MIRADAS
Hay momentos en la vida,
pocos, muchos, cuando nos parece haber perdido la facultad de pensar o razonar.
Son “lagunas” que
aparecen de improviso y que nos pueden hacer olvidar cosas a tal punto, que no
podemos distinguir cuál es una o cuál es otra, es decir, no podemos definir con
certeza qué es lo correcto o qué no lo es. Dudamos, todo nos parece igual, y lo
que es peor, parece que las cosas hubieran perdido el valor que debieran tener.
Cuando eso se
convierte en costumbre, corremos el riesgo que en nuestro futuro ya no quede ni
la más remota esperanza de mejorar y nos parece que estamos cerca de abandonar
todo, ganados por el cansancio, pensando en que ya nada vale.
Notamos que el
tiempo va pasando y nuestra apatía ha ido creciendo, ya nos domina; ya ni nos
sentimos capaces de saber valorizar lo bueno que todavía nos queda en la vida
por vivir.
Por suerte, sentimos
que aparece en el momento menos pensado, el remedio que necesitamos y que
habíamos creído ignorar durante tanto tiempo.
Notamos sin querer
que alguien nos ha dirigido un tipo especial de mirada, que aparentemente nada
dice, pero en su simpleza, y en completo silencio, expresa algo que no
alcanzamos a entender, pero nos “toca” y sentimos que nos despierta y nos
aparta de esa indiferencia que nos invadía.
Son momentos mágicos
que pueden surgir en nuestras vidas y todo aquello que no sabíamos decir con
las mejores palabras, puede transmitirse con esa mirada que lo dice todo.
Notamos que hablamos
cuando miramos y mirando, decimos todo lo oculto que callamos.
Entonces nos
sentimos, vivos otra vez.
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