Encuentro mágico…o no tanto.
Cuando nos encontramos con alguien en nuestra vida, ese encuentro es siempre mágico y tiene un sentido propio y auténtico, que lo hace siempre singular e irrepetible.
¡Como alguien dijo; Hay personas que aparecen para un rato, otras por un motivo y alguna otra, para toda la vida!
¡Eso solo la vida lo sabe! Solo hay que saber dejar que las cosas pasen por sí mismas, sin oponerse, sin resistirse y sin forzar las situaciones. ¡La vida misma dirá la suya… si estamos bien atentos a su dictado y a sus señales!
Pero cuando permaneces atento, pierdes el miedo o no te sientes amenazado, puedes encontrar en cualquier persona, por fortuito que sea el encuentro, algo importante para tu vida. Un comentario, una mirada, un gesto apenas perceptible, pueden enriquecer tu vida y la del otro, para siempre. Solo hay que estar bien atentos y dejar fluir la vida…
¡A priori una simple charla con un conocido o una amistad, una relación del tipo que sea, un negocio o simplemente un intercambio de opiniones, pueden llegar a tu vida… y cambiarla para siempre! ¡En esta vida todo lo importante aparece, como por arte de magia- en el momento oportuno, aunque a veces sea sutilmente y hayas de estar bien atento… y suficientemente vacío de expectativas como para aceptar lo nuevo… y disfrutarlo!
¡Porque estar atento a lo que llega no es más que obedecer lo que sientes dentro, esa sutil voz que te dice que te acerques o no a esa persona, pero que no la compares con otra, ni con alguna situación pasada de tu vida, sino que consideres ese nuevo encuentro como algo que necesitas en tu vida, por tanto, siempre mágico, singular e irrepetible! Alguien dijo que; El maestro aparece cuando el alumno está preparado. Y todos somos a la vez maestros y alumnos… de nosotros mismos y de los demás, de quienes nos cruzamos en la vida.
¡Y, las lecciones a veces llegan de manera aparatosa cambiando drásticamente nuestra vida y otras, de manera sutil y cotidiana! Solo hay que confiar en la vida y en la manera que tiene ésta de enseñarnos las cosas que, sí o sí, debemos aprender…
Pero hay algo previo a todo eso, que es mostrarse auténtico, tal como eres, dejando de lado el personaje que hemos creado para protegernos de los demás, por miedo a ser heridos. Cuando uno se da tal cual es, recibe lo mismo del otro. Lo que damos, lo recibimos, alguien dijo. Y la vida y sus lecciones se transmiten desde la autenticidad, nunca a través del engaño (o el auto-engaño que, a los efectos, es lo mismo)... aunque éste también sea una señal de algo y un buen aprendizaje. "¡Se atrapa antes a un mentiroso, que a un cojo, dice la sabiduría popular!" Pero cuando uno se relaciona de manera auténtica, abierta y confiada con los demás, no suele recibir algo diferente a cambio… aunque a veces nuestra memoria desvirtuada nos recuerde situaciones vividas en el pasado, en las que tenemos la idea de haber sido defraudados o heridos. En la autenticidad, todo se manifiesta como es, no hay engaño… aunque sí a veces hay interpretaciones erróneas o, simplemente, deseo o necesidad de encontrarse con alguien que no existe en la realidad.
Pero quizás por eso, lamentablemente, encaramos los encuentros como algo solo ordinario, en nuestra vida. Sin entregarnos, sin esperar nada a cambio. Sin ser auténticos y amparándonos tras una máscara. Y así hacemos de cada posible encuentro mágico algo banal y vacío, que va vaciando nuestra vida. Y ésta nos parece entonces algo intrascendente, llena de personas y momentos que no nos aportan nada. Pero la vida a menudo juega con nosotros y, en medio de esta vacuidad, nos propone un destello del Alma. Y es entonces cuando el corazón se nos dispara para reclamar nuestra atención… Seguramente se trate de alguien o algo importantes que debamos vivir intensamente, tal como llega. No vienen precedidos de marchas triunfales ni de destellos de luz, sino que muchas veces nacen en un gesto apenas imperceptible.
Y es que el ser humano tiene el mal hábito de buscar incansablemente fuera aquello que anhela para su vida… desoyendo o no atendiendo eso que la vida nos regala, a cada instante. ¡Buscamos fuera lo que ya tenemos dentro… aunque a veces, también proyectándose en lo que vivimos por fuera! Y es que alrededor nuestro a cada momento estuvo, está y estará todo lo necesario que deseamos para nuestra vida, solo hay que dejarse atrapar en cada preciso momento. Así, cuando estamos cegados a la realidad, cuando no deseamos o no nos atrevemos a atender al corazón -y a su intuición- que nos avisa cuando algo importante pasa, simplemente dejamos de vivir el momento posiblemente mágico y lo convertimos en uno más, en algo que solo guardamos en una agenda…
Y así vamos buscando lo que ya existe o aparece en nuestra vida y gastando la vida, día a día. Las horas, días, semanas y meses se agolpan en nuestra memoria y en nuestro diario, sin que nada nos perturbe o nos satisfaga. Y vivimos vidas monótonas, poco intensas y llenas de momentos vacíos…hasta que, de vez en cuando, la propia vida toma las riendas y, sin previo aviso, nos manda una señal o algo sorprendente, en el buen o en el mal sentido. ¡Quizás algún día deberíamos aprender que lo único que desea la vida es que nos despertemos de la desidia y del letargo con que vivimos ordinariamente nuestra propia vida!
Personalmente hace ya tiempo que dejé atrás esa manera de vivir, vacía. Encuentro, casi siempre, porque soy humano y dudo, a pesar de todo, momentos singulares para celebrar y vivirlos intensamente. Mi vida día a día está llena de ellos y los vivo apasionadamente. Diría más, no puedo vivirlos de otra manera, ni siquiera dejar de vivirlos tal como llegan. Pero, como a ti te pasa, a ratos también me cuesta lograrlo, pues los acontecimientos de mi vida ordinaria van deslizándose uno a uno, manteniéndome distraído o poco atento a lo que siento en mi interior. ¡Es entonces cuando debo apartarme de lo ilusorio y solo externo que me atrapa y recurrir a la soledad, para reencontrarme a mí mismo… y a la vez contigo, persona importante de mi vida!
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