martes, 31 de octubre de 2017

La paradoja del escritor…

La paradoja del escritor…



“Necesitamos desesperadamente que nos cuenten historias. Tanto como el comer, porque nos ayudan a organizar la realidad e iluminan el caos de nuestras vidas”.
Paul Auster, Escritor Estadounidense

Todo escritor es un creador, por más pequeñas que sean sus obras estas constituyen en sí mismas, una parte del escritor, no son el escritor en sí porque cada historia y cada personaje tiene una personalidad y una realidad muy diferente de la que tiene el escritor. A veces el escritor refleja su realidad a través de sus personajes y crea para ellos un mundo nuevo, queriendo muchas veces pertenecer al mundo que ha creado.
Si “En el principio era el verbo” donde el verbo es la palabra que describe la fuente de toda creación, entonces es normal que un escritor, gran artífice de la palabra, sea un creador. En palabras del erudito Herbert Marshall McLuhan “La mano que escribió una página, construyó una ciudad”. La palabra es lo más poderoso que existe en el mundo y cuando el escritor las plasma en el papel o en un dispositivo, está creando; pero no lo hace únicamente cuando escribe, el proceso de creación aparece mucho antes, con la idea y el deseo de escribir. Entonces el escritor es un creador, pues somete mundos y personajes a su voluntad; creando y destruyendo con un propósito: “El de contar una historia”.
La realidad siempre es relativa por lo que nos podríamos preguntar ¿Qué tan reales son los personajes o los mundos para el escritor? Cada personaje creado no está desligado del escritor, ya que son una parte de él y permanecen en él durante toda la vida, pero cuando dicho personaje es compartido con los lectores, se crean diferentes versiones de un solo personaje, ya que cada uno (tanto escritor como lector) describirá e identificará a dicho personaje o mundo desde su propia imaginación y sus sentimientos.
Si “En el principio era el verbo” donde el verbo es la palabra que describe la fuente de toda creación, entonces es normal que un escritor, gran artífice de la palabra, sea un creador.
Definimos nuestra realidad sobre la base de lo que percibimos con nuestros cinco sentidos por lo que podríamos suponer que nuestros personajes o los mundos en nuestras historias no son reales, de allí que se consideren a los novelistas o cuentistas como escritores de ficción. Bien decía el escritor Arturo Pérez Reverte, autor de “Las aventuras del capitán Alatriste”: “Escribo novelas para recrear la vida a mi manera”. Obviamente, el escritor plasma en sus historias, una versión del mundo que conoce, pues está limitado a cumplir las leyes físicas de su propio entorno, por lo cual, extrapola esas propiedades a los mundos que ha creado y juega con ellas para crear ese mundo que tanto ha imaginado.
La creación inicia con el escritor, pero no es completada sino hasta que interviene el lector. Siendo escritor y lector, dos partes de una sola cosa, como las caras de una misma moneda que, aun siendo antagónicos se complementan en el proceso de creación. Tenemos entonces la creación literaria como un proceso mental que es no más que una interpretación del entorno; es decir, estamos modificando la realidad, usando algo que ya está creado para adaptarlo a un nuevo entorno. Además, es curioso observar que la creación del escritor a menudo es un proceso de destrucción.
Señal de advertencia ¡Cuidado! Escritor trabajando
Los escenarios en las obras están ligados y entrelazados a muchos escenarios reales que se mantienen en la memoria del escritor o que de alguna forma se crearon por la interacción de este con algún tipo de información externa. En aquella historia ficticia, todo se relaciona con normalidad siempre y cuando el escritor lo desee, pero al traer esa trama a la realidad puede no ser tan normal como en un principio se cree. Jugar con lo normal es un ingrediente fundamental en el proceso de escritura, sobre todo en el caso de los escritores noveles que esperan que sus personajes sean aceptados por los lectores y que estos se identifiquen con ellos de alguna forma. Además, esto hace que la historia sea creíble aun cuando parezca imposible. Pero cuando estudiamos con detenimiento la relación existente en la trama, sabemos que hay pequeños hoyos que en la realidad significa un cambio drástico en los acontecimientos.
Al escribir proyectas un mundo a tu medida.
Jesús Fernández Santos (1926-1988) Escritor y novelista español.

