Nuestra memoria puede ser fácilmente manipulada…
Una de las normas principales de la ciencia moderna
es: no te fíes nunca de las personas, ni de sus percepciones, ni de sus ideas,
ni de sus testimonios. Los sentidos de las personas son imperfectos, la
histeria colectiva es más común de lo que parece, las personas creen, lo que
quiere creer (no lo que es) y… nuestra memoria no es tan perfecta como creemos.
Para demostrar cuán sugestionable es nuestra memoria
cabe recordar, por ejemplo, el aluvión de casos de abusos sexuales de padres a
hijos que apareció a raíz de que la gente acudía a sesiones de psicoterapia:
los psicoterapeutas, sin quererlo, con sus preguntas y sugerencias, acababan induciendo
a recordar falsamente al paciente que sus padres abusaron sexualmente de ellos.
Otra serie de estudios ponen de manifiesto cómo
nuestros recuerdos se adaptan a nuestras circunstancias personales en una rueda
de reconocimiento policial. En él, los sujetos visionaban una grabación
(simulada) de un robo a un establecimiento de comida preparada. Luego, se les
pidió que pasaran todos por una rueda de reconocimiento de sospechosos.
Los 6 sospechosos que aparecían no eran, en ningún
caso, el ladrón del video. Algo que admitían todos los sujetos que asistían a
la rueda de reconocimiento. Pero la cosa cambiaba si los 6 sospechosos eran
presentados a la vez, simultáneamente. Entonces 4 de cada 10 sujetos escogía a
un sospechoso (por lo general, el que se parecía más al autor del robo).
La cosa se ponía más interesante si, previamente, se
comentaba al sujeto que los anteriores sujetos ya habían reconocido al
sospechoso, y que sólo necesitaban que él lo confirmara o negara. Entonces, tachan,
¡7 de cada 10 personas señalaban a un sospechoso como autor del robo! Recordemos
que ninguno de los sospechosos era el autor del robo, pero el 70 % de la gente
admitía que sí lo era. Ahora podemos imaginar cuán arbitrarios podían ser, por
ejemplo, los juicios de brujería, o el ojo por ojo, diente por diente. O el
confiar demasiado en el testimonio de la gente.
El problema de la sugestibilidad es aún mayor en los
niños, sobre todo, en los niños de edad preescolar. En un estudio típico, un
hombre calvo visitó a un grupo de preescolares en el aula, les leyó un cuento,
jugó con ellos durante un breve espacio de tiempo y luego se fue. Al día
siguiente, se hizo a estos niños una serie de preguntas no lineales del tipo
“¿Qué sucedió cuando vino aquel hombre a visitarnos?”, y los niños respondieron
contando una serie de recuerdos que, si bien no eran completos, resultaban
bastante precisos. Pero cuando se les hacían preguntas que de algún modo
sugerían la respuesta que se quería obtener, como “¿De qué color tenía el
pelo?”, entonces un gran número de niños escogían un color. Aun aquellos niños
que al principio respondían que aquel hombre no tenía pelo en la cabeza,
empezaron, sobre todo desde que la pregunta fue repetida varias veces en
diferentes sesiones, a fabular y a ampliar más aún el falso recuerdo.
También los recuerdos traumáticos, pueden instalarse
de esta manera en la cabeza de los niños, como pasó con los adultos que
supuestamente recibieron abusos sexuales infantiles. Como sucedió en la década
de 1980. Bastó para ello ciertos incentivos sociales: preguntas que insinuaban
la respuesta adecuada, refuerzo de respuestas concretas y mucha repetición. Las
técnicas que precisamente usaban muchos terapeutas y oficiales de policía al
presentar pruebas para acusar a los maestros de educación preescolar en la
década de 1980.
Así que recordar la primera norma de la buena
ciencia: si alguien nos dice que ha visto un marciano, un fantasma o cualquier
otro fenómeno sobrenatural, no le den ningún valor a priori. Y si se celebra un
juicio, nunca aceptar el simple testimonio de una o de mil personas: hasta que
el hecho no esté probado, más allá de una duda razonable…
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