El vivir, es todo un problema...
Nos pasamos la vida anhelando la ausencia de los problemas.
Queremos ver nuestro camino libre de piedras, queremos sentir que podemos
manejar los hilos de la vida libre de ataduras.
Como si fuera posible vivir en la absoluta estabilidad y
armonía, oyendo únicamente el canto de los pájaros o el sonido de las olas en
la mar. Pero no es así. El día a día es una sucesión de problemas, grandes y
pequeños. Hay obstáculos que tenemos que superar, situaciones que tenemos que
resolver, y decisiones difíciles que debemos tomar.
Es fácil que nuestros intereses choquen con los de otros y
que se produzca un conflicto en alguna de sus limitadas formas. Es inevitable
que alguien nos pida un favor en algún momento al que no sepamos qué responder.
La vida está repleta de contratiempos, imprevistos que alteran nuestros planes,
equivocaciones, fracasos o decepciones.
No es posible tenerlo siempre todo solucionado. En un
momento puntual se puede ver cumplido este deseo, podemos sentirnos plenos y
felices, pero no de forma estable y duradera. Los problemas aparecen en
nuestras vidas, aunque en cada momento los podamos ver desde una perspectiva
distinta, debido a la experiencia o a la madurez alcanzada.
Acostumbramos a considerar los problemas, como situaciones
cotidianas y normales (que le ocurren a la mayoría de la gente) que nos vamos
encontrando a lo largo del día a día. No nos referimos a las desgracias o
tragedias puntuales de impacto incuestionables. Esas piedras que nos
encontramos en el camino y que a veces se nos meten en el zapato dificultan
nuestro caminar, van a estar ahí queramos o no, y pretender querer una vida sin
ellas es algo muy difícil.
Los niños pueden vivir como problemas: en la adaptación al
colegio; en el Bullying o el acoso de los demás; las primeras dificultades en
el aprendizaje o fracasos académicos; los desafíos de entrenarse en alguna
actividad extra escolar en la que se desea destacar, como tocar
un instrumento musical, practicar un deporte....
El adolescente se enfrenta a otras situaciones difíciles;
notar una baja motivación hacia los estudios en comparación con otros
intereses; superar los complejos; formarse una identidad para diferenciarse y a
la vez sentí que sigue perteneciendo a una familia que le quiere; sentirse
integrado en un grupo de iguales y lidiar con los primeros ofrecimientos de
alcohol, de tabaco y de otras sustancias; las decisiones sobre su futuro
(ciencias o letras, o "¿qué quiero hacer después?"), Como elegir una
carrera...
El adulto también tiene sus complicaciones; conseguir empleo
e independencia; mantener un sueldo que le permita cubrir sus necesidades;
encontrar pareja o equilibrio sentimental; preocupaciones económicas diversas
que hasta ahora no recaían en él, como dónde invertir mejor los ahorros,
empezar a pensar en la jubilación, o gastos extraordinarios que puede venir de
sorpresa.
Para el anciano, la salud se convierte en lo primero; está
pendiente de los hándicaps o puntos flojos, de las citas médicas, de cuidar la
alimentación y los hábitos y privarse de las cosas que más le gustan; tratar de
enriquecer el ocio para fortalecer las capacidades físicas y mentales y
animarse; tomar conciencia de los amigos que se van perdiendo; cuidar de los
nietos para ayudar a los hijos; conseguir la integridad psicológica de mirar
atrás, estar satisfecho con lo que uno ha vivido...
La vida está repleta de problemas. En cada etapa (niño,
adulto, anciano) y en cada faceta (amor, trabajo/estudios, salud) los
encontraremos. Cuanto antes lo asumamos, antes aprenderemos a afrontarlos con
naturalidad y eficacia. En cuanto los veamos como algo inherente a la vida,
desarrollaremos mayor destreza para abordarlos o al menos no nos sorprenderá
tanto cuando nos encontremos con uno inesperado.
Todas las personas tenemos recursos para hacerle el frente.
Todos contamos con un equipamiento físico y psíquico. Tenemos que dejar de
obsesionarnos con encontrar la solución perfecta, aunque está claro que esto
nos cuesta de asumir. Lo cierto es que la solución ideal muchas veces no existe
y no nos sirve de nada empeñarnos en dar con ella. Por suerte, siempre hay
varias soluciones buenas para cada problema, o como mínimo aceptables. Lo que
siempre podemos hacer es encontrar la mejor solución que veamos en nuestras
circunstancias.