viernes, 27 de octubre de 2017

Porque querer seguir siendo ignorante…

Porque querer seguir siendo ignorante…



Cuando era niño, mis adultos me reprochaban, por qué yo no tenía dignidad.
Ser digno, me enseñaban, era responder con rabia a la rabia del otro. Yo era ignorante y no pensaba que la rabia de nadie era en contra mía.
Yo creía, que era sólo su propia confusión. Yo no sabía, era ignorante, pero aprendí a ser digno, y comencé a sufrir.
Otro día, mis amigos me enseñaron que estar a la moda era tener ropa con un escudito que era elegante, y que no tenerlo, me hacía menos que los demás.
Miré mi ropa, yo me sentía bien con mi camisa roja, pero no tenía escudo. Aprendí entonces, que yo era menos que los demás, que no era elegante.
Y comencé a sufrir…
Otro día, mi maestro me dijo que, si yo no tenía buenas calificaciones, y no era de los mejores del curso, no me podía sentir orgulloso de mí mismo.
Yo disfrutaba la escuela, pero mis notas no eran nada especial. Entonces, aprendí que no podía sentirme orgulloso de mí mismo.
Alguna vez en mi adolescencia, conocí a la muchacha más hermosa de este mundo. Nos acercamos, nos descubrimos, y antes de que parpadeara de nuevo, cada uno tomo su camino. Pensé, que había sido maravilloso, que el ciclo estaba completado.
Pero los que sabían de amor me enseñaron, que yo era inestable y disfuncional. Recordé mi relación, con mis encuentros y desencuentros: a veces la amé, a veces la odié, como el día y la noche. Creía que era normal, pero ellos sabían más de amores. Entonces, aprendí a sufrir de mis amores…
Después, cuando Papá se fue de la casa, yo me sentí feliz, porque él no parecía feliz en la casa y aunque era un buen hombre, por sus propias razones quería seguir su camino. Yo pensé que Papá se había ido, pero me enseñaron, que Papá me había abandonado…me enseñaron que me faltaba un Papá.
¡Yo no sabía! Yo me sentía completo con Mamá. Pero los que sabían de afectos, me enseñaron que debería llorar, y sentirme triste si alguien partía.
Si no lloraba, yo no era normal, porque no expresaba mi rabia y mis sentimientos.
Entonces busqué mi rabia, y lloré con fuerza, como cada vez que alguien partió de mi vida. Fueron muchas lágrimas porque la vida está llena de saludos y despedidas.
Un día un amigo, a quien todos llamaban “distinguido”, me enseñó que existía la comida exquisita y los sabores refinados, y que había gente ordinaria que no sabía valorar un buen plato.
Yo hasta ese momento, disfrutaba con entusiasmo y gratitud, cualquier plato de comida que la vida generosa, me pusiera en frente a la hora de la cena.
Pero aprendí, que yo era ordinario, y que debía estar feliz sólo cuando tuviera un plato de comida exquisita en frente. Y para ser más refinado aún, debería criticarla.
Lo mismo, me enseñaron con los vinos y la música.
Con la casa en la que vivía, me parecía tan lindo mi cuarto. Me gustaban los vecinos, yo me sentía feliz con mi casa. Pero me enseñaron, que, si quería ser feliz, tenía que buscar una casa más grande.
Aprendí que no podía ser feliz hasta que no la tuviera, pero, aunque la consiguiera, siempre habría otra más grande que no me iba a permitir ser feliz.
Un día leí un libro y me encantó, leí otro, y otro, y me descubrí y me sentí de otra manera.
Entonces alguien que leía muchos libros, me dijo que si quería sentirme culto, tenía que leer algo que al leerlo, me pareciera enredado y tormentoso.
Aprendí a ser culto y dejé de leer lo que a mí me gustaba, y leía lo que otros decían.
Hoy, que tengo los pelos blancos, me doy cuenta de que, quiero ser ignorante de nuevo.
Quiero tocar la mano de quien quiera, mirar a sus ojos, y a su alma, ignorando su pasado, o el mío.
No quiero saber qué hace, o cuánto gana el otro. Sólo quiero saber, cómo es un regalo para mi vida, o cómo es un maestro, que me envió el universo para ayudarme a ser más feliz.
Me encanta de nuevo mi camisa roja sin escudos, y esas medias viejas.
No quiero saber de comidas exquisitas, sólo quiero sentirme inmensamente feliz de poder comer, de disfrutar el sabor de una fruta fresca, o el sabor amoroso de una cucharada de sopa tibia.
No quiero saber en qué barrio vivo, porque este es perfecto. Sé, que mi cama me recibe cada noche.
Ahora sé, que todo lo que quiero, es ser feliz, y no necesito saber nada.
Todo lo que necesito para Ser feliz, lo sé ya, y…en verdad, siempre lo había sabido.

Y no quiero más, seguir siendo ignorante…





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