¿Por qué todos tenemos miedo?
¿Porque tenemos
miedo?
El miedo (Gran teoría):
El miedo es una emoción dolorosa, excitada por la proximidad de un peligro,
real o imaginario, y que está acompañada por un vivo deseo de evitarlo y de
escapar de la amenaza. Es un instinto común de todos los seres humano del que
nadie está completamente libre. Nuestras actitudes ante la vida están
condicionadas en gran medida por esos temores que brotan de nuestro interior,
en grados tan diversos que van desde la simple timidez hasta el pánico
desatado, pasando por la alarma, el miedo y el terror.
A los seres humanos se nos lastima desde la infancia. Todos hemos padecido la
presión, con su sentido de la recompensa y el castigo. Se nos dice algo que nos
causa enojo y nos lastima. Se nos hiere desde la infancia y por el resto de
nuestra existencia cargamos con esa herida, temerosos de que se nos vuelva a
lastimar o tratando de que no se nos lastime, viviendo una forma de
resistencia. Nos damos cuenta, pues, de estas heridas y que, por ellas, creamos
una barrera alrededor de nosotros, la barrera del miedo.
En casi todas nuestras motivaciones subyace, algún tipo de temor que frena y
condiciona nuestros actos. Este hecho ha sido largamente conocido y
aprovechado, a través de los tiempos, por algunas personas para ejercer dominio
sobre otras. Las doctrinas religiosas, con diablos de fuego y azufre para
castigar a los malos, constituyen algunos ejemplos de una variada gama de
"abusos del terror" que ha ido transformándose, hasta adquirir formas
más suaves en nuestros días.
Los seres humanos hemos tolerado el miedo durante miles de años como una forma
esencial de ejercer la autoridad. Y nosotros toleramos el miedo, tal como lo
han hecho nuestros padres, nuestros abuelos y toda la raza en la que hemos
nacido. Todas las sectas, los dioses y los rituales se basan en el miedo y en
el deseo de alcanzar algún estado extraordinario.
Algunos de estos temores antinaturales se denominan fobias. Quienes los padecen
no se ven amenazados por ninguna causa objetiva, ni próxima y, sin embargo, son
incapaces de liberarse de sus sentimientos negativos. Los hay que temen a las
ratas, a la oscuridad o a las tormentas. Algunos tienen miedo a la soledad,
otros a las grandes muchedumbres y muchos se espantan cuando penetran en
espacios cerrados, como túneles, ascensores, etc. En estos casos el temor es
para la mente lo que la parálisis para el cuerpo. Es el principio de todos los
males, pues a un cobarde los temores le exponen a todo tipo de peligros. Cuando
el miedo es constante perdemos la confianza en nosotros mismos y en nuestra
propia capacidad, nos sentimos incompetentes y abocados al fracaso. Además, los
temores imaginarios causan enfermedades, consumen la energía del cuerpo y
producen desasosiego y pérdida de vitalidad.
El miedo toma diferentes formas, miedo a no ser recompensados, miedo de
fracasar, miedo de la propia debilidad, miedo del sentimiento, que genera en
nosotros tener que llegar a cierto punto y no ser capaces de lograrlo, miedo a
la oscuridad, miedo a la propia esposa o al marido, miedo a la sociedad, miedo
de morir, etc. Pero no estamos hablando de los diferentes aspectos que toma el
miedo. El miedo es como un árbol que tiene muchas ramas, y aquí nos referimos a
de la raíz misma de ese árbol, no de nuestra forma particular de miedo.
Es muy normal creer que un cierto grado de temor nos ayuda a progresar y que es
un estímulo para el cumplimiento de nuestro deber. Pero esto no es cierto, el
temor no es bueno, ni saludable. No es lo más adecuado justificar el miedo,
pues éste únicamente nos coacciona. Desde el miedo no puede surgir ni el
conocimiento ni la sabiduría. El miedo nos aparta de la realidad y nos hace
entrar en un mundo subjetivo, paralizante y desbordante. El problema de la
humanidad reside en que los seres humanos tememos. Tenemos miedo porque nos
aferramos a cosas y a personas que, por sí mismas, no se pueden “poseer”.
