¿Sabes vivir, sola o solo?
Hay personas que huyen de la soledad como si fuera una suerte
de peste o enfermedad violenta. Algunas sienten miedo y otras lo ven como una
causa de exclusión social. Tal vez huyen de sí mismas o temen ser víctimas de
un estigma social que asocia, soledad con fracaso.
La soledad es una oportunidad para conocerse y aprender a
convivir con uno mismo. Permite meditar, centrarse, relajarse y dedicarse con
enfoque e intensidad al estudio, al trabajo o a aquello que nos apasiona.
Vivir en soledad no significa necesariamente sentirse solo.
Lo que verdaderamente pesa sobre nuestro ánimo y nuestra
salud es sentir nuestra soledad como una carga o una tristeza. Esa sensación no
depende de si nos encontramos acompañados o no. Sentirte aislada/o, deprimida/o,
incapaz de expresar tus sentimientos, desconectada/o de lo que ocurre a tu
alrededor, incomprendida/o, puede ser el no ser escuchada/o, y puede sucederte,
aunque estés rodeado de personas.
Si aprendemos a vivir solos y a sacar partido de nuestra
soledad nos convertiremos en personas sanas e independientes, capaces de
gestionar nuestra vida.
Difícilmente entablarás relaciones saludables si te sientes
incapaz de vivir contigo mismo. Sólo desde esa capacidad, puedes relacionarte
con otros sin depender de ellos y cederles el poder, sobre tu vida. Tienes que
aprender a vivir por y para ti. Si desatiendes tu persona, si te aferras a alguien
por miedo a sentirte sola/o o por una necesidad afectiva extrema derivada de tu
falta de autoestima, vivirás una pesadilla y te degradaras como persona.
Una relación sana se da entre personas completas que no se necesitan,
pero se complementan, valoran, respetan y mejoran sus vidas con esa unión. Si
no eres capaz de vivir, sin esa persona o de experimentar la reciprocidad
afectiva a su lado, si permites todo tipo de vejaciones o haces cualquier cosa
con tal de no separarte o de sentirte querida/o, estas dependiendo emocionalmente
de ella. Nadie te querrá si percibe que tú no te quieres, por el contrario,
contra más trates de agradar, y por más que te despojes de tu estima y te rebajes,
mayor será el daño que te hagas y mayor la tiranía, que ejercerá esa persona
sobre ti.
La soledad puede ser conveniente para reflexionar sobre una
relación o sobre lo que deseas para ti o simplemente para hacer que otras
personas reflexionen. En ocasiones un paréntesis de soledad en una pareja o en
una relación social puede fortalecerla. Date tiempo para pensar y conocerte. Si
te embarcas en una relación nueva, sin una solución de continuidad, por miedo a
experimentar la sensación negativa de encontrarte sola/o tienes muchas
posibilidades de volver a fracasar.
Parte de lo que no funciona o no ha funcionado en tu vida,
está dentro de ti y de tu forma de ver y verte, sentir y actuar. No te
precipites, sé selectiva/o. Date tiempo y espacio para decidir si quieres
reanudar esa relación o comenzar otra. Tal vez lo que desees sea estar sola/o.
No hay nada de malo, ni pernicioso en vivir sola/o cuando ello no implica dar
la espalda a la vida o dejarse llevar por pensamientos negativos. En todo caso,
no deberías tomar decisiones desde el miedo y la desesperación, sino desde la
serenidad, el conocimiento y la aceptación de ti misma/o. No busques la
compañía para huir de tu persona, de tus responsabilidades y de tus miedos.
Vivir contigo mismo, implica mirar hacia adentro, realizar un
ejercicio de introspección para saber quién eres, para que vives, qué quieres.
Te permite aceptarte, conocer tus fobias y superarlas, quererte, valorarte y
tomar conciencia de tu fuerza interior. Sobre todo, implica convertirte en
responsable de tu persona como director y hacedor de tu vida. Es cierto que
habrá momentos de incomodidad y experiencias dolorosas, pero sólo conociéndote
y queriéndote puedes crecer como individuo logrando esa serenidad interior, que
conduce a la felicidad.
Quién aprende a convivir consigo mismo, sin caer en el
aislamiento, no sentirá que está sola/o, aunque viva en soledad.
Vivir solo no implica vivir paralizado ni aislado. Realiza
actividades, sal a caminar, haz ejercicio, cocina, viaja, relaciónate. Puedes
vivir contigo mismo y compartir tu vida con amigos y familiares. Somos seres
sociales y el aislamiento nos priva de una parte de nuestra esencia.
No renuncies a tu vida social, a compartir tu tiempo, tus
ideas, tus sentimientos y tus cosas con los demás. Hazlo sin depender de ellos,
desde tu bienestar interior.
Date caprichos, cuídate. No busques en el exterior la
felicidad, la estima, la razón para vivir o tus necesidades básicas. Todo eso
está dentro de ti. La vida se vive desde dentro. Son tus pensamientos los que
crean tu realidad. La armonía, la paz mental y espiritual viven en tu interior.
Es verdad que necesitamos amor, pero el amor empieza por uno
mismo. No lo mendigues, no te conformes con cualquier cosa, no pienses que los
demás son mejores que tú, no busques obsesivamente una pareja, no aguantes lo
que sea para tener personas a tu lado, no cedas a otros el poder y la
responsabilidad sobre tu vida. Confía en ti, en tus propios criterios, en tus
cualidades y valores como persona, sé tú propia/o líder.
No huyas de ti misma/o. En lugar de eso, conócete, quiérete
y disfruta de la gran persona que eres.
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