El escritor destruye mientras intenta crear. Los personajes en sus historias pueden morir repentinamente o nacer de la nada tan solo para cumplir un propósito literario. Un escritor puede haber creado decenas de borradores antes de terminar una obra y en ese proceso, mundos y personajes han sido creados y destruidos, pero aun cuando se destruye se sigue construyendo y viceversa, además nunca se pierde contacto con la realidad, ya que en realidad no se crea algo puro, sino que está inundado con las percepciones que los escritores tienen sobre su entorno y las modifica en sus obras, dando la idea de algo nuevo.

Por lo tanto, son muchos los diferentes tipos de escritores: Los Literarios, Los Novelistas, Los de Ciencias y Ficción, Los Detectivescos y los que Escriben sobre las Realidades de la Vida. 





Mis gritos y su silencio…

Mis gritos y su silencio…



Una mañana despertamos por un sonido muy peculiar. Un Ruiseñor revoloteaba los rincones de nuestra habitación buscando desesperadamente una salida de esa prisión, que le apartaba de su mundo. El aleteo y el canto nos avisaba que por fin había amanecido. Él y yo teníamos algo en común: ambos estábamos prisioneros; la única diferencia es que nosotros deseábamos estar allí eternamente. No buscábamos una salida. Queríamos estar alejados del mundo exterior y permanecer (en nuestro confort) entre las sabanas, en cada ocaso y amanecer. Pero eso ya pasó. La cama ahora sólo tiene un prisionero y ese soy yo, el otro yace libre y no hay ruiseñor que cante para nosotros en las mañanas. Todo canto de alegría se fue con la brisa de la libertad bajo sus alas.
Si no te despiertas y te levantas, llegarás tarde a tu libertad.
Allí estaba, sonriéndome sobre las sabanas mi hermosa amada, la soledad, sonriente, con sus ojos negros y sus labios rosados observándome detenidamente. Sus largos y ondulados cabellos se enredaban en mis dedos. La luz del sol no hacía más que iluminarla como si un ángel bajase del cielo directo a mi cama y me hiciera compañía cada noche y luego, dejarme en la mañana. Su poema favorito era la Divina Comedia de Dante Alighieri, el cual yo le leía un pasaje diferente cada vez que me lo pedía. Muchas veces imaginábamos el camino al Paraíso, intentando esquivar a toda costa el desasosiego y, el fracaso. Yo era Dante y ella es mi Beatriz (la soledad).
Desearía quedarme por más tiempo, no quiero ir hoy. Me envolví entre las sabanas con ella, deseando que el sol pasara de largo y la luna levantara su pálido rostro sobre nosotros. A ella le gustaba mirarnos detrás de las cortinas cuando el velo nocturno cubría la urbe y las lejanas montañas de la ciudad.
El deber ganó ese día. Ambos (la soledad y yo) debíamos regresar a la realidad, aunque fuese a regañadientes. Y así lo hicimos. Afuera el cálido sol trepaba sobre los edificios, ascendía desde la oscuridad y en cada paso yo admiraba como la luz triunfaba sobre la penumbra y levantaba con ella las almas de todos los ciudadanos. La ciudad resplandecía con el sol, los verdores de sus montañas convertían a la urbe en el más esplendoroso valle. Las carreteras parecían las venas de un organismo gigantesco que se acostaba sobre la tierra tan sólo para ver el amanecer en el horizonte. Nosotros éramos su sangre.

Vivimos a las afueras de la ciudad, en un pequeño edificio con un hermoso jardín en la parte de atrás y con una espléndida vista hacia las montañas. Allí fue la primera vez que la encontré. (la soledad) La luz cubría las flores de aquel hermoso jardín que sembraron en nombre de nuestros pequeños sueños. No había que soportar tanto dolor. El poema de Dante nos reconforta, y de cierta manera, a mí también. Leer aquella epopeya, aunque llena de melancolías y tormentos nos daba la esperanza de creer que, nosotros al morir, habríamos logrado el viaje hermoso hacia el paraíso. Por los años que estuvimos luchando con desesperación y aquel tormento de haber perdido el sueño de una vida que planificamos con tanto amor y que ahora sólo eran un recuerdo vago...