Tememos por nuestro buen nombre y posición, por nuestra familia y posesiones. A
medida que adquirimos bienes, fama y poder, adquirimos también el temor a
perderlos y la constante preocupación de velar por su salvaguardia. Nos
convertimos siempre en víctimas de nuestra propia ansia y ambición. Quien posee
teme, y éste es un defecto común, en distintos grados, de casi toda la
humanidad.
Para que se disipe el temor es preciso ser conscientes de él. Nuestra conducta
suele estar siempre inspirada en la ignorancia y en el temor, y mientras nos
hallemos en la oscuridad de la inconsciencia el temor permanecerá donde está.
Pero una persona inteligente se encuentra libre de todo temor, y todos podemos
serlo. Si podemos descubrir la causa fundamental de nuestro miedo entonces
podemos hacer algo al respecto y cambiar la causa. Y si descubrimos cuál es su
causa, la raíz, y la descubrimos por nosotros mismos, habremos terminado
automáticamente con ella. Si vemos el proceso que da origen al miedo, o vemos
sus múltiples causas, entonces, esa percepción misma pone fin a la causa.
El miedo es muy complejo. Es una reacción tremenda. Si estamos alertas a él
veremos que es una conmoción, no sólo biológica, orgánica, sino que es también
una conmoción para el cerebro. Es una conmoción, puede ser momentánea o
continuar en diferentes formas, con distintas expresiones, distintas
modalidades. Para comprender la raíz del miedo tenemos que comprender el
tiempo, el tiempo como ayer, el tiempo como hoy y el tiempo como mañana.
Recordamos algo que hemos hecho, y el recuerdo de eso hace que nos
avergoncemos, que nos sintamos nerviosos, aprensivos o temerosos, todo lo cual
prosigue hacia el futuro. Y todo este proceso es tiempo.
El tiempo para casi todos es el tiempo del reloj, el tiempo de la salida y la
puesta del Sol que ocurre todos los días. Es el tiempo para aprender un arte,
un idioma, para escribir una carta, para llegar a algún sitio desde donde está
tu casa. Todo eso es tiempo como distancia, como espacio, Tenemos que ir desde
aquí hasta allá. Ésa es una distancia que el tiempo cubre. Pero el tiempo puede
ser también interno, psicológico: soy esto, debo llegar a ser aquello. El
llegar a ser aquello se llama evolución. La evolución implica el desarrollo de
un vegetal desde la semilla al árbol. Pero también significa: "Soy
ignorante, pero aprenderé; no sé, pero sabré; denme tiempo para librarme de la
violencia." "Denme tiempo." Denme unos cuantos días, un mes, un
año, y me libraré de la violencia. Vivimos, pues, a base de tiempo; no sólo es
tiempo el ir al trabajo de ocho a seis, sino que también necesitamos tiempo
para llegar a ser alguna cosa. Necesitamos comprender el tiempo, con todo su
movimiento, pues vivimos en él, tanto psicológicamente como biológicamente.
Todos hemos hecho cosas que no queremos que se sepan, porque si así fuera
nuestra reputación se vería mermada. Son recuerdos, pensamientos, que reclaman
que nos protejamos. Así que el tiempo y el pensamiento van juntos, no hay entre
ellos división alguna. Si no tenemos esto bien claro nos confundiremos en la
vida. El proceso que da origen al miedo, la raíz del miedo es el binomio
tiempo/pensamiento.
El pasado, con todas las cosas que hemos hecho, y el pensamiento, dándoles el
valor de agradables o desagradables, son las raíces del miedo. Este es un hecho
obvio, verbalmente es un hecho simple, pero para verlo en toda su profundidad,
para ir más allá de las palabras, es preciso que nos preguntemos si podemos
detener el pensamiento. Si el pensamiento crea el miedo, detener el pensar
disuelve el miedo.
