Los pecados, de la memoria…
Nuestro cerebro es como un gran baúl con millones de
compartimentos en los que atesoramos recuerdos, vivencias, emociones y
aprendizajes.
Nuestra forma de ser, pensar y actuar, hoy es
producto de las interacciones entre estos recuerdos y aprendizajes, de forma
que nuestra memoria guía nuestra conducta, de una manera que casi no podemos ni
sospechar.
La manera en que construimos nuestro mundo, esta
intrínsecamente conectada con este inmenso baúl y la forma en que incluimos
esas vivencias, es determinante para nuestro futuro.
La neuropsicología ha puesto en evidencia la
concepción de que sin memoria no hay pasado es incompleta; pues sin memoria
nuestro futuro peligra gravemente.
Pero, el cerebro no es un fiel diario de nuestro pasado,
sino que tiene la capacidad de reinventar y sobre, escribir nuestras
experiencias vitales para dotarlas de un significado, y de dar una coherencia a
nuestra vida.
Podríamos incluso observar este fenómeno como una
unificación de nuestro “Yo”, es decir, una estrategia adaptativa para aunar
nuestro pasado, presente y futuro.
Es importante señalar que, aunque a estos errores se
les llama pecados, no sólo tienen un efecto negativo en nosotros, sino que
también pueden contemplarse de una manera positiva. Estos pecados tienen una
función adaptativa en nuestro organismo: necesitamos olvidar y deshacernos de
recuerdos, para poder seguir adelante y dejar espacio para recuerdos más
importantes.
El doctor Daniel Sachter, catedrático en Harvard y
experto en neuropsicología, nos da unas pautas para reconocer estos engranajes
de la memoria, entender las malas experiencias que nos puede jugar y aprender a
conocernos un poquito más, sobre cómo entendemos, procesamos y codificamos la
información de nuestro mundo.
Así, podemos diferenciar entre los errores de
omisión, que son los tres primeros y que consisten en diferentes maneras de
olvidar, y por otro lado, los errores de comisión, aquellos que cometemos
nosotros a la hora de recuperar la información almacenada en nuestro baúl.
A continuación, te los explicamos:
1- Pecado de transcurso.
Hace referencia a la progresiva pérdida de recuerdos
que experimentamos con el paso del tiempo. Este pecado, si se produce con
asiduidad e intensamente, puede ser un indicador de la enfermedad de Alzheimer.
2- Pecado de destructibilidad.
Sucede cuando nuestra atención no está totalmente
focalizada en el material a recordar. Por ejemplo, cuando olvidamos dónde hemos
dejado las llaves. Es importante señalar que esta información no se ha perdido,
simplemente o no se ha registrado o se ha registrado con fallos, por problemas
de atención.
3- Pecado de bloqueo.
Conocido también como el fenómeno “lo tengo en la
punta de la lengua”.
A diferencia de los pecados anteriores, esta
información sí que existe y está codificada en nuestra memoria, pero tenemos un
desfase entre la evocación del recuerdo y la producción: por ejemplo, cuando
somos incapaces de recordar el nombre de un restaurante.
Cuando esto te ocurra no sigas insistiendo; relaja
la mente e intenta conectarlo con sensaciones vividas en ese momento para
facilitar el recuerdo.
4- Pecado de atribución errónea.
Esto se produce cuando somos capaces de recordar
correctamente un hecho, pero confundimos la fuente o la situación.
Un ejemplo conocido de la atribución errónea es lo
que le ocurrió a un psicólogo en Estados Unidos acusado de violación. La mujer
dio una descripción tan precisa de él que la policía fue a detenerlo. Resulta
que en el momento de la violación él estaba concediendo una entrevista por
televisión. La mujer vio el programa, pero atribuyó (erróneamente) su cara a la
del violador.
Aunque este es un ejemplo extremo, todos cometemos
este pecado, dado que es bastante frecuente.
5- Pecado de sugestibilidad.
La sugestibilidad sucede cuando voluntaria o involuntariamente
alguien manipula nuestros recuerdos. Mediante preguntas hechas por personas más
o menos hábiles pueden hacernos llegar a recordar como ciertas vivencias, no
ocurridas.
También puede ocurrir cuando nos “apropiamos” de una
situación no vivida en primera persona. Suele ser característico de las
personas egocéntricas, que necesitan una participación “activa” en el recuerdo.
6- Pecado de persistencia.
Este pecado ocurre cuando, aunque intentemos borrar
un recuerdo o hecho traumático de nuestra memoria, este persiste de forma
continuada, haciéndonos revivir sensaciones negativas o angustiosas.
Este pecado está relacionado con la depresión o con
el trastornos de estrés postraumático.
7-Pecado de propensión.
Nuestra conciencia es la responsable de este pecado,
ya que nos provoca la re-evaluación y transcripción de nuestros recuerdos, de
manera que sean coherentes con nuestro “Yo” actual.
Las personas tendemos a adaptar el pasado en base a
nuestro presente. Esto explica por qué una situación vivida por dos personas
puede ser tan diferente cuando se recuerda.
Así, si admitimos que nuestra memoria es vulnerable,
podremos ser conscientes de cuando un recuerdo nos está atormentando, y seremos
más versátiles a la hora de juzgarnos a nosotros mismos, y a los demás.
No te angusties por los pecados de omisión, vigila
los pecados de comisión y recuerda:
“Cuando se le olvide donde dejó el auto, puede
tranquilizarse: su cerebro está ocupado en retener información más importante”
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