Lo que la envidia esconde...
La envidia tiene un sabor amargo.
Nos asalta ante los éxitos ajenos y nos aprisiona en la
cárcel de la insatisfacción.
Se desata cuando sentimos que el otro posee algo que
nosotros "deberíamos" tener. Aparece cuando vemos a alguien que lleva
la vida que nosotros anhelamos, cuando ascienden a un compañero, después de
habernos esforzado para lograr ese puesto o cuando nuestra relación se hace
aguas y nos topamos con una pareja de lo más acaramelada. Su perverso aguijón
nos lleva a centrarnos en lo que son y tienen los demás, despreciando aquello
que nosotros somos y tenemos.
De ahí que siempre coloquemos a las personas que envidiamos
en una posición de superioridad, bienestar y abundancia. Sin embargo, lo único
que conseguimos con ello es, alimentar nuestra frustración y nuestra sensación
de impotencia, que refuerzan la creencia de que nos falta algo que esa persona
tiene.
La envidia, es la madre del resentimiento, pone en evidencia
nuestras carencias. Y nos arrastra a una espiral de malestar, rabia e
impotencia que nos impide disfrutar de nuestra verdadera realidad. Es una
enfermedad del alma.
Así, centramos nuestro foco de atención en todo lo que
consideramos negativo de nosotros mismos y de nuestra vida, dejando crecer
nuestro miedo e inseguridades. Para romper este círculo venenoso debemos
empezar por preguntarnos; ¿Qué hay detrás de nuestra envidia?. Si hacemos un
ejercicio de honestidad, probablemente descubriremos que nos señala aquello que
anhelamos desarrollar y construir en nuestra propia vida. Y en la mayoría de
las ocasiones, está en nuestras manos comenzar a practicarlo. Pero, para
lograrlo, debemos dejar de centrarnos en todo aquello que nos falta y empezar a
valorar verdaderamente lo que somos.
Víctimas y verdugos.
"Nadie que confía en sí, envidia la virtud del
otro"
Cuenta una antigua historia que un picapedrero muy envidioso
paso por la casa de un rico mercader. Quedó maravillado con el poder y las
riquezas que tenía aquel señor, y ni corto ni perezoso, deseó convertirse en un
hombre adinerado. La magia escucho su petición y le transformó. Así, el
picapedrero se dedicó a disfrutar de todos los lujos y comodidades que el
dinero le ofrecía.
Llegó el verano, y el sol brillaba con fuerza en lo alto del
cielo, inmutable ante la mirada del hombre de negocios en el que se había
convertido el picapedrero. Agotado por el calor, y asombrado por el poder y la
fuerza del astro rey, deseo ocupar su lugar. Dicho y hecho, por arte de magia
se convirtió en el sol, y se dedicó a alumbrar el mundo entero. Pero de
repente, una enorme nube negra se interpuso entre él y la tierra, impidiendo el
paso de su luz. "¡Qué poderosa es esa nube de tormenta!", Pensó,
"desearía ser nube". Y así sucedió.
Descargó tormentas a lo largo y a lo ancho de todo el
planeta, pero sentía que algo le faltaba. El viento le empujaba de aquí para
allá, y al poco tiempo comenzó a envidiarlo. Deseo tener su fuerza y su
libertad, y de repente se transformó en brisa. Soplaba y soplaba, y los árboles
y casas cedían a su voluntad. Tan sólo había una cosa que no lograba mover; Una
enorme roca. "No hay nada más sólido y poderoso que esa gran piedra",
pensó. "Desearía convertirme en una igual". Y así fue. Pero al cabo
de poco tiempo, escucho el sonido de un martillo y un cincel que atravesaban su
dura superficie a golpes. Sorprendido, se preguntó: "¿Qué puede ser más
poderoso que una roca?". Y cuando miró vio ante él, aún picapedrero...
El paradigma de la abundancia.
"Una demostración de envidia, es un insulto a sí
mismo"
La envidia nunca tiene lo suficiente. Nos mantiene dentro de
nuestra zona de comodidad, viviendo pendientes de la vida de los demás. De este
modo, al perdernos en el laberinto de las comparaciones, evitamos asumir la
responsabilidad de vivir nuestra propia vida. Pero esta situación acarrea
efectos secundarios; Amargura, apatía, tristeza que nos van destruyendo por
dentro.
Si aspiramos a trascender la envidia, tenemos que empezar
por aceptarnos y confiar en nosotros mismos, dejando a un lado las estériles
comparaciones para construir nuestra vida partiendo de nuestras propias
percepciones y sentimientos. No en vano, nuestro mejor punto de referencia es,
somos nosotros mismos.
De ahí la importancia de liberarnos del paradigma de la
escasez, reino de la envidia, y abrazar el paradigma de la abundancia. Al fin y
al cabo.
¿Qué perdemos cuando a los demás les van bien las cosas?
Podemos decidir vivir lamentándonos por lo que nunca
tendremos... o disfrutando de aquello con lo que contamos aquí y ahora.
¿Qué me quiere decir la envidia?
¿Qué pierdo cuando a los demás les van bien las cosas?
¿Qué gano haciendo comparaciones?
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