Todo lo que hacemos lo hacemos mediante el pensamiento. Pero preguntarnos si
podemos detener el pensamiento es una pregunta poco acertada, pues quien quiere
detener el pensar sigue siendo el mismo pensamiento. Cuando pensamos que si
dejamos de pensar no tendremos miedo, quién desea detener el pensamiento sigue
siendo el propio pensamiento. Sigue siendo el mismo pensamiento que ahora desea
algo más.
Cualquier pensamiento que tenga el propósito que seamos otra cosa que lo que
somos sigue siendo pensamiento. Somos codiciosos, pero "no debemos"
ser codiciosos; eso sigue siendo pensar. El pensamiento es la raíz misma de
nuestra existencia, de modo que la cuestión que planteamos es muy seria. El
pensar ha creado todos los objetos, también todas esas cosas que se encuentran
en los lugares donde se reúnen las personas llamadas “religiosas”. Vemos lo que
el pensamiento ha hecho, ha inventado las cosas más extraordinarias, los
ordenadores, los buques de guerra, los misiles, la bomba de hidrógeno, la
cirugía, la medicina, y también vemos las cosas que nos ha permitido hacer,
como ir a la Luna, etc. Pero el pensamiento es la raíz misma del miedo.
Es preciso que veamos todo esto y no pensar en cómo terminar con el
pensamiento. Tenemos que ver realmente que el pensar es la raíz del miedo, el
cual es tiempo. Ver, no utilizar las palabras, sino ver el hecho. Cuando
tenemos un dolor severo, el dolor no es diferente de nosotros mismos y actuamos
instantáneamente. Necesitamos ver tan claramente como vemos las cosas que nos
rodean que el pensamiento es el factor causante del miedo. Si vemos por
nosotros mismos que el pensamiento y el tiempo son, realmente, la raíz del
miedo, ello no necesita deliberación ni decisión. Un escorpión es venenoso, una
serpiente es venenosa, y en el instante mismo en que lo percibimos actuamos, no
necesitamos perder el tiempo en pensamientos.
Debemos ver que el tiempo y el pensamiento son las fuentes del miedo. Tenemos
que ver las cosas, ver la realidad, lo que es, y no sólo memorizar o pensar al
respecto. Es necesario que pongamos todo nuestro ser en descubrir la relación
que tenemos con el mundo, y comprobar en esta relación con él que no nos
hallamos separados del resto del mundo, sino que somos el resto del mundo.
Es preciso comprender que nuestra mente y nuestra consciencia son la
consciencia y la mente de la humanidad. Dondequiera que uno vaya el ser humano
está sufriendo, ansioso, inseguro, solitario, desesperado en su soledad,
agobiado por el dolor. De modo que nuestra consciencia, nuestro ser, es toda la
humanidad. Psicológicamente cada uno es la humanidad, no está separado del
resto de los seres humanos. La idea de que uno es un individuo con una mente
especialmente suya es un absurdo, porque el cerebro ha evolucionado través del
tiempo. Es el cerebro de la humanidad, y ese cerebro forma parte de la
humanidad, genéticamente, etc. Por lo tanto, uno es el mundo y el mundo es uno
mismo. No se trata de una idea, de un concepto o de un desatino utópico; es un
hecho. Y esa mente humana se halla por completo confusa, con miedo y sufriendo.
Esto es así, pero en general somos muy reacios a aceptar un hecho tan simple.
Ocurre que estamos muy acostumbrados al individualismo, yo y lo mío, antes que
nada. Pero si vemos que la consciencia de cada uno de nosotros es compartida
por todos los demás seres humanos que viven en esta Tierra maravillosa,
entonces cambia toda nuestra manera de vivir. Los argumentos, la persuasión, la
presión, la propaganda son terriblemente inútiles, porque tenemos que ver esto
por nosotros mismos.
Entonces, cada uno de nosotros, que es el resto de la humanidad, que es la
humanidad, debe mirar un hecho muy simple, observar, ver, que el pensamiento y
el tiempo son los factores que dan origen al miedo. Entonces, la percepción
misma es la acción. Y, a partir de ahí, uno ya no dependemos de nadie. Si lo
vemos muy claramente entraremos en una dimensión espiritual de la que surgirá
la libertad.
