáculo, comienza a convertirse en un arma audiovisual. Es en ese momento cuando deja de tener utilidad y pierde por lo tanto su razón de ser.
Los ejemplos son variados y los vemos a diario. Noticias de violaciones en las que el interés principal es conseguir la escena de culminación, accidentes de autos, donde las fotografías de los cuerpos son el atractivo principal o información de personas desaparecidas donde lo más importante son los detalles de su vida personal.
En la carrera del éxito, los ganadores van de la mano del “morbo” y aquellos que abrazan la prudencia suelen quedarse rezagados. Hay ocasiones en las que no importa la víctima, el agresor, las familias o el efecto que pueda tener en el espectador. En ocasiones se han justificado los medios con el único interés de alcanzar un fin ligado a lo comercial.
El “morbo” como negocio.
El “morbo” vende, el detalle atrae y los medios lo saben. En la guerra de popularidad muchas veces el prudente queda en un segundo plano y el explícito o lo explícito brilla y destaca entre la multitud. (Lo que muchos persiguen en sus perfiles de Facebook, llamar la atención.)
La curiosidad es inherente al ser humano, buscamos probar nuestros propios límites de forma controlada y experimentar en un ambiente seguro aquello que nos fascina. Es natural, buscar la emoción, alimentar la curiosidad y querer observar en privado aquello de lo que apartaríamos la mirada, en público.
La televisión y los medios de comunicación conocen al espectador y saben cuáles son los contenidos que despiertan sus emociones e intereses. A veces es complicado establecer la diferente entre lo útil y lo sobrante ya que este límite es difuso. Que el contenido “explícito” pierda su naturaleza informativa y su uso se ponga al servicio de intereses privados, en una guerra de popularidad o de audiencias, es como mínimo una buena razón para reflexionar sobre el contenido que consumimos.
Una responsabilidad común.
Mientras la noticia ilustra la información con su fotografía más sórdida, el lector utiliza el zoom para no perderse el último detalle. No se trata de un carril de un solo sentido. Medios y espectadores somos engranajes de una misma pieza. Unos sirven y otros demandan y consumen.
Tampoco se trata de demonizar al mensajero o al consumidor. La violencia en sí misma no está asociada necesariamente a consecuencias negativas. El “morbo” es algo humano, que todos sentimos y en alguna que otra ocasión, nos vemos con la necesidad de alimentar.

Se trata por lo tanto de reflexionar, entre los límites de la información y la alimentación de los instintos. De investigar hasta dónde el “morbo” deja de ser útil para convertirse en un mero atractivo, vacío. Hay que avanzar en el camino en el que se pueda disfrutar de la información, sin que los efectos secundarios hagan olvidar, el fin último, de dicha tarea informativa.




¿La Resignación, Impotencia o Actitud Positiva?...

¿La Resignación, Impotencia o Actitud Positiva?...




La vida, en ocasiones, no es como la habíamos imaginado. No siempre alcanzamos los sueños que teníamos previstos, convertirnos en personas adultas se supone, en ocasiones, claudicar a una dura realidad a la que resignarnos para sobrellevarla con algo más de facilidad.
Decía Honoré de Balzac que “la resignación es algo así como un suicidio cotidiano”. Aceptar lo que tenemos en estos momentos sin promover el cambio, o sin, ni siquiera protestar sería algo como claudicar y rendir nuestras fuerzas a lo que la vida, el destino o la casualidad nos ha traído. Ahora bien, ¿Esto siempre es así? ¿Debemos ver la “resignación” como una dimensión puramente negativa?
En absoluto. En ocasiones la resignación es una especie de resiliencia pasiva, e incluso podemos asumir un aprendizaje positivo en ella. Pongamos por caso que acabas de salir de una relación de pareja bastante complicada. Le has dado fin y asumes, que acaba de terminar una etapa de tu vida y que ahora empieza una muy distinta, nos resignamos positivamente a las nuevas circunstancias conscientes de nuestra situación.
Así pues, la resignación dispone de dos interesantes enfoques de los que siempre podemos aprender. Hablemos hoy de ello.

Cuando la resignación se convierte en una peligrosa comodidad.
“¿Y qué voy a hacer si la situación es la que es y yo no puedo hacer nada por cambiarla?”
Seguro que en más de una ocasión has escuchado esta misma expresión en boca de alguien de tu alrededor, o puede que hasta tú mismo la hayas pensado. Te explicamos qué dimensiones se esconden tras este punto de vista.
1. La resignación que se acepta, que se asume y no se cuestiona, acaba convirtiéndose en una “costra” que nos inmovilizará aún más. Es posible que alguno de nosotros disponga de una historia personal en la cual, ante todo intento por alcanzar algo determinado, solo ha encontrado fracasos. En este caso estaríamos hablando casi de una indefensión aprendida. ¿Para qué volver a intentarlo si voy a sentir nuevamente el dolor del error o la humillación?
2. Wilhelm Reich, médico, psiquiatra y eminente miembro de la escuela psicoanalítica vienesa, nos explicó que el concepto de la “resignación” puede llegar a ser el peor enemigo de la humanidad. Ataca nuestra vida social, afectiva e incluso física convirtiéndonos en criaturas que dejan de responsabilizarse de sí mismas, dejando el poder de decisión en manos de otros. Y es un riesgo, un peligro contra nuestra autoestima y nuestro propio sentido de “humanidad”.
3. La vida, en ocasiones duele. Nada parece salir bien, y más cuando nos defraudan o nos damos cuenta de que por mucho que nos esforcemos, no conseguiremos aquello que tanto soñamos. ¿Qué hacer entonces? Recurrimos a lo más fácil, a la resignación y a tirar la toalla. En estos casos dicha actitud sí sería un suicidio personal tal y como nos dijo Balzac.
No lo permitas. Nunca. No te dejes llevar jamás por este tipo de resignación tan extrema o lo habrás perdido todo.

La resignación positiva 
Hablemos ahora del otro lado de la moneda, sabiendo que es posible que este concepto te sorprenda. ¿Existe realmente la resignación positiva?
En efecto. Hay veces en las que la vida nos trae determinadas situaciones ante las cuales, no tenemos más remedio que aceptar, asumir y resignarnos de la forma más positiva posible. Una forma de resiliencia pasiva en la cual, en lugar de hacer frente a las adversidades las asumimos con integridad sabiendo que no podemos hacer nada.
¿Y en qué casos hemos de asumir que “realmente no podemos hacer nada”? Es difícil concretar, puesto que hay infinidad de situaciones en las cuales no podemos decir otra cosa más que aquello de “en efecto, es lo que hay”.
Si no te aceptan en ese trabajo que tanto ansiabas conseguir, deberás aceptarlo. Si la persona de la que estás enamorado/a te dice que no te ama, también habrás de asumirlo. Si hoy se ha cancelado el vuelo de tu viaje por problemas meteorológicos, también tendrás que resignarte. Y tendrás que hacerlo de una forma positiva.
En ocasiones, hay guerras por las que ya no merece la pena combatir. Ahora bien ¿Significa eso que vamos a rendirnos? En absoluto. La resignación nos cierra unas puertas que ya no merece la pena volver a abrir, pero te enfoca hacia otros caminos a los que encaminarte. “Yo sé que mi relación de pareja ya ha terminado. Le doy fin, respiro, asumo, entiendo y me resigno de la mejor forma posible, para no acumular más tensión, rabia o frustración. Acepto y dejo ir”.
Pero sé que mi vida no ha terminado ahí. Mi autoestima sigue en pie y estoy preparado para alimentar nuevas esperanzas.