Yo también, me rompo…
Parte del escrito fue obtenido de una revista de
mujeres…
“Mi mano acaricia de nuevo mi tripita, recorro los
ojos con ella, pero la diferencia es que ahora se me escapa más de una lágrima”.
Porque yo también me rompo. A veces la vida nos pone
en situaciones que nosotros no podemos controlar, por mucho que hagamos y por
mucho que queramos que sea de otro modo.
Mi marido y yo llevamos casi dos años intentando ser
papás y tras varios intentos fallidos en reproducción asistida, finalmente
conseguimos terminar uno (parecía que nos habíamos dado la vuelta al mundo
corriendo) y conseguir nuestro deseado embarazo. Recuerdo esa llamada de
“enhorabuena Gema, estás embarazada” y también se me saltan las lágrimas de
emoción y hoy en día, con el desenlace, una sensación rara e incómoda. Quienes
hayan pasado por un proceso similar, entenderán perfectamente a qué me refiero.
Todo cambia de la noche a la mañana, sin poder
remediarlo hay cosas que dan un giro tan grande que comienzan siendo preciosas
y terminan dejando un nudo en la garganta que es necesario digerir. Hace unos
días nos dieron una mala noticia, en ese momento, la peor para nosotros, un
casi seguro diagnóstico de “aborto diferido”, y es ese momento cuando esas
palabras te llegan como cuchillos, que ves que es imposible evitar. Sí, duele,
duele mucho, seguro que más de uno me entienden cuando les hablo de ese dolor
desgarrador que parece que te encoge el corazón cada vez más y más, pero son
dolores que también terminan pasando siempre y cuando, les des una salida.
La vida es a veces tan complicada y tan dolorosa que
por eso nuestra obligación es construirla para que cada día que vivamos,
estemos seguros de que estamos justo donde queremos estar, compartiendo con las
personas con quienes queremos compartir cada instante. Ya, bastantes problemas
aparecen por sí solos como para estar añadiendo más problemas con relaciones
tóxicas o poco sanas, un trabajo que aborreces, un rechazo hacia uno mismo…
Por eso es fundamental trabajar, y trabajar cada
área de nuestra vida:
Aprender sobre nosotros, nuestros tiempos, nuestras
necesidades con cada emoción, aprender a sacar cada sentimiento, a comunicarnos
de manera clara, a pedir…
Construir una relación de pareja sólida, sencilla,
natural, sincera, respetuosa, llena de amor y compañerismo
Construir relaciones sanas con las amistades y la
familia, alejando a aquéllas personas que, en lugar de sumar, restan
Aprender a pedir ayuda, a pedir espacio, silencio,
marcar límites… ponernos voz en base a lo que hemos descubierto de nosotros, en
el primer punto.
Buscar un trabajo que nos llene, sin parar hasta
encontrarlo… Aceptando aquéllos que nos permitan llegar a final de mes, pero
sin conformarnos, siempre y cuando no sea lo que queremos, para nosotros.
Si trabajas los anteriores puntos estarás
preparada/o para enfrentar cualquier situación. No porque no te vaya a doler,
ni porque conseguirás no derrumbarte o no estar fuera de combate unos días,
sino porque sabrás que pase lo que pase, tendrás las herramientas suficientes
para pasar el trago, sabiendo que, aunque sea una situación muy dolorosa, tu
vida, todo aquello que has construido, te aporta la felicidad que siempre has deseado.
Así que sí… yo también me rompo, lloro y siento que
el corazón se me va a hacer añicos, pero he aprendido a construirme y trabajar
cada área de mi vida para gestionar cada golpe de manera que pueda volver a
combate. Sé cuáles son mis tiempos, sé que lloro, pero me recompongo, sé que
necesito unos días de silencio casi absoluto para digerir lo que ha ocurrido,
sé que en esos momentos el alma me duele, horrores (y créeme, no me gusta nada
esa sensación, pero he aprendido a tolerarla y enfrentarla) y lo más
importante, sé que mi vida está donde quiero que esté:
Tengo relaciones sanas, con amigos y familia que dan
apoyo y calorcito en momentos duros como éste. Relaciones que hemos construido
con el tiempo y que se basan en la confianza y el respeto.
Tengo un trabajo que me llena y apasiona, “ayudar”
forma parte de mi esencia desde que era pequeñita.
Tengo al mejor compañero de vida que se podría
tener.
Así que, querido lector, no pierdas el tiempo en
relaciones que te hacen daño, con situaciones que te llevan a que tus hombros
pesen más, tratándote mal con cada tropiezo (o sin él) Bastante dura es la vida
como para complicárnosla más con cosas que podrían ser sencillas siempre y
cuando aprendamos a gestionarlas.
Y ahora estas palabras van para ti, lector. Porque
todo el trabajo y esfuerzo que hemos hecho (y hacemos) para tener la relación
que tenemos se ve reflejada en situaciones como ésta. Me casaría contigo, cada
día de mi vida y te diría ese, “aunque no se repita más” cada segundo que
pasamos juntos en la página. Es increíble todo lo que se puede hacer con amor,
amor del bueno, del que respeta, anima, escucha, apoya, sueña, ríe, y acompaña…
Me encanta cuando a pesar del dolor, buscas la
manera de hacerme reír.
Me encanta cuando nos cruzamos en la página,
chocamos nuestros comentarios y nos ayudamos, diciéndonos “hemos caído, pero
juntos nos levantamos y seguiremos luchando” todo sin que sea necesario mediar
palabra.
Me encantan esos abrazos que hacen que se pare el
mundo.
Me encantan nuestras conversaciones para recolocar
cada situación.
Me encanta ver el trofeo en tu lado y saber que el
próximo día podré arrebatártelo (¡sin trampas!).
Me encanta el mundo que hemos creado y cómo juntos
seguimos avanzando y superando cada obstáculo.
Son mis héroe.
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