Se nos lastima desde la infancia. Está siempre la presión, siempre el sentido
de la recompensa y el castigo. Usted me dice algo que me causa enojo y me
lastima, ¿correcto? Hemos comprendido, pues, un hecho muy simple: que se nos
lastima desde la infancia y que, por el resto de nuestra existencia, cargamos
con esa herida, temerosos de que se nos vuelva a lastimar o tratando de que no
se nos lastime, lo cual es otra forma de resistencia. ¿Nos damos cuenta, pues,
de estas heridas y de que, debido a ellas, creamos una barrera alrededor de
nosotros, la barrera del miedo? ¿Podemos investigar esta cuestión del miedo?
¿Lo haremos? No para satisfacción mía, porque es de ustedes de quien estoy
hablando. ¿Podemos penetrar en ello muy, muy profundamente y ver por qué los
seres humanos, que son la inmensa mayoría, han tolerado el miedo durante miles
de años? Vemos las consecuencias del miedo, miedo de no ser recompensados,
miedo de fracasar, miedo de la propia debilidad, miedo del sentimiento que
genera en nosotros tener que llegar a cierto punto y no ser capaces de
lograrlo. ¿Tienen interés en investigar este problema? Eso significa
investigarlo completamente hasta el fin, no limitarse a decir: "Lo siento,
eso es demasiado difícil." Nada es demasiado difícil si uno quiere
hacerlo. La palabra difícil nos impide una acción ulterior. Pero si pueden
desechar esa palabra, entonces podremos investigar este sumamente complejo
problema.
Ante todo, ¿por qué toleramos el miedo? Si tenemos un automóvil que anda mal,
acudimos, si es posible, al garaje más cercano; allí arreglan la maquinaria y
proseguimos la marcha. ¿Es que no hay nadie a quien podamos acudir para que nos
ayude a no tener miedo? ¿Comprenden la pregunta? ¿Necesitamos la ayuda de
alguien para librarnos del miedo? ¿La ayuda de psicólogos, psicoterapeutas,
psiquiatras, o la del sacerdote, del gurú que dice: “¿Entrégame todo, incluso
tu dinero, y entonces estarás perfectamente bien”? Esto es lo que hacemos.
¿Desean ustedes ayuda para liberarse del miedo? Si desean ayuda, entonces son
los responsables de establecer una autoridad, un líder, un sacerdote. Por lo
tanto, antes de que investiguemos esta cuestión del miedo, deben ustedes
preguntarse si desean ayuda. Por supuesto, si padecen de algo, un fuerte dolor
de cabeza o de alguna enfermedad, acuden a un médico. Él conoce mucho más sobre
nuestra naturaleza orgánica, y les dirá lo que deben hacer. No nos referimos a
esa clase de ayuda. Nos preguntamos si necesitan ustedes ayuda, alguien que los
instruya, que los guíe y les diga: "Haz esto, haz aquello día tras día, y
estarás libre del miedo." Quien les habla no les está ayudando. Eso es
seguro, porque ustedes tienen docenas de ayudadores, desde los grandes líderes
religiosos -¡no lo permita Dios!- hasta el más reciente y modesto psicólogo a
la vuelta de la esquina.
Que quede, pues, bien claro entre nosotros que quien les habla no desea
ayudarles psicológicamente de ninguna manera. ¿Aceptarían buenamente eso? Sean
honestos, ¿lo aceptarían? No digan que sí, es algo muy difícil. En toda su vida
han buscado ayuda en distintas direcciones, aunque algunos digan: "No, yo
no deseo ayuda." Ustedes piden ayuda sólo cuando están confundidos, cuando
no saben qué hacer, cuando se siente inseguros. Pero cuando observan, cuando
perciben no sólo externamente sino mucho más en lo interno, cuando ven las cosas
con gran, gran claridad, no necesitan ninguna ayuda; eso está ahí. Y de ahí
surge la acción. ¿Estamos juntos en esto? Repitámoslo, si no les importa. Quien
les habla no les dice cómo hacerlo. No pregunten nunca cómo, porque entonces
siempre habrá alguien que les tirará una cuerda. Uno no está ayudándoles de
ninguna manera, sino que juntos recorreremos la misma senda, tal vez no a la
misma velocidad. Regulen su propia velocidad y caminaremos juntos.
