jueves, 17 de noviembre de 2016

El “morbo” por lo grotesco...

El “morbo” por lo grotesco...



El “morbo” es la atracción por lo prohibido, aquello de lo que no se habla, pero existe, es la pieza que no encaja o el misterio que atrae irremediablemente. Todas las personas, en mayor o menor medida, han experimentado la sensación del “morbo” alguna vez en su vida.
Cuando hablamos de “morbo” no hacemos referencia exclusivamente a la atracción sexual. Esta atracción es mucho más que la excitación física, por algún acto o persona y no se limita al campo sexual. Incluye tanto el gusto por lo atractivo como por lo violento y desagradable.
El morbo no es solo una pasión sexual. Es la atracción por lo prohibido, por aquello que consideramos tabú, poco habitual o incluso desagradable y reprobable.
Ni ángeles, ni demonios.
Para la mayoría de las personas la televisión es una ventana segura desde la que, se puede mirar el mundo. Funciona como la cerradura de la puerta, podemos acercarnos, mirar y experimentar emociones desde el otro lado de la barrera. Escalar montañas sin el temor a caer, esquivar balas, sin el temor a recibir una o atacar el pentágono, sin tener ni idea de informática.
Las imágenes violentas no son por sí mismas negativas. Cómo se trata la noticia, qué imágenes la ilustran, los argumentos que le acompañan y cómo lo interpreta el espectador, son factores importantes para determinar, si lo visto, puede ser un perjuicio para el espectador, por encima del entretenimiento.
“La violencia en realidad nunca debería dejar de mostrarse, o al menos contarse, porque añade información”
Concepción Fernández Villanueva
No todas las imágenes morbosas son tratadas por los medios informativos de la misma forma, ni todas las personas reaccionan emocionalmente de manera similar. Tanto, informante como espectador son relevantes a la hora de determinar la utilidad de una información.
Cuando la información ya no aporta nada.
Existe una clara diferencia entre informar y alimentar el “morbo”. Cuando una noticia sobrepasa la utilidad para pasarse al bando del espectáculo, comienza a convertirse en un arma audiovisual. Es en ese momento cuando deja de tener utilidad y pierde por lo tanto su razón de ser.
Los ejemplos son variados y los vemos a diario. Noticias de violaciones en las que el interés principal es conseguir la escena de culminación, accidentes de autos, donde las fotografías de los cuerpos son el atractivo principal o información de personas desaparecidas donde lo más importante son los detalles de su vida personal.
En la carrera del éxito, los ganadores van de la mano del “morbo” y aquellos que abrazan la prudencia suelen quedarse rezagados. Hay ocasiones en las que no importa la víctima, el agresor, las familias o el efecto que pueda tener en el espectador. En ocasiones se han justificado los medios con el único interés de alcanzar un fin ligado a lo comercial.
El “morbo” como negocio.
El “morbo” vende, el detalle atrae y los medios lo saben. En la guerra de popularidad muchas veces el prudente queda en un segundo plano y el explícito o lo explícito brilla y destaca entre la multitud. (Lo que muchos persiguen en sus perfiles de Facebook, llamar la atención.)
La curiosidad es inherente al ser humano, buscamos probar nuestros propios límites de forma controlada y experimentar en un ambiente seguro aquello que nos fascina. Es natural, buscar la emoción, alimentar la curiosidad y querer observar en privado aquello de lo que apartaríamos la mirada, en público.
La televisión y los medios de comunicación conocen al espectador y saben cuáles son los contenidos que despiertan sus emociones e intereses. A veces es complicado establecer la diferente entre lo útil y lo sobrante ya que este límite es difuso. Que el contenido “explícito” pierda su naturaleza informativa y su uso se ponga al servicio de intereses privados, en una guerra de popularidad o de audiencias, es como mínimo una buena razón para reflexionar sobre el contenido que consumimos.
Una responsabilidad común.
Mientras la noticia ilustra la información con su fotografía más sórdida, el lector utiliza el zoom para no perderse el último detalle. No se trata de un carril de un solo sentido. Medios y espectadores somos engranajes de una misma pieza. Unos sirven y otros demandan y consumen.
Tampoco se trata de demonizar al mensajero o al consumidor. La violencia en sí misma no está asociada necesariamente a consecuencias negativas. El “morbo” es algo humano, que todos sentimos y en alguna que otra ocasión, nos vemos con la necesidad de alimentar.

Se trata por lo tanto de reflexionar, entre los límites de la información y la alimentación de los instintos. De investigar hasta dónde el “morbo” deja de ser útil para convertirse en un mero atractivo, vacío. Hay que avanzar en el camino en el que se pueda disfrutar de la información, sin que los efectos secundarios hagan olvidar, el fin último, de dicha tarea informativa.




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