Tu vida es tu oportunidad...si tú quieres…
Carta a ti Amiga o Amigo…
Tu vida, es tu oportunidad... si tú quieres.
“Sólo triunfa en el mundo quien se levanta y busca
las circunstancias, y las crea si no las encuentra”.
Apreciado y convaleciente amigo:
He sabido que en realidad no tienes gripe. Dos
semanas empezaban a ser mucho tiempo y no he podido evitar hacer indagaciones.
Sé que te has tomado un descanso forzoso, una baja temporal por estrés. Al
parecer, a las personas, le sigue dando vergüenza reconocer que está estresada,
cansada, bloqueada, débil.
Prefiere inventarse cualquier mentira. La presión
social en este sentido sigue siendo muy fuerte y veo que tú tampoco escapas a
ella.
Y esto me lleva a pensar que probablemente me
necesitas tanto como yo a ti. Yo esperaba que tú me dieras las respuestas a mis
inquietudes, pero a base de preguntarme e investigarme, a base de observar el
mundo que me rodea y bucear en mi interior, estoy alcanzando esas respuestas
por mis propios medios.
Voy a seguir compartiendo este proceso de búsqueda y
reflexión contigo, pues veo que a los dos, y quién sabe si a más personas, nos
puede ayudar a ser más felices. O sencillamente felices.
En este proceso, empiezo a darme cuenta de que mi vida
está llena de oportunidades. He perdido el miedo, y cada vez estoy más
convencido, como te decía en una carta anterior, de que soy yo quien lo acerco
y lo alejo todo de mi vida, quien acerco y alejo las oportunidades.
El diccionario define oportunidad como “conveniencia
de lugar y tiempo”. Y esta conveniencia para tener la vida que deseamos existe el
aquí y ahora, y puede ser creada por nosotros mismos.
Apreciado amigo, si hay cosas en tu vida que
consideras “inoportunas”, que crees que deben cambiar, plantéate seriamente en
qué medida eres tú el que decides que se mantengan ahí. Porque vivir con
circunstancias inoportunas es molesto, incómodo y sólo comprensible bajo un
esquema muy neurótico y masoquista.
Vivir rodeado de circunstancias inoportunas, es
también la excusa ideal que tienen muchos para no abandonar su posición de
víctima y manifestar permanentemente los síntomas de una víctima, con la que se
acaban sintiendo de manera constante. “mal, pero contentos”.
Algunos de los síntomas más evidentes de la víctima,
son la queja continua sobre la vida y los demás, la sensación de vivir como
resultado de las circunstancias más que como generador de ellas, el uso
frecuente, a veces permanente, de los demás como muleta o paño de lágrimas, una
visión dura, y difícil de la vida (donde hay muchos más enemigos y amenazas que
amigos y oportunidades) y la dificultad para experimentar placer, entre otras.
Una de las principales causas de infelicidad que hay
en el mundo es el secreto placer que a veces encontramos, en sentirnos
miserables. Como dice el chiste:
“¿Por qué no sales y te diviertes, cariño?”.
“¡Sabes perfectamente que nunca disfruto
divirtiéndome!”
Uno puede elegir el tipo de vida que quiere vivir y,
en definitiva, dejar de sufrir y ser la víctima. De hecho, siempre hay una oportunidad
para deshacernos de la vida que nosotros mismos hemos complicado, para tener la
vida que deseamos y que nos espera.
Algunas personas no saben ver sus oportunidades y,
por el contrario, ven constantemente, terribles amenazas.
Las amenazas son, salvo en el dramático caso de que
sean claramente explícitas y directas (como las que nacen del terrorismo, por
ejemplo), una cuestión de percepción y, sobre todo, de interpretación de la
realidad, que a cada uno le rodea.
La vida no amenaza, la vida ocurre. Los hechos son
neutros y cada cual les pone el color que quiere. O como dice un genial
aforismo tibetano:
“No hay situaciones desesperadas, sólo personas que
se desesperan”.
De hecho, uno puede resignificar toda experiencia
vivida, incluso la que ha sido interpretada como amenazante, y darle un nuevo y
completo sentido.
Un sentido de aprendizaje, de experiencia.
Por tanto,
Vivir las circunstancias como amenazas o como
oportunidades es una elección.
