martes, 1 de noviembre de 2016

Yo también, me rompo…

Yo también, me rompo…



Parte del escrito fue obtenido de una revista de mujeres…
“Mi mano acaricia de nuevo mi tripita, recorro los ojos con ella, pero la diferencia es que ahora se me escapa más de una lágrima”.
Porque yo también me rompo. A veces la vida nos pone en situaciones que nosotros no podemos controlar, por mucho que hagamos y por mucho que queramos que sea de otro modo.
Mi marido y yo llevamos casi dos años intentando ser papás y tras varios intentos fallidos en reproducción asistida, finalmente conseguimos terminar uno (parecía que nos habíamos dado la vuelta al mundo corriendo) y conseguir nuestro deseado embarazo. Recuerdo esa llamada de “enhorabuena Gema, estás embarazada” y también se me saltan las lágrimas de emoción y hoy en día, con el desenlace, una sensación rara e incómoda. Quienes hayan pasado por un proceso similar, entenderán perfectamente a qué me refiero.
Todo cambia de la noche a la mañana, sin poder remediarlo hay cosas que dan un giro tan grande que comienzan siendo preciosas y terminan dejando un nudo en la garganta que es necesario digerir. Hace unos días nos dieron una mala noticia, en ese momento, la peor para nosotros, un casi seguro diagnóstico de “aborto diferido”, y es ese momento cuando esas palabras te llegan como cuchillos, que ves que es imposible evitar. Sí, duele, duele mucho, seguro que más de uno me entienden cuando les hablo de ese dolor desgarrador que parece que te encoge el corazón cada vez más y más, pero son dolores que también terminan pasando siempre y cuando, les des una salida.
La vida es a veces tan complicada y tan dolorosa que por eso nuestra obligación es construirla para que cada día que vivamos, estemos seguros de que estamos justo donde queremos estar, compartiendo con las personas con quienes queremos compartir cada instante. Ya, bastantes problemas aparecen por sí solos como para estar añadiendo más problemas con relaciones tóxicas o poco sanas, un trabajo que aborreces, un rechazo hacia uno mismo…
Por eso es fundamental trabajar, y trabajar cada área de nuestra vida:
Aprender sobre nosotros, nuestros tiempos, nuestras necesidades con cada emoción, aprender a sacar cada sentimiento, a comunicarnos de manera clara, a pedir…
Construir una relación de pareja sólida, sencilla, natural, sincera, respetuosa, llena de amor y compañerismo
Construir relaciones sanas con las amistades y la familia, alejando a aquéllas personas que, en lugar de sumar, restan
Aprender a pedir ayuda, a pedir espacio, silencio, marcar límites… ponernos voz en base a lo que hemos descubierto de nosotros, en el primer punto.
Buscar un trabajo que nos llene, sin parar hasta encontrarlo… Aceptando aquéllos que nos permitan llegar a final de mes, pero sin conformarnos, siempre y cuando no sea lo que queremos, para nosotros.
Si trabajas los anteriores puntos estarás preparada/o para enfrentar cualquier situación. No porque no te vaya a doler, ni porque conseguirás no derrumbarte o no estar fuera de combate unos días, sino porque sabrás que pase lo que pase, tendrás las herramientas suficientes para pasar el trago, sabiendo que, aunque sea una situación muy dolorosa, tu vida, todo aquello que has construido, te aporta la felicidad que siempre has deseado.
Así que sí… yo también me rompo, lloro y siento que el corazón se me va a hacer añicos, pero he aprendido a construirme y trabajar cada área de mi vida para gestionar cada golpe de manera que pueda volver a combate. Sé cuáles son mis tiempos, sé que lloro, pero me recompongo, sé que necesito unos días de silencio casi absoluto para digerir lo que ha ocurrido, sé que en esos momentos el alma me duele, horrores (y créeme, no me gusta nada esa sensación, pero he aprendido a tolerarla y enfrentarla) y lo más importante, sé que mi vida está donde quiero que esté:
Tengo relaciones sanas, con amigos y familia que dan apoyo y calorcito en momentos duros como éste. Relaciones que hemos construido con el tiempo y que se basan en la confianza y el respeto.
Tengo un trabajo que me llena y apasiona, “ayudar” forma parte de mi esencia desde que era pequeñita.
Tengo al mejor compañero de vida que se podría tener.
Así que, querido lector, no pierdas el tiempo en relaciones que te hacen daño, con situaciones que te llevan a que tus hombros pesen más, tratándote mal con cada tropiezo (o sin él) Bastante dura es la vida como para complicárnosla más con cosas que podrían ser sencillas siempre y cuando aprendamos a gestionarlas.
Y ahora estas palabras van para ti, lector. Porque todo el trabajo y esfuerzo que hemos hecho (y hacemos) para tener la relación que tenemos se ve reflejada en situaciones como ésta. Me casaría contigo, cada día de mi vida y te diría ese, “aunque no se repita más” cada segundo que pasamos juntos en la página. Es increíble todo lo que se puede hacer con amor, amor del bueno, del que respeta, anima, escucha, apoya, sueña, ríe, y acompaña…
Me encanta cuando a pesar del dolor, buscas la manera de hacerme reír.
Me encanta cuando nos cruzamos en la página, chocamos nuestros comentarios y nos ayudamos, diciéndonos “hemos caído, pero juntos nos levantamos y seguiremos luchando” todo sin que sea necesario mediar palabra.
Me encantan esos abrazos que hacen que se pare el mundo.
Me encantan nuestras conversaciones para recolocar cada situación.
Me encanta ver el trofeo en tu lado y saber que el próximo día podré arrebatártelo (¡sin trampas!).
Me encanta el mundo que hemos creado y cómo juntos seguimos avanzando y superando cada obstáculo.

Son mis héroe.




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