Déjalo ir...
Si levantas tu cabeza, estiras los brazos e inspiras con
intensidad hasta llenar los pulmones, sentirás que te colmas de energía.
Prueba ahora a inclinar la cabeza hacia abajo y permitir que
el aire te abandone por completo, expirando lentamente. Tal vez esa energía se
vaya diluyendo para dar paso a una sensación de alivio.
Inspirar y expirar es un ejercicio que realizamos
inconscientemente durante toda nuestra vida, aunque sólo adquiere significado
cuando reparamos en él.
Vivir una vida plena, también pasa por aprender a tomar y
soltar, como si respirásemos.
A veces nos aferramos a recuerdos, personas y objetos y nos
sentimos mal, porque eso que retenemos y no dejamos ir, genera negatividad,
dolor o sufrimiento.
Puede que tengamos interiorizado que aquello que provoca
malestar o problemas es más valioso, que no podremos encontrar nada mejor o que
nos sintamos redentores de cuanto no es como deseamos en los demás, creyendo
que tenemos el poder y la obligación de cambiarlo a cualquier precio. También
es posible que una persona sea adicta a las emociones negativas o que prefiera
ser la víctima para no asumir responsabilidades sobre su vida.
Cualquiera que sea la razón, estamos ante actitudes y
creencias que convierten nuestra vida en un pequeño o en un gran calvario.
Aprender a soltar eso que provoca sufrimiento y negatividad
es el primer paso para salvaguardar la autoestima, la salud y la felicidad
personal. Cuando dejamos ir lo que nos hace mal también abrimos huecos en
nuestra vida para que entre lo positivo.
Puede que, al hacerlo sufras, llores o sientas que el mundo
se abre bajo tus pies, pero no es más de un proceso necesario en el camino de
vaciarte para volverte a llenar.
En ocasiones hay que perder para ganar.
No puedes pasarte la vida aferrada/o a personas que roban tu
energía y te maltratan, rodearte de individuos que desprecian o ignoran lo que
eres, de recuerdos que alimentan emociones de ira y temor, de situaciones que
te denigran y enferman o de quejas repetitivas sobre tus sufrimientos y
pesares. Al hacerlo estas reteniendo el dolor y la infelicidad. ¿Con que
objeto?
¿Terminó tu trabajo, tu relación o tu amistad? Déjalo ir.
Con el tiempo descubrirás que no es indispensable en tu vida. Tú ya eras tú
antes de que todo eso existiera, ya tenías una vida y seguirás teniéndola.
Suelta tu inseguridad, tus traumas, tus resentimientos, tus
miedos, tus hábitos nocivos, tu pasado.
No te desgastes dándole vueltas a lo que sucedió. ¿Qué ganas
con revolcarte en los hechos que se fueron para siempre? No dediques tus
energías a tratar de cambiar el pasado, ni a retenerlo. Sólo podemos actuar en
el presente. El presente es todo lo que tenemos. Vívelo.
En la vida todos estamos abocados a ir cerrando puertas y
capítulos. A quemar etapas.
Si dejas puertas abiertas, por si acaso, nunca podrás
desprenderte de lo que te hace sentir mal.
Ya no eres el empleado de aquella empresa que te despidió
injustamente, ni el amor o la ilusión de esa persona que tanto te quiso, ni el
amigo de quién tu consideras amigo. Puede que incluso seas el gran empleado de
una empresa en la que no quieres estar, el gran amor de alguien a quién no
amas, el gran amigo de quién no consideras amigo, y, si todo eso, provoca
sufrimiento o malestar en ti, tu bienestar pasa por dejarlo ir.
No esperes que te reconozcan y sepan quién eres. Quién eres
lo sabes tú.
Si algún día sucede tal cosa, ¿qué va a reportarte? Lo que
acabó, acabado está. Si vuelve a ser, será algo diferente, un capítulo
totalmente nuevo, porque no eres el misma/o que ayer, ni el misma/o que hace
cinco minutos, y muchas de las cosas que hiciste hace cinco minutos no las
harías ahora mismo, bajo las circunstancias que, ahora, en este momento, conoces;
bajo los pensamientos que, ahora, en este momento, tienes. Tú ya no encajas en
tu pasado, no encajas en el instante que se fue. No lo retengas. Déjalo ir.
Hoy puedes abrir una nueva página en el libro de tu
existencia. ¿Cómo? Cerrando capítulos.
No murmures el pasado. ¡Respira!
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