lunes, 9 de mayo de 2016

No te niegues a ti misma/o, la paz...

No te niegues a ti misma/o, la paz.



“No puedes negar quién eres. No puedes negarte a ti mismo siempre”. Son palabras pronunciadas por el protagonista de la película que tuve la oportunidad de presenciar hace unas semanas.
¿Lo que siempre queremos negar es lo que somos?
Cualquiera que sea la respuesta que se dé a esta pregunta, si niegas lo que eres, te estás lastimando.
Así lo expresa el maestro hindú Prem Rawat cuando afirma: “No puedes negarte a ti mismo, de lo que sientes: Si te lastimas, decir que no te has hecho daño no te quita el dolor”.
Cuando negamos estamos rechazando e ignorando, con independencia de que aquello que rechazamos o ignoramos exista o no. Si la negación se refiere al propio individuo, puede implicar una renuncia a la autoestima, al autoconocimiento, al cambio o a ser lo que uno es. Este asedio contra uno mismo representa el gran obstáculo para lograr la paz interior.
Son múltiples las formas en que uno puede negarse. Pensemos en situaciones dónde no reconocemos que algo nos hiere o, por el contrario, que nos gusta y es positivo para nosotros. Cuando rechazamos cualidades, valores o ideas propias. Las ocasiones en que ignoramos los mensajes del cuerpo, rehuimos la responsabilidad de nuestra vida y jugamos a ser víctimas de las circunstancias.
Si aceptamos que otros traspasen nuestros límites, nos digan cómo debemos pensar, sentir y vernos o nos medimos con ellos. Cuando no somos capaces de perdonarnos o cuando nos auto saboteamos por miedo a fracasar o a tener éxito.
Estas y otras son las formas en que jugamos a ignorarnos y a rechazarnos, unas veces por miedo, otras por complacer a los demás y sentirnos valorados e importantes.
Negarse es como vendarse los ojos o hacerse el distraído ante la agresión contra uno mismo.
Aceptar que cada uno de nosotros es un ser único y perfecto en su imperfección, que no existen dos personas iguales en el Universo y que, por tanto, no hay base para efectuar comparaciones, es el primer paso hacia la paz interior.
Puedes hablar de tus fracasos y de tus éxitos abiertamente y de forma espontánea sin agredirte, al fin y al cabo, ambos te definen y gracias a ellos eres tú. Sé natural en esto. Puedes ser asertivo y mantener tus opiniones sin mostrar un comportamiento beligerante con los demás. Puedes mantener una actitud de dignidad y armonía en situaciones de estrés. Reaccionar de forma tranquila, recibir los halagos y el afecto con comodidad, reconocer las críticas y aceptar tus errores de forma natural, ser feliz por el sólo hecho de estar vivo, abrirte sin miedo a nuevas posibilidades y formas de pensar, ver la vida con sentido del humor.
Si eres capaz de vivir desconectado de los pensamientos inquietantes, inútiles o amenazantes, alcanzarás esa tranquilidad profunda que se traduce en el bienestar personal y emocional.
La paz personal conecta con un sentimiento de serenidad interior que experimentamos al liberamos de las preocupaciones, el sufrimiento, el dolor, el estrés y el miedo y ser conscientes de las incontables maravillas que nos ofrece la vida y de la maravilla que cada uno somos.

No es insano aspirar a la excelencia, pero si consideras cada momento como perfecto y lo disfrutas sin esperar al momento perfecto, vivirás en paz.



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