¿Cuál es la causa del miedo? Vayamos despacio. La causa. Si uno puede descubrir
la causa, entonces puede hacer algo al respecto, puede cambiar la causa, ¿no es
cierto?
Vamos, pues, a examinar juntos el miedo y a descubrir cuál es su causa, su raíz
fundamental. Y si la descubrimos por nosotros mismos, habremos terminado con
ella. Si vemos el proceso que da origen al miedo, o vemos sus múltiples causas,
entonces, esa percepción misma pone fin a la causa. ¿Están escuchándome,
escuchando a quien les habla, para dilucidar la causa? ¿O jamás se han
formulado siquiera una pregunta semejante? Yo he tolerado el miedo, tal como lo
ha hecho mi padre, mi abuelo, toda la raza en que he nacido, toda la comunidad;
la estructura completa de los dioses y los rituales se basan en el miedo y en
el deseo de alcanzar algún estado extraordinario.
Así que investiguemos esto. No estamos hablando de las diversas formas del
miedo: miedo a la oscuridad, miedo a la propia esposa o al marido, miedo a la
sociedad, miedo de morir, etc. El miedo es como un árbol que tiene muchas,
muchas ramas, muchas flores, muchos frutos, pero nosotros estamos hablando
acerca de la raíz misma de ese árbol -la raíz, no nuestra forma particular de
temor-. Uno puede rastrear su forma particular de temor hasta la raíz misma.
Preguntamos, pues: ¿Nos interesan nuestros miedos particulares o estamos
interesados en la totalidad del miedo? ¿Nos interesa el árbol completo, no sólo
una de sus ramas? Porque, a menos que comprendamos cómo vive el árbol, el agua
que requiere, la profundidad del suelo y demás, el mero podar las ramas nada
logrará; debemos llegar hasta la propia raíz del miedo.
¿Cuál es, entonces, la raíz del miedo? No esperen que yo responda a eso. No soy
el líder de ustedes, no soy su ayudador, su gurú, ¡gracias a Dios! Estamos
juntos, como dos hermanos y quien les habla quiere decir exactamente eso, no
son meras palabras. Como dos buenos amigos que se han conocido en una al otro
desde el principio del tiempo y que caminan juntos por el mismo sendero, al
mismo paso y mirando todo lo que existe alrededor de ellos y dentro de ellos,
así, juntos, investigaremos esto. De lo contrario, todo se vuelve tan sólo
palabras y, al final, ustedes dirán: "Realmente, ¿qué he de hacer con mi
miedo?"
El miedo es muy complejo. Es una reacción tremenda. Si están alerta a él, verán
que es una conmoción, no sólo biológica, orgánica, sino que es también una
conmoción para el cerebro. El cerebro tiene la capacidad, como uno lo descubre
-no por lo que dicen otros-, de permanecer sano a pesar de una conmoción. No lo
sé todo al respecto, pero la conmoción misma invita a su propia protección. Si
lo investigan en sí mismos, lo verán. El miedo es, entonces, una conmoción;
puede ser momentánea o continuar en diferentes formas, con distintas
expresiones, distintas modalidades. Vamos, pues, a llegar a la mismísima raíz
del miedo. Par comprender esta raíz tenemos que comprender el tiempo; el tiempo
como ayer, el tiempo como hoy y el tiempo como mañana. Recuerdo algo que he
hecho, y el recuerdo de eso hace que me avergüence, que me sienta nervioso,
aprensivo o temeroso, todo lo cual prosigue hacia el futuro. He estado furioso,
celoso, envidioso -eso es el pasado-. Sigo siendo envidioso, con ligeras
modificaciones; soy bastante generoso respecto de las cosas, pero la envidia
continúa. Todo este proceso es tiempo, ¿verdad?
