lunes, 20 de octubre de 2014

Nadie escucha a nadie...




Nadie escuchaba nadie... ¿Porque?

    Corremos de un lado a otro, buscando quien sabe que, mientras la felicidad permanece serena delante de nosotros, observándonos con asombro, tomando una deliciosa taza de café. Aprende a calmar tus pasos. Todo lo que necesitas se encuentra en este aquí y ahora. Disfruta más de cada momento. No nos damos cuenta de que, en verdad, entre tanta carrera, vamos perdiendo lo mejor de nuestra vida.

    Hablamos con alguien, y estamos tan acelerados que, en realidad, no le escuchamos y, ciertamente, ellos tampoco nos escuchan a nosotros. Se trata de una escucha parcial, no total.

¿Te has dado cuenta?.

    Hablas con alguien y esa persona está pensando en lo que tendrá que hacer más tarde, esta sumergido en sus pensamientos, en lo que realmente le importa, en los ideales que persigue, en su religión, cavilando y dando vueltas en su cabeza sólo sus ideales y cosas que le interesan. Les hablas, pero no sólo te escuchan de fondo, tan sólo le llega el eco de lo que tu quieres hablar, no puedes evitar en que ellos sólo piensan en su proyecto. Tienen sus pensamientos domesticados y no pueden pensar más que en su pensamientos.

    Tú hablas, pero no te estarán escuchando con total conciencia. Debido al ritmo tan acelerado que llevan en la domesticación de su conciencia toda nuestras acciones son parciales. 

    Comemos hablamos por teléfono al mismo tiempo. Tragamos literalmente la comida. Si hablamos mientras comemos, nos olvidaremos del sabor de la comida. Estaremos atentamente a la conversación telefónica y trataremos, sin más, el alimento. Nos hemos perdido esa experiencia una vez más. Por lo tanto, este es un ejemplo de que sucede cuando conversamos con una persona que literalmente está domesticada, a unas formas de pensar, y por esa acción sólo persigue, que todos los demás sigan por el camino que ya ellos fueron domesticados. No abren la oportunidad de que tu puedas comentar, o alegar tu forma de pensar. No, no lo permite.

    Bájate del tren de la velocidad. Disfruta de las pequeñas cosas de la vida. Si hablas con alguien escucha más y habla menos. Por eso tenemos dos orejas y una boca. De esto mismo se dio cuenta Oscar Wilde. Se fijó en que la gente está tan sumergida en sus propios pensamientos, que a nadie escuchan en todos los términos de totalidad, sólo de manera parcial. Para demostrarlo explicaba a sus conocidos la anécdota sobre el día que tuvo que asistir a una importante fiesta a la que llegó tarde. Para justificar su tardanza ante la anfitriona, Wilde puso como excusa que se había demorado debido a que 'había tenido que enterar a una tía suya que acababa de matar'. De esa forma expuso una excusa que no era cierta. Me explico; el escritor usa una mentira pero la marca con un detalle que no acentuó "todo es una mentira". Y excusa es.

    La dama sin inmutarse contestó al escritor Irlandés: No se preocupe usted. Lo importante es que haya venido a la cita.

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