Lo que vemos, es lo que vemos, no lo que es. En la
percepción juegan sobre todo nuestros sentidos y el patrón psicológico y
cultural en el que hemos sido formados. Lo que para algunos es un reto, para
otros es una dificultad insuperable. Lo que la gente llama “aglomeración” en un
tren, se convierte en “ambiente” en una discoteca.
Nuestro inconsciente, a través de sus mecanismos de
percepción selectiva, nos hace ver la realidad de una determinada manera. La
interpretación combina los estímulos que llegan a nuestro cerebro y monta una
película donde ubica tres ingredientes fundamentales: a uno mismo (o una
misma), a los demás y a las circunstancias.
Según el papel que nos adjudique nuestro
inconsciente en esa película, el resultado final de la escena interpretada
puede ser totalmente distinto en signo (de positivo a negativo), en intensidad
(de mucho a poco) y en posibilidad percibida de cambio (de todo a nada). Si
tenemos una idea negativa y acobardada de nosotros mismos, percibiremos la
realidad como más dura, triste, desagradable y difícil de cambiar que si esa
idea es positiva, relajada y asertiva.
La forma en que decidamos actuar en esa película nos
condicionará para los siguientes y nuevos estímulos que vayan apareciendo en
nuestra vida.
Entre los estímulos que recibimos y las respuestas
que damos existe nuestra capacidad de decidir, qué responder.
La decisión es una elección personal. A mayor grado
de conciencia, mayor libertad de elección, en esa decisión.
Por lo tanto, cuanto más se abren los ojos de la
mente, más posibilidades hay de resignificar nuestro ser, la vida, las
experiencias, y a los demás, de modo que las amenazas vayan convirtiéndose progresivamente
en oportunidades.
Para quitar la sábana y las cadenas a las amenazas
fantasma, sólo tenemos que cambiar nuestro chip, nuestra actitud, nuestra
manera de ver el mundo. Y escucharnos, hacer un análisis de nuestras
habilidades y talentos, es una pieza clave para la conversión de amenazas, en
oportunidades.
Así que voy a empezar a sustituir el “si no lo veo,
no lo creo” por el “si no lo creo, seguro que no lo veré”. Es decir, decido
crear mis propias oportunidades.
Las oportunidades no son sólo fruto del azar, sino
que pueden crearse.
Y para crearlas tenemos que saber lo que queremos y
expresar ese deseo.
Con mucha más frecuencia de la que cabría esperar
seguimos actuando como bebés y creemos que los demás son como nuestra mamá, es
decir, que adivinan nuestros deseos. Y nos olvidamos de que, si queremos algo,
si consideramos, además, que lo merecemos, tenemos que pedirlo.
Un buen amigo mío es un gran compositor musical y
poeta, un auténtico genio de treinta y cinco años. Su sueño hasta hace poco era
que sus letras aparecieran en las canciones de un renombrado y admiradísimo
solista a nivel internacional. Un día, en la conversación que acompaña a una
buena comida, me manifestó su deseo. Mi respuesta fue muy simple: “¿Y por qué
no se lo dices y le mandas un e-mail con fragmentos de tus composiciones?”. Él
se quedó paralizado: “¿Yo? Pero... ¡si nadie me conoce! ¿Qué va a pensar de mí?
¿Tú crees? Debe de estar muy ocupado. ¿Se lo leerá...?”. “Si no lo pruebas,
nunca lo sabrás”, le respondí. Así que lo probó. Y en este preciso momento están
preparando un disco juntos.
Por lo tanto, aunque es obvio, a veces las
oportunidades aparecen porque pedimos lo que creemos que es justo o simplemente
porque lo deseamos: desde un aumento de sueldo hasta salir a cenar con alguien
que nos gusta.
La cantidad y calidad de oportunidades que nos
aparecen en la vida son directamente proporcionales a la actitud que tenemos,
frente a ella.
O, dicho de otra forma: las oportunidades pasan por
delante de nuestras narices, así que... ¡tengamos la caña y el anzuelo a punto!
Afectuosamente,
Oscar Wilde dijo: “El aplazamiento, es el asesino de
la oportunidad”. Y una antigua fábula lo confirma. Dice así:
Un joven describía entusiasmado lo que soñaba hacer
con su vida.
¿Y cuándo piensas hacer realidad tus sueños?, le
preguntó el maestro.
Tan pronto como llegue la oportunidad de hacerlo,
respondió el joven.
La oportunidad nunca llega, replicó el maestro. La oportunidad, ya está aquí y ahora.
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