lunes, 30 de octubre de 2017

No tienes por qué, aceptar una situación de vida, desagradable…

No tienes por qué, aceptar una situación de vida, desagradable…




No tienes por qué aceptar una situación de vida desagradable o indeseable. Tampoco tienes que engañarte y decirte que no tiene nada de malo. No. Reconoces plenamente que quieres salir de ella, y entonces limitas tu atención al momento presente sin ponerle ninguna etiqueta mental.
Eso significa que no hay juicio sobre el ahora. Por tanto, no hay resistencia, ni negatividad emocional. Aceptas el momento tal como es.
Después te pones en acción y haces todo lo posible por salir de la situación.
Eso es lo que denomino acción positiva. Es mucho más eficaz que la acción negativa, surgida de la ira, de la desesperación o de la frustración. Hasta alcanzar el resultado deseado, continúas practicando la rendición negándote a etiquetar, el ahora.
Permíteme una analogía visual para ilustrar el punto que estoy tratando de exponer. Vas caminando de noche por un sendero y estás rodeado por una densa niebla. Pero tienes una linterna muy potente que la atraviesa y crea un espacio estrecho y claro frente a ti. La niebla es tu situación de vida, que incluye el pasado y el futuro; la linterna es tu presencia consciente; el espacio claro que es, el ahora.
La no-rendición endurece tu forma psicológica, el caparazón del ego, creando así una fuerte sensación de separación. El mundo que te rodea, y en particular las personas, pueden parecerte amenazantes. Se te surge una necesidad compulsiva inconsciente de destruir a los demás mediante juicios, y también, la de competir y dominar. Hasta la naturaleza se convierte en tu enemigo, porque tus percepciones e interpretaciones están gobernadas por el miedo. La enfermedad mental que llamamos paranoia sólo es una forma un poco más aguda de este estado de conciencia, normal pero disfuncional.
No sólo tu forma psicológica, sino también tu forma física, tu cuerpo, se endurece y se pone rígido a causa de la resistencia. Surgen tensiones en distintas partes del cuerpo y éste en su totalidad se contrae. El libre flujo de energías corporales, que es esencial para la salud, quedan muy restringidos.
El trabajo corporal y ciertos tipos de terapia física pueden ayudar a recuperar el flujo, pero, a menos que practiques la rendición en la vida cotidiana, esas terapias, se limitan a aliviar los síntomas de forma pasajera, porque la causa de la tensión, el patrón de resistencia, no se ha disuelto.
Hay algo dentro de ti que no es afectado por las circunstancias pasajeras que conforman tu situación de vida, y sólo la rendición te permite acceder a ello. Es tu vida, tu Ser mismo, que existe eternamente en el reino intemporal del presente.





