La paciencia, es toda un arte…
La paciencia no es precisamente uno de los cultivos
que más cuide esta sociedad. Sin embargo, ser impacientes nos trae sufrimiento e
insatisfacciones, ya que no nos permite disfrutar, porque estamos siempre
pensando en el futuro y, cuando éste llega, rara vez es suficiente, porque
seguimos pensando en el siguiente futuro.
La paciencia es una actitud necesaria para vivir en
el aquí y ahora, disfrutando del momento presente, viviéndolo, sintiéndolo y
siendo conscientes del mismo. Para ello, es necesario, potenciar las actitudes
que nos centran en cada momento que vivimos.
La vida a ritmo frenético.
“El tiempo es oro”, es un lema que nos indica que no
hay tiempo que perder. Parece que hemos sido programados para hacer y hacer,
sin permitirnos parar, porque perdemos tiempo, y quizás dinero. Esto nos hace
vivir a ritmo frenético, sobrepasando los límites de la salud.
Esta dinámica se está convirtiendo en algo que nos
está destruyendo, ya que, no podemos acelerar el ritmo de la vida y sus
tiempos. Aunque queramos ir más deprisa, todo tiene su ritmo y, por ello,
viviremos frustrados y sufriendo por lo que aún no hemos conseguido, en vez de disfrutar,
de lo que sí está a nuestro alcance.
No sabemos esperar, nos han enseñado a correr, a
vivir con estrés y con los plazos de fechas al límite en nuestros talones. Por
eso, no tenemos tiempo para esperar a meditar una decisión, ni un resultado,
queremos que todo sea rápido, aunque eso signifique perder una gran oportunidad,
para nuestra vida o equivocarnos.
“La paciencia es la fortaleza del débil y la impaciencia,
la debilidad del fuerte.”
“Lo quiero Ya”
Hemos convertido nuestra sociedad en el mundo del
“Ya” y para rápido. No podemos esperar a mañana, ni a llegar a casa, ni a ver a
una persona…Todo nos va indicando que tenemos que resolverlo ahora y acabamos
haciendo cosas “Ya”, de forma poco premeditada, como una manera de liberarnos
de la ansiedad.
Hablamos o enviamos mensajes cuando caminamos,
conducimos o incluso cuando estamos tomando un café con alguien, porque no nos
han enseñado a esperar y la tecnología nos facilita que sea “Ya”. En todo
momento estamos comunicados, localizados, sin tiempos en los que simplemente no
estamos para el mundo y sí para nosotros. Creemos que podemos adelantarnos al
mañana, y lo que ocurre es que perdemos el presente.
La sociedad cultiva la impaciencia, el ritmo
frenético, el estrés y nos dejamos llevar, sin plantearnos las consecuencias de
esto, hasta que llega. Piensa que, En algún momento, nos inundará el
sentimiento de no haber vivido para nosotros, porque quizás lo hemos hecho para
“otros”, para el “sistema” o la “empresa”.
Además, viviremos las consecuencias físicas y
mentales, de no saber esperar. Aparecerán la enfermedad y los conflictos
personales e interpersonales, ya que no todo es como queremos y los demás, no
podrán facilitarnos siempre las cosas “Ya”.
Vivir desde la sala de espera.
Sin embargo, podemos vivir desde la paciencia,
sabiendo esperar a que las cosas ocurran de forma natural, sin forzarlas, sin
presiones, y en muchas ocasiones, sin buscarlas. Cada día va a amanecer, para
ello no tenemos nada que hacer, salvo disfrutar de ese momento y, mientras esperamos
que ocurra, disfrutaremos del resto de cosas que ya encargamos y de las que nos
hemos olvidado rápido en post del siguiente deseo.
Para cultivar la paciencia, es necesario, bajar el
ritmo, centrarnos en el presente y vivirlo conscientemente. Manteniendo la
seguridad y tranquilidad, de que habrá un futuro, siempre que lo acompañemos de
buenas prácticas saludables y buenas actitudes.
La paciencia nos permite vivir la vida desde la
actividad paciente. Nos ponemos en marcha, seguimos avanzando, y acompañamos la
vida, ajustándonos al momento, y al ritmo de la misma. Se trata de no pretender
que sea de otra manera, sino de saber esperar y mantener la calma, para que las
cosas ocurran cuando tengan que ocurrir.
“La paciencia es un árbol de raíz amarga, pero de
frutos muy dulces.”
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