jueves, 2 de octubre de 2014

Un lugar de ecos



    El mundo es un lugar de ecos si arrojamos ira, ira es lo que nos vuelve; si damos amor, amor es lo que recibimos.

    El amor no debería ser el exigente; de lo contrario, pierde sus alas, no puede volar. Se enraíza en la tierra y se vuelve muy terrenal; entonces es lujuria y proporciona mucha desdicha y gran sufrimiento. El amor no debería ser condicional, no habría que esperar nada de él. El mismo debería ser su razón de ser, no una recompensa o resultado. Repito, si tiene algún motivo ulterior, vuestro amor no puede convertirse en un cielo abierto. Se ve confinado a ese motivo; el motivo se convierte en su definición, en su límite. El amor sin motivo carece de límites; es puro júbilo, exuberancia, es la fragancia  del corazón.

    Y que no haya deseo de conseguir ningún resultado, no significa que no tenga esto un lugar; acontecen, y multiplicados por mil, porque aquello que le damos al mundo, nos vuelve rebotado a nosotros.

    El mundo es un lugar de ecos; si arrojamos ira, ira es lo que nos vuelve; si damos amor, amor es lo que recibiremos. Pero ese es un fenómeno natural, no hace falta pasar por ello. Se puede confiar: acontece por su cuenta. Esta es la ley del karma.

    Se recoge aquello que se siembra; lo que se da es lo que se recibe. Así que no hay, necesidad de pensar en ello, es algo automático. Odia, y que odiarán. Ama, y que amarán...

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