La empatía, y el valor de saber escuchar…

La empatía, y el valor de saber escuchar…



Muchas veces dentro de los grupos de amigos a uno de los integrantes de ese clan se lo conoce como “el psicólogo” del equipo porque siempre pone el oído para escuchar los problemas e inquietudes de los demás y hasta se los hace como propios. Este acto no necesariamente pasa porque conozca o guste de esta ciencia, sino porque simplemente es una persona empática.
La empatía es la capacidad para ponerse en el lugar del otro y saber lo que siente o incluso lo que puede estar pensando.
Las personas con una mayor capacidad de empatía son las que mejor saben “leer” a los demás. Son capaces de captar una gran cantidad de información sobre la otra persona a partir de su lenguaje no verbal, sus palabras, el tono de su voz, su postura, su expresión facial, etc.
En base a esa información, pueden saber lo que está pasando dentro de ellas, lo que están sintiendo. Además, dado que los sentimientos y emociones son a menudo un reflejo del pensamiento, son capaces de deducir también lo que esa persona puede estar pensando.
La empatía es la capacidad para ponerse en el lugar del otro y saber lo que siente o incluso lo que puede estar pensando. Las personas con mayor capacidad de empatía son las que mejor interpretan como se sienten las demás
Es de suponer que, si en la interacción entre dos personas existe algún contacto físico, la persona tiende a desarrollar mayor empatía con la otra y las personas que interactúan sin contacto no desarrollan la capacidad.
La misma se comprobó mediante un test aplicado a un grupo de alumnos de primaria de un colegio que el contacto físico alienta o hace factible la conducta pro social conocida como empatía.
Un profesor dividió al lote de alumnos en 2 grupos distantes uno de otro. "En un grupo los saludaba a los chicos de forma amigable y les tocaba el hombro o el brazo. Después de hacer esto hacia que “accidentalmente” se le cayera algo al piso. Como se había desarrollado la empatía; el 95% de ellos me ayudaba a levantar ese objeto del piso", según el experimento.
Al mismo tiempo su compañera de equipo realizaba el mismo proceso con el otro grupo de alumnos, pero lo hacía de una manera más sobria y señorial, sin hacer el contacto físico. Al dejar caer el elemento al suelo menos del 5% de los examinados le ayudó a levantarlo.
Esta indiferencia se debe según sus conclusiones, a que como no hubo contacto físico, entonces la empatía no se desarrolló.
La empatía es innata.
Se entiende que la empatía es innata porque existen casos de niños quienes desde el poco tiempo de vida demuestran empatía hacia los demás. “Eso se debe gracias a las conexiones cerebrales y justamente por ello, si el ambiente familiar no ayuda a que el niño siga desarrollando esa práctica puede ser que desaparezca o de seguir cultivándola, haría que se acentúe”, reflexiona un especialista.
¿Qué pasaría en el caso de no desarrollarse esta característica? La persona deja de ser empática y poco a poco va perdiendo ese sentido de ponerse en el lugar de otro y le da igual lo que pasa a su alrededor.
Una persona es empática cuando deja de lado sus prejuicios y se pone en el lugar de la escucha y contiene a su interlocutor si es necesario. Además de compartir sus sentimientos. Por el contrario, no es empática cuando actúa de forma contraria, no tiene preocupaciones por el estado del otro y le es indiferente.
“Los empáticos son personas con una elevada sensibilidad social, les gusta escuchar, están atentos a las necesidades de los demás, respetan y comprenden las opiniones dispares”.
¿Cómo se diferencia a los empáticos en un grupo de personas?
“Son personas con una elevada sensibilidad social, les gusta escuchar, están atentos a las necesidades de los demás, respetan y comprenden las opiniones dispares". Al mismo tiempo se advierte que si la persona utiliza de forma negativa esta capacidad podría llegar a manipular a los integrantes de su entorno con la misma.
Así también se especifica que ser empático en sí, significa tener inteligencia emocional, si esa inteligencia no está bien consolidada podría ser que la persona se olvide de vivir su vida, sus problemas y viva la vida de los demás.
¿Cómo ser más empático?
La psicóloga española Ana Muñoz analiza en su blog que una persona puede aumentar su capacidad de empatía observando con más detalle a los demás mientras habla con ellos. Prestandoles toda su atención y observando todos los mensajes que esa persona transmite, esforzándose por ponerse en su lugar y “leer” lo que siente.
“Si mientras hablas con alguien, estás más pendiente de tus propias palabras, de lo que dirás después, de lo que hay a tu alrededor o de ciertas preocupaciones que rondan tu mente, tu capacidad para “leer” a la otra persona no será muy alta”, analiza bien esto.
Pero en el mismo apartado retrae que la empatía es mucho más que saber lo que el otro siente, sino que implica responder de una manera apropiada a la emoción que la otra persona está sintiendo. “Si alguien te dice que acaba de romper con su pareja y tú sonríes y exclamas “¡Qué bien!”, no estás dando una respuesta muy empática”.
“Si mientras hablas con alguien, estás más pendiente de tus propias palabras, de lo que dirás después, de lo que hay a tu alrededor o de ciertas preocupaciones que rondan tu mente, tu capacidad para “leer” a la otra persona no será muy alta”.
Puntos para saber cuándo una persona es empática.
Para medir o detectar que tan empática es una persona, los puntos se basan en todo lo expresado anteriormente para llegar a 5 puntos que ayudan a saber que una persona puede ser empática y son;
Puede interpretar como se siente una persona sin necesidad de indagar mucho.
Está constantemente ofreciéndose a ayudar.
En ocasiones se las puede ver sin compañía.
Evitan grupos de personas numerosas.
Tienen buena disposición para reconocer sus errores.
Sobre los puntos tres y cuatro se aclara que esto lo hacen para evitar sentirse abrumados por la necesidad emocional de los demás.

Las personas empáticas se encuentran en todos los ámbitos de la vida cotidiana, el trabajo, la escuela y hasta en el mismo hogar. Todos podemos desarrollar cualidades de empatía poniéndonos en los zapatos de los demás. Esto puede en mayor o menor medida, mejorar nuestras relaciones interpersonales. Y usted, ¿Es empático?