¿Qué consideran ustedes que es el tiempo? ¿El tiempo del reloj, la salida y
puesta del Sol, la estrella vespertina, la Luna nueva con la Luna llena que
aparece dos semanas después? ¿Qué es el tiempo para ustedes? ¿Tiempo para
aprender un arte? ¿Tiempo para aprender un idioma, para escribir una carta,
para llegar desde donde estén a sus casas? Todo eso es tiempo como distancia,
¿correcto? Tengo que ir desde aquí hasta allá. Ésa es una distancia que el
tiempo cubre. Pero el tiempo es también interno, psicológico: soy esto, debo
llegar a ser aquello. El llegar a ser aquello se llama evolución. La evolución
implica desde la semilla al árbol. Y también significa: "Soy ignorante,
pero aprenderé. No sé, pero sabré. Denme tiempo para librarme de la
violencia." ¿Están siguiendo todo esto? "Denme tiempo." Denme
unos cuantos días, un mes, un año, y me libraré de la violencia. Vivimos, pues,
a base de tiempo; no sólo el ir a la oficina todos los días de nueve a seis.
¡Dios no lo permita!, sino también tiempo para llegar a ser alguna cosa.
¿Comprenden todo esto? ¿Sí? ¿Comprenden el tiempo, el movimiento del tiempo? Yo
he tenido miedo de usted; ese miedo sigue estando allí y yo tendré miedo de
usted mañana. Espero que no, pero si no hago algo muy drástico al respecto,
mañana tendré miedo de usted. Así que vivimos a base de tiempo. Por favor,
seamos claros en esto. Vivimos a base de tiempo. O sea: estoy vivo, moriré.
Pospondré la muerte tanto como me sea posible; estoy vivo y voy a hacerlo todo
para evitar la muerte, aunque ésta sea inevitable. De modo que, tanto
psicológicamente como biológicamente, vivimos a base de tiempo.
¿Es el tiempo un factor del miedo? Por favor, investiguen. El tiempo: he dicho
una mentira y no quiero que el otro lo sepa; pero el otro es muy sagaz, me mira
y dice: "Me has mentido." "¡No!, no he mentido." (Me
protejo instantáneamente porque temo que el otro descubra que soy un
mentiroso.) Tengo miedo por algo que he hecho y que no quiero que el otro
conozca. ¿Qué implica eso? Pensamiento, ¿no es así? He hecho algo que recuerdo,
y ese recuerdo dice: "Ten cuidado, no dejes que él descubra que has
mentido, porque tienes una buena reputación de hombre honesto, así que debes
protegerte." De modo que el pensar y el tiempo están juntos, no hay entre
ellos división alguna. Tenga esto en claro, de lo contrario, después van a
confundirse bastante. El proceso que da origen al miedo, la raíz del miedo, es
tiempo/pensamiento.
¿Está claro para nosotros que el tiempo -es decir, el pasado con todas las cosas
que uno ha hecho- y el pensamiento -agradable o desagradable, especialmente si
es desagradable- son la raíz del miedo? Éste es un hecho obvio; verbalmente, es
un hecho simple. Pero para ir más allá de la palabra y ver la verdad de esto,
uno deberá inevitablemente preguntarse: ¿Cómo puede detenerse el pensamiento?
Es una pregunta natural, ¿no? Si el pensamiento crea miedo, lo cual es tan
obvio, entonces, ¿cómo he de detener el pensar? "¡Por favor!, ayúdeme a
detener mi pensar". Yo sería un asno si pidiera una cosa semejante, pero
pregunto: ¿Cómo he de detener el pensar? ¿Es eso posible? Prosigan, señores,
investiguen, no dejen que sea yo el que prosiga. El pensar... Vivimos a base
del pensar. Todo lo que hacemos, lo hacemos basados en el pensamiento.
¿Es, entonces, posible detener el pensar? ¿Es posible no parlotear todo el día,
dar un descanso al cerebro, aunque éste tenga su propio ritmo -la sangre que
asciende hacia él-, su propia actividad? Su actividad, no la que impone el
pensamiento, ¿comprenden?
¿Puede, quien les habla, señalar que ésa es una pregunta equivocada? ¿Quién es
el que detiene el pensar? Sigue siendo el pensamiento, ¿no es así? Cuando yo
digo: "Si sólo pudiera dejar de pensar, no tendría miedo", ¿quién es
el que desea detener el pensamiento? Sigue siendo el pensamiento, ¿no es así?,
el pensamiento que desea algo más.
