viernes, 8 de abril de 2016

A través de la ventana...

A través de la ventana...





¿Cuántas veces nos habremos colocado frente a una ventana para observar lo que sucede afuera?
Si nos hubiéramos tomado la molestia de anotar todo lo que alcanzamos a ver, la lista sería interminable y sorprendente, y, lo que, es más, mucho de lo visto y escrito podría espantarnos.
Pero también habría que reconocer que allí afuera hay mucho de bueno y que en gran medida eso mismo es lo que nos permite aprender y superarnos, por poco que sea. Aún lo mínimo, si es bueno, enseña.
Pero sucede que, al hacernos ciertas preguntas, no siempre encontramos la valentía para contestarlas:
¿Qué suelen ver los demás cuando nos miran a través de esa misma ventana?
¿Nos verán como realmente somos?
¿Qué interpretarán al observarnos? ¿Encontrarán todo en orden?
Cuando nosotros miramos hacia el mundo, enseguida pensamos que habría muchas cosas para cambiar en él, pero tal vez “nos olvidamos” que los demás también practican el mismo derecho de observarnos y opinar.
Es entonces que quizás optamos por la negación y decidimos cerrar la ventana para no ver aquello que nos resulta ingrato del mundo exterior. Se nos ocurre que es una forma simple de eliminar lo que nos molesta, aun comprendiendo que de esa manera los demás tampoco nos verán y que terminaremos encerrados.
Si lo pensáramos bien, llegaríamos a la conclusión que fundamentalmente somos nosotros quienes deberíamos hacer algunos cambios, definiendo con sinceridad quién somos y cómo somos, para luego sí llegar al equilibrio, aprendiendo a dejar abierta la ventana con total tranquilidad, sin estar pendiente obsesivamente de lo que los demás hacen o dicen, o si se acercan a su vez para evaluarnos.

Que quede abierta para tener la posibilidad de airearnos y comunicarnos, no para juzgar o exhibirnos. 



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