viernes, 27 de octubre de 2017

Porque querer seguir siendo ignorante…

Porque querer seguir siendo ignorante…



Cuando era niño, mis adultos me reprochaban, por qué yo no tenía dignidad.
Ser digno, me enseñaban, era responder con rabia a la rabia del otro. Yo era ignorante y no pensaba que la rabia de nadie era en contra mía.
Yo creía, que era sólo su propia confusión. Yo no sabía, era ignorante, pero aprendí a ser digno, y comencé a sufrir.
Otro día, mis amigos me enseñaron que estar a la moda era tener ropa con un escudito que era elegante, y que no tenerlo, me hacía menos que los demás.
Miré mi ropa, yo me sentía bien con mi camisa roja, pero no tenía escudo. Aprendí entonces, que yo era menos que los demás, que no era elegante.
Y comencé a sufrir…
Otro día, mi maestro me dijo que, si yo no tenía buenas calificaciones, y no era de los mejores del curso, no me podía sentir orgulloso de mí mismo.
Yo disfrutaba la escuela, pero mis notas no eran nada especial. Entonces, aprendí que no podía sentirme orgulloso de mí mismo.
Alguna vez en mi adolescencia, conocí a la muchacha más hermosa de este mundo. Nos acercamos, nos descubrimos, y antes de que parpadeara de nuevo, cada uno tomo su camino. Pensé, que había sido maravilloso, que el ciclo estaba completado.
Pero los que sabían de amor me enseñaron, que yo era inestable y disfuncional. Recordé mi relación, con mis encuentros y desencuentros: a veces la amé, a veces la odié, como el día y la noche. Creía que era normal, pero ellos sabían más de amores. Entonces, aprendí a sufrir de mis amores…
Después, cuando Papá se fue de la casa, yo me sentí feliz, porque él no parecía feliz en la casa y aunque era un buen hombre, por sus propias razones quería seguir su camino. Yo pensé que Papá se había ido, pero me enseñaron, que Papá me había abandonado…me enseñaron que me faltaba un Papá.
¡Yo no sabía! Yo me sentía completo con Mamá. Pero los que sabían de afectos, me enseñaron que debería llorar, y sentirme triste si alguien partía.
Si no lloraba, yo no era normal, porque no expresaba mi rabia y mis sentimientos.
Entonces busqué mi rabia, y lloré con fuerza, como cada vez que alguien partió de mi vida. Fueron muchas lágrimas porque la vida está llena de saludos y despedidas.
Un día un amigo, a quien todos llamaban “distinguido”, me enseñó que existía la comida exquisita y los sabores refinados, y que había gente ordinaria que no sabía valorar un buen plato.
Yo hasta ese momento, disfrutaba con entusiasmo y gratitud, cualquier plato de comida que la vida generosa, me pusiera en frente a la hora de la cena.
Pero aprendí, que yo era ordinario, y que debía estar feliz sólo cuando tuviera un plato de comida exquisita en frente. Y para ser más refinado aún, debería criticarla.
Lo mismo, me enseñaron con los vinos y la música.
Con la casa en la que vivía, me parecía tan lindo mi cuarto. Me gustaban los vecinos, yo me sentía feliz con mi casa. Pero me enseñaron, que, si quería ser feliz, tenía que buscar una casa más grande.
Aprendí que no podía ser feliz hasta que no la tuviera, pero, aunque la consiguiera, siempre habría otra más grande que no me iba a permitir ser feliz.
Un día leí un libro y me encantó, leí otro, y otro, y me descubrí y me sentí de otra manera.
Entonces alguien que leía muchos libros, me dijo que si quería sentirme culto, tenía que leer algo que al leerlo, me pareciera enredado y tormentoso.
Aprendí a ser culto y dejé de leer lo que a mí me gustaba, y leía lo que otros decían.
Hoy, que tengo los pelos blancos, me doy cuenta de que, quiero ser ignorante de nuevo.
Quiero tocar la mano de quien quiera, mirar a sus ojos, y a su alma, ignorando su pasado, o el mío.
No quiero saber qué hace, o cuánto gana el otro. Sólo quiero saber, cómo es un regalo para mi vida, o cómo es un maestro, que me envió el universo para ayudarme a ser más feliz.
Me encanta de nuevo mi camisa roja sin escudos, y esas medias viejas.
No quiero saber de comidas exquisitas, sólo quiero sentirme inmensamente feliz de poder comer, de disfrutar el sabor de una fruta fresca, o el sabor amoroso de una cucharada de sopa tibia.
No quiero saber en qué barrio vivo, porque este es perfecto. Sé, que mi cama me recibe cada noche.
Ahora sé, que todo lo que quiero, es ser feliz, y no necesito saber nada.
Todo lo que necesito para Ser feliz, lo sé ya, y…en verdad, siempre lo había sabido.