Entonces, ¿qué harán? Cualquier movimiento del pensar con el fin de ser otra
cosa que lo que es, sigue siendo pensamiento. Soy codicioso, pero "no
debo" ser codicioso; eso sigue siendo el pensar. El pensar a creado todos
los objetos, todas esas cosas que tienen lugar en las iglesias. Por lo visto,
el pensamiento es la raíz misma de nuestra existencia. De modo que la cuestión
que planteamos es muy seria. Vemos lo que el pensamiento ha hecho: ha inventado
las cosas más extraordinarias, la computadora, los buques de guerra, los
mísiles, la bomba de hidrógeno, la cirugía, la medicina, y también las cosas
que le han permitido hacer al hombre, como ir a la Luna, etcétera. Y el
pensamiento es la raíz misma del miedo. ¿Vemos eso? No cómo terminar con el
pensamiento, sino ver realmente que el pensar es la raíz del miedo, el cual es
tiempo. Ver, no las palabras, sino ver, de hecho. Cuando tenemos un dolor
severo, el dolor no es diferente de uno mismo y uno actúa instantáneamente,
¿verdad? Entonces, ¿ven ustedes tan claramente como ven el reloj, como ven la
pantalla de su monitor, ven de ese modo que el pensamiento es el factor
causante del miedo? No pregunten: "¿Cómo he de verlo?" Tan pronto
preguntan "cómo", aparece alguien que está dispuesto a ayudarles;
entonces ustedes se convierten en su esclavo. Pero si ven por sí mismos que el
pensamiento y el tiempo son, realmente, la raíz del miedo, ello no necesita
deliberación ni decisión. Un escorpión es venenoso, una serpiente es venenosa;
en el instante mismo de percibirlos, uno actúa.
Nos preguntamos, entonces: ¿Por qué no vemos? ¿Por qué no vemos que una de las
causas de la guerra son las nacionalidades? ¿Por qué no vemos que uno puede
llamarse musulmán y otro cristiano? ¿Por qué peleamos por nombres, por
propaganda? ¿Vemos eso, o sólo memorizamos o pensamos al respecto? Comprendan,
señores, que la conciencia de ustedes es la del resto de la humanidad. La
humanidad, igual que ustedes y otros, pasa por toda clase de dificultades,
experimenta pena, afán, ansiedad, soledad, depresión, dolor, placer... todos y
cada uno de los seres humanos en el mundo pasan por esto. De modo que nuestra
conciencia, nuestro ser, es toda la humanidad. Es así. ¡Cuán renuentes somos a
aceptar un hecho tan simple! Es que estamos muy acostumbrados al
individualismo: yo y lo mío, antes que nada. Pero si vemos que la conciencia de
cada uno de nosotros es compartida por todos los demás seres humanos que viven
en esta Tierra maravillosa, entonces cambia toda nuestra manera de vivir. Los
argumentos, la persuasión, la presión, la propaganda son terriblemente
inútiles, porque tenemos que ver esto por nosotros mismos.
Entonces, ¿puede cada uno de nosotros, que es el resto de la humanidad, que es
la humanidad, mirar un hecho muy simple? ¿Observar, ver, que el pensamiento y
el tiempo son los factores que dan origen al miedo? Entonces, la percepción
misma es la acción. Y, a partir de ahí, uno ya no depende de nadie. Véanlo muy claramente.
Entonces uno es un ser humano libre.
Otra Teoría. ¿Por qué tenemos miedo?
Miedo n. m. (lat. metum). Perturbación angustiosa del ánimo ante un
peligro real o imaginario, presente o futuro: apoderarse de alguien el miedo.
2. Temor o recelo de que suceda algo contrario a lo que se desea: tener miedo
de caerse *De miedo (Fam.), pondera la excelencia de algo o de alguien: el
asado está de miedo. // Miedo inspira...
