Mostrándome, tal y como soy...
Cuando reprimimos las emociones, cuando
levantamos muros ante todo lo que sentimos, permitimos que solo nos puedan ver
de forma superficial, e incluso tratamos a las demás
personas de igual manera, teniendo así relaciones superfluas sin especial compromiso.
¿Podemos así conocernos tal y como somos? ¿Damos la
oportunidad de que nos puedan conocer de verdad? Añadir capas a nuestra
armadura tiene estas consecuencias, nos perdemos, quienes somos. Vivimos
atrapados por el miedo, con el fin de mantenernos cerrados al dolor.
“Si quiero conocerme a mí mismo,
todo mi ser, la totalidad de lo que soy y no solamente una o dos capas,
entonces es obvio que no debo condenar, debo estar abierto a cada pensamiento,
a cada sentimiento, a todos los estados de ánimo, a todas las inhibiciones.”
Cuando somos especialmente sensibles,
desarrollamos nuestra capacidad para evitar estar en nosotros,
nos enfrentamos al mundo desarrollando con diversos perfiles, que son
diferentes dependiendo de nuestro carácter: los tímidos y vergonzosos, retraídos, bordes,
complacientes, cuidadores, los que siempre están para los demás, etc.
De alguna manera, todas estas son nuestras máscaras con las
que nos protegemos, adoptando un rol determinado. Y así eludimos, siempre que
podemos, hablar de nosotros mismos y entrar en quienes realmente somos.
Aprendiendo a conocerme dando paso a mis emociones
Es seguro que volveré a sentir la traición,
me volverán hacer daño y las cicatrices de mis heridas se abrirán de nuevo. Es algo que no puedo evitar, porque forma
parte de la vida misma, de mi paso por ella. Si realmente quiero vivirla,
aprender a conocerme y a conectar con los demás, he de exponerme a que todo
esto pueda suceder, aunque me sienta frágil.
Mi insensibilidad, frialdad, mi armadura; la coraza y los
muros que levante no son la solución. Esconderme fusionándome
con los demás es mi autoengaño, el rol que ejerzo para sentirme seguro.
Todo es una falsedad, una triquiñuela que me impide reconocerme.
Anestesiamos nuestra sensibilidad impidiendo que se exprese,
porque cuando, en el pasado, hemos tenido la sensación de haber encontrado a la
persona con quien poder compartirla, hemos sido traicionados. Al abrirnos,
hemos perdido nuestro propio rumbo y amor, para poder ir aceptándonos,
construyendo de nuevo un amor aún más real.
Este proceso es el de mayor vulnerabilidad, ya que estamos
reconstruyendo nuestra identidad dando un paso al frente, aprendiendo a
explorar e ir reconociendo la sensibilidad que hemos ocultado con cerrojos. A la vez que estamos
más expuestos hay mayor probabilidad de que nos hieran,
porque estos cambios suponen a su vez una trasformación en la relación con otra
persona y en los roles establecidos.
Los desengaños por los que pasamos tanto
de nosotros mimos como con las demás personas, nos ayudan a ver con más
claridad con qué tipo de personas queremos estar. Vamos
seleccionando a través de cuestiones más profundas como los valores, la
honestidad y la autenticidad.
Al fin y al cabo, todo este
trayecto tiene sus aprendizajes a cada paso que vamos dando. Dejando así que se
manifiesten nuestras emociones, por dolorosas que resulten, facilitamos el
encuentro con nosotros mismos, y la conexión profunda con el resto del mundo.
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