Y no quiero más, seguir siendo ignorante…





Seamos auténticos, y digamos lo que pensamos…

Seamos auténticos, y digamos lo que pensamos…



¿Alguna vez has escuchado esta frase?

Soy auténtico. Yo voy de frente. Yo digo lo que pienso.

Una persona que dice esto, está convencida, que lo que ella dice es la verdad. Se cree poseedor de la clave del comportamiento humano, levanta su voz para enjuiciar aquello que el/ella considera mal, injusto, deshonesto, ilegal, falso, u otras causas, únicamente justificadas con el antecedente de su propia opinión.

¿Alguien le ha dicho a esa persona que decir lo que uno piensa es ser auténtico?
¿En qué momento de su vida le enseñaron que ir de frente es decir lo que piensa?

Pero... yo me pregunto... ¿Habrá pensado lo que dice?

Les dejo esta frase:

No me gustan las personas que dicen lo que piensan. Prefiero a las personas que piensan lo que dicen.
Si viene una amiga tuya, que se ha cortado el pelo, llega sonriente, alegre, y te pregunta:
¿Te gusta? Me he cortado el pelo.


Y tú le respondes: ¿Qué te has hecho? ¡Estás horrible!

Y al ver la cara de sorpresa, desolación, desconsuelo de tu amiga le sueltas en toda la cara:

Soy demasiado honesta, no debería ser así de sincera.
Vamos a ver "amiga"... ¡Que a ti no te guste el corte de pelo (o el auto, o el vestido, o el hijo, o el novio, o el... o el...) no quiere decir que sea la realidad!
Sobre gustos, hay mucho, demasiado escrito! Pero esas personas que se creen que al dar su opinión y luego rematarla con un: "Soy auténtico", ni siquiera se han puesto a pensar que su opinión es solo eso, una opinión. Igual que a otra persona puede gustarle mucho, a otra gustarle un poco, a otra simplemente gustarle.

Decir lo que uno piensa, no es ser sincero, ni honesto, ni auténtico. ¡Muchas veces es ser…! (lo siento)

Les dejo un cuento...

Verdad, Bondad, Necesidad.
Un joven discípulo de un filósofo sabio llega a casa de este y le dice: "Escucha maestro, un amigo tuyo estuvo hablando de ti con malevolencia..."
¡Espera! le interrumpe el filósofo. ¿Ya hiciste pasar por las tres rejas lo que vas a contarme?

¿Las tres rejas?
Si. La primera es la verdad. ¿Estás seguro de que lo que quieres decirme es absolutamente cierto?
No. Lo oí comentar a unos vecinos.
Al menos lo habrás hecho pasar por la segunda reja, que es la bondad.
Eso que deseas decirme, ¿Es bueno para alguien?
No. En realidad no. Al contrario...
!Ah vaya! La última reja es la necesidad. ¿Es necesario hacerme saber eso que tanto te inquieta?
A decir verdad, no.
Entonces, dijo el sabio sonriendo, si no es verdadero, ni bueno, ni necesario, sepultémoslo en el olvido.

Anónimo.
¿Cuántas veces has comentado a alguien la opinión de otra persona, pero que tú supiste de boca de otra?
¿Era verdad lo que decías o era una opinión?

¿Hacía bien a alguien, eso que ibas a contar?
¿Era necesario que esa persona conociera eso?

Recuerda, si te topas con personas que va por la vida de Honestas, de Sinceras, de Justas... muchas veces no tendrán, ni idea que su opinión, además de hacer daño a los demás... ¡es solo su opinión!
Piensa en esto...
Te compras unas botas verdes.
Si te las has comprado, se supone que te gustan. ¡Viene alguien a quien aprecias, y te dice que son de un verde horrendo! Y tú ya no te las pones más...
A él puede no gustarle el color verde, en cambio puede ser tu favorito.
¿Quién dice la verdad?
¿Es justo que tú dejes de hacer, usar, comprar, vestir, algo porque "en opinión de otro" es feo?

No dejes que las opiniones de los demás dominen tu vida. Y si estás del otro lado... procura analizar tus palabras, tus opiniones antes de expresarlas. ¡Pásalas por las tres rejas!

Un amigo mío me preguntaba recientemente:

¿Es que tengo que pensar que palabras voy a usar para hablar?
A lo que yo le respondí.

Si. ¡Deberías! ¡A veces duele más una palabra fuera de lugar que una puñalada!