Llega el momento, en el que decidimos cambiar…
En medio de esta inercia, muchos querríamos que
nuestras vidas fuesen diferentes. Nos gustaría ser más ordenados, pasar más
tiempo con nuestros amigos, no sentirnos bloqueados por nuestros problemas
cuando nos llama una amiga para decirnos que su madre ha fallecido. En ese momento
nos damos cuenta de la velocidad astronómica por la que transitamos por el
mundo, también nos damos cuenta de que nos gustaría que una buena parte de
nuestras vidas fuese diferente… un cambio que pasa por modificar nuestras
costumbres.
El caso es que esto nos pasará, si no nos ponemos en
marcha. Nunca iremos esa ciudad que nos gusta tanto si no ahorramos, sacamos el
pasaje de avión, preparamos el equipaje, nos abrochamos el cinturón y nos
preparamos a volar. Nunca lo haremos si no empezamos a hacer actividades distintas,
si no damos el paso para hacerlo.
Nos gustaría ser más ordenados, pasar más tiempo con
los nuestros y amigos, no sentirnos bloqueados por nuestros problemas, cuando
nos llama una amiga para decirnos que su madre ha fallecido.
Piensa que muchas veces la comodidad de la
repetición es una especie de agujero negro que nos atrapa. en medio de este
conjunto de fuerzas el cambio supone una decisión, un coste y una ejecución.
Salir de nuestra mente, de los juegos imaginarios y empezar a hacer tangente a
nuestra intención y a la realidad, esto implica asumir riesgos. Riesgos que se
aceleren nuestras pulsaciones, pero con otro sabor a las que produce el estrés.
Bien, ¿entonces qué podemos hacer para producir un
cambio significativo en nuestras costumbres?
Vamos a estructurar el proceso en tres pasos:
El primero sería hacer una reflexión sobre qué nos
va a aportar ese cambio y cuál es nuestra motivación para ir en esa dirección.
Si es un proceso muy largo establece pequeñas recompensas intermedias y
momentos para la evaluación de ese cambio.
Empieza cuanto antes. Si has decidido dejar de fumar
no esperes a que termine la semana. Piensa que el propio plan, que has
elaborado antes va a tener mucha más fuerza, si empiezas ahora.
Comparte ese cambio con los demás. Con esto, pondrás
a la presión social de tu entorno, a remar a favor de este cambio. Quizás te
cueste después alguna que otra bronca con ellos, pero al final será más fácil
que logres ese cambio y probablemente ellos te lo perdonarán.
Seguro que has sentido alguna vez esta sensación: lo
ilusionantes y fáciles que parecen algunos cambios cuando estamos en la cama a
punto de dormir y lo cuesta arriba que parecen por la mañana cuando ponemos los
pies en el suelo y empezamos con nuestras costumbres. Es como si pusiéramos el
tren en la vía y el esfuerzo para descarrilarlo fuese mucho mayor.
Este es quizás el último punto que tenemos que
gestionar cuando perseguimos un cambio: ser conscientes de que van a ver momentos
en los que vamos a fallar o que va a ser más difícil, pero no pasa nada,
tenemos la oportunidad de volver a intentarlo.
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