El miedo es una sensación ... Biológicamente el miedo ha servido y sirve como
un mecanismo de supervivencia más de las especies, y el cual podemos localizar
en nuestro lóbulo temporal. El miedo, además de miedo, se puede describir como
un rechazo a algo o como simple aversión al riesgo o al peligro. Pero, ¿qué es
realmente el miedo, por qué de su condicionamiento en el individuo, a qué se
debe realmente y por qué el ser humano ha llegado a deformar algo tan primario,
siervo cercano del protagonista antagónico del reino ético?
El miedo puede ser una cobardía, puede ser una falta de valor, puede ser el
símbolo de una demasía en la persona o simplemente puede ser el reflejo de una
falta de opciones o de explicaciones elegibles al ojo del que siente algo que
necesita identificar como miedo.
Histórica y sociológicamente el ente humano ha sentido y siente miedo por
aquello que le es extraño, que le es ajeno o que simplemente desconoce. No se
me ofendan entes sin este tipo de miedo, pues ahora mismo hablaba desde un
punto generalista e histórico de la sociedad. La Energía de paso a los que
prefieren llevar a cabo la curiosidad, la experimentación, la comprobación, el
conocimiento y el intercambio. La Energía de gracias a aquellos con ese valor
necesario para enfrentar eso que algunos sienten como miedo. Lo que algunos
perciben como miedo, otros lo hacen como atractivo riesgo y, los más
clarificados, como una sensación que plantear partiendo de la razón y la
matizada lingüística para, puede, que terminar utilizando la pasión como camino
correcto.
En mi humilde opinión, la persona ha avanzado un paso más allá de la segunda
acepción de miedo, transformándola, adaptándola o trascendiéndola: creyendo
estar despierto, empieza a sentir miedo por aquellos actos reales que aún están
por suceder, que no se dan en ese momento, y que podrían producirse como cualquier
otro acontecimiento imaginable por cualquier persona. Miedo a perder lo que
tenemos o incluso miedo a perder lo que anhelamos (¿no sería mejor
disfrutarlo?). Miedo a sentir miedo, miedo al dolor o miedo a los que tienen
miedo. Miedo que nos puede llevar a percibir como malo aquello que realmente
resuelta ser bueno. Un miedo que sólo sirve para alimentar ese lado oscuro del
cual me alimento a diario; pero el cual con la misma fuerza combato para ser
más fuerte al otro lado del reverso tenebroso. Conozco la oscuridad, he estado
sumido en ella, la he saboreado y aún a veces recurro a ella como el que acude
a una pastelería a degustar un dulce tomado a su elección; ¿eso me hace más
fuerte? Tal vez... pero no es de mi de quién hablo precisamente en este texto.
De hecho, no hablo de nadie en concreto sino de todos menos de mí.
Tener miedo a lo que pueda pasar, lo muto a previsión. Tener miedo a lo
desconocido, lo llevo al conocimiento. Tener miedo a tener miedo se sobrelleva
con riesgo. Tener miedo cuando algo es bueno... sí, cuando algo es bueno e
incluso maravilloso; porque es diferente, porque es inesperado, porque resulta
demasiado bueno o porque de bueno puede pasar a malo (reflejando dolor
incrustado en la persona); todo ello puede reflejar dolor. Un dolor sentido
desde la experiencia de que se ha sentido dolor y después miedo a ese dolor, y
después dolor a exponerse a volver a sentarse en las escaleras por las que pasa
aquello que nos puede producir el tan aterrador miedo. No hay que tener miedo
por lo bueno, ya hay tiempo para fundirse con el lodo, como para encima dejar
que ese lodo nos trascienda por hacer de oráculos no titulados.
Si se tiene duda se te aclarará, si se siente desconocimiento se te exigirá
experiencia, si se tiene miedo se te ofrecerá valor, para enfrentarlo
contigo... y si, a pesar de todo ello, dices tener miedo, compártelo; tal vez
así desaparezca y se convierta en tu mejor arma.
El miedo no es malo, lo malo es no reconocer que sentimos algo que llamamos
miedo cuando este ya nos está abrasando.
Todo ser siente algo
conocido como miedo... aunque no lo sepa.
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