Cómo nos afecta, El Rencor...
Ante una situación de conflicto, cuando el otro nos dice o
nos hace algo que no nos gusta, tendemos a quedarnos con rencores, si, nos
cuesta mucho esfuerzo el poder dar la vuelta a la página de verdad.
"Aferrarse a la ira, es como agarrar un carbón
caliente, con la intención de tirarlo a alguien más. Tú eres el que se
quema.".
Si estamos transitando o intentando transitar en un camino
espiritual, puede ser que nos intentemos auto convencer de que ya no guardamos
ningún rencor hacia nada, ni nadie, podemos llegar a sentir que es así, pero
luego de un tiempo vemos que ante cualquier mínima cosa que nos haga recordar a
dicho evento o a dicha persona, el rencor vuelve a aparecer.
Una visión muy novedosa, sumamente simple y que nos puede
ayudar mucho, es darnos cuenta de que, si guardamos rencores, si nos quedamos
con rencor, somos nosotros los principales perjudicados. Si tengo esos
sentimientos en mí, los sentiré directamente en mi cuerpo, muy probablemente
como un bloqueo o sensación fuerte de incomodidad en el plexo solar, que es
justamente el centro energético o chakra relacionado con las emociones, que se
ubica un poco por encima del ombligo.
Si no soy consciente de esto, sino practico la auto
observación, puedo alimentar aún más estos sentimientos con mis pensamientos;
pensamientos que justifiquen y lleven a más rencores y más separación, pensar
en lo malo que hizo esa persona, en cómo pudo hacerme eso, pensar que nunca más
quiero volver a acercarme a esa persona, etc... Llegado a ese punto, el
malestar que sentiremos puede ser muy notorio. No sólo se sentirá esta
incomodidad en nuestro pecho, estas emociones y pensamientos disonantes también
drenarán nuestra energía vital. En definitiva y en palabras simples, quedaremos
hechos "Triza o un trapo de piso".
Al hacernos conscientes de esto, nos daremos cuenta del
poderoso hecho de que si de verdad soltamos los rencores, si de verdad
aceptamos la situación y podemos ver a otros más allá de la ofensa, los
principales beneficiados seremos nosotros, porque volveremos a sentir paz en
nuestro interior, volveremos a sentirnos libres por dentro, nuestro cuerpo se
volverá a sentir relajado, ya no habrá bloqueo, nos sentiremos nuevamente con
la presencia y la energía vital activa en todo nuestro cuerpo, especialmente en
nuestro corazón. Tendremos más deseos de vivir, sentiremos en dicho interior,
entusiasmo, volveremos a estar conectados con nuestra esencia.
Desde este nuevo lugar, será mucho más fácil comenzar a
sentir verdadera aceptación hacia el otro y hacia la situación que nos tocó
vivir. Entonces, además de ser un regalo para ti, también será como
consecuencia, un regalo para el otro. Si, por el contrario, nos hubiéramos
encargado esta situación sólo desde el esfuerzo de querer aceptar al otro,
inspirados en él común conocimiento de que "perdonar es algo bueno",
sería un enfoque muy noble, pero que nos puede costar muchísimo esfuerzo,
esfuerzo que puede terminar siendo infructuoso...
Desde este nuevo escrito, también se podrá ver más
fácilmente cuáles fueron las causas internas mías que me ayudaron a vivir esas
situaciones, o que me hicieron sentirme tan dolido con dichas situaciones.
Generalmente las cosas nos pasan, y hay otro u otros
involucrados, pero a la vez los dolores se aumentan, por heridas no sanadas de
nuestro pasado. Entonces estos hechos nos pueden ser de gran utilidad para auto
conocernos mejor, para sanar y abrazar cuestiones pasadas. Desde esta visión el
otro termina siendo un facilitador que nos puede estar mostrando algo, que
podemos sanar.
Todo esto no significa que no podamos sincerarnos con la
otra persona, decirle que su actitud nos ha hecho sentir muy mal, que nos hemos
sentido heridos, que su proceder nos parece demasiado fuerte, que no
esperábamos eso de ella/él, y que nos damos cuenta de que nuestro dolor puede
en parte verse aumentado por nuestras propias vidas del pasado, pero que de
todas formas nos duele, o lo que sea.
Por el contrario, el Consejo es intentar siempre, decir lo
que sentimos, compartirlo con el otro, abrirnos al otro, tratando de que sea lo
más posible, desde lo más profundo de nuestro corazón. Es el miedo el que nos
hace creer que es mejor cerrarnos y no decir nada. Y, es el amor el que nos
ayuda a abrirnos y compartir...
Puede ser que, al sincerarnos, sea la otra persona la que se
ofenda. Hay personas que no tienen reparo en decir o hacer cosas fuertes, pero
que no toleran escuchar el retorno. Además, ofenderse en esas instancias que
puede ser un mecanismo de defensa para evitar remordimientos o a hacerse cargo
de sus propias acciones. En ese caso, será la conciencia de la otra persona, la
que debe trabajar sus rencores.
Pero si nosotros hacemos nuestro trabajo y podemos soltar
nuestros rencores, es muy posible que se dé una nueva instancia en la que sea
el mutuo entendimiento, la mutua comprensión, la que triunfe. Sólo es cuestión
de darle a las situaciones el tiempo necesario. Y según han dicho los sabios y
maestros.
"El tiempo es, en últimas, parte de la ilusión, como
así también de la separación".
No nos aflijamos si, de todas formas, más adelante los
rencores afloren de nuevo. En ese caso podremos aplicar de nuevo esta visión
ganadora.
Generalmente vamos creciendo en lo espiritual ascendente,
pareciera que volvamos a pasar nuevamente por lo mismo, pero siempre estamos
avanzando, sanando interiormente y evolucionando, cuando aprendemos de nuestros
errores...
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