jueves, 28 de enero de 2016

Lecciones de la vida...

Lecciones de la vida...

    La vida es cambio permanente, nada permanece igual. Por todo ello, precisamente, se hace difícil descartar momentos y hechos concretos que definan un periodo cronológico, como lo es un año de nuestra vida, en este caso el año pasado. Seguramente porque no pasa de ser un proceso, inicio de cosas nuevas y final de otras, que debían terminar. Lo nuevo es producto de lo anterior y viceversa, todo empieza y acaba, sin parar.
El amor.
    Pero si tuviera que definir este año que pasó a pesar de sus muchas dificultades, diría que ha sido para mí el mejor año, como parte de ese camino constante por sentirlo, vivir lo y compartirlo y, a la vez, continúan mi transformación personal, como desconocido hasta ahora y que, día a día, se definen más y mejor por sus pensamientos, emociones y actos, aunque hoy desconozca su destino final. Ha seguido siendo un año de profundos y relevantes cambios, cada vez más esenciales. Ya conocía el amor como emoción intensa, sólo epistolar y algo sublimada, pero este año se concretado, dándome la oportunidad de compartirlo, crearlo y hacerlo crecer día a día con alguien muy especial (ese soy yo), a través de situaciones, detalles reales y concretos que han ido fluyendo cada nuevo día que llegaba, convirtiéndolo en un día sublime, de tranquilidad, de amor y felicidad, pues es algo que es, y te, renueva cada momento vivido y compartido con amor.
    Es un amor compartido que se ha ido definiendo mientras lo vivíamos intensamente, cada día más y mejor. Lejos de ese otro amor que siempre había considerado como algo místico, grandilocuente, épico, e inalcanzable. Aun así es un amor verdadero, pero sencillo, cotidiano, humano y mágico a la vez, al ratos frágil pero hermoso y porque no atreverse a definirlo como eterno, aunque no siempre se manifieste así, pues a veces se remueve para que debamos reforzarlo aún más. Ha sido y es una razón más que suficiente para vivir feliz y, a la vez, encontrarle el sentido pleno a la vida, pues envuelve todo lo que hay alrededor en ella, ya sea cualquier momento del día, todo lo que haces o cualquier paisaje visitado o a un por visitar...
Descubriendo lo esencial.
    Y, como en estos últimos años pasados, he seguido descubriendo lo esencial de la vida y sacándome de encima lo accesorio, que sólo distrae y entorpece. Así, día a día este año me ha regalado la libertad ante los condicionamientos que hablan, desde siempre, invadido y dominado mi vida.
    Tanto los materiales (hoy no tengo nada que me obligue, en ningún sentido), como los emocionales, que durante años condicionaron mis actos, muchos de ellos atrapándome en el pasado, no siempre demasiado grato, pero que siempre deja alguna secuela.
    Y es precisamente esa libertad la que me ha regalado la capacidad de amar de verdad irá siempre posible felicidad consiguiente, aunque sea a ratos, todo un privilegio en los tiempos que corren. Estoy descubriendo que la felicidad no es el resultado de un esfuerzo ingente, sino algo que fluye desde el interior cuando eres capaz de dejar de resistirte a ella. Tantos años buscando la y resulta que siempre estuvo aquí, conmigo, en mi interior. Y este año me ha propiciado momentos singulares y mágicos para darme cuenta de ello e incluso me permitió compartir la con los demás. También estoy aprendiendo que la felicidad crece cuanto más se usa y más se comparte, con los demás, con amor.
El escenario.
    Desde luego, si ha habido algo realmente cambiante durante este año ha sido el escenario en el que vivo. De hecho, la vida es continuamente cambiante, nos guste o no. Todo en mi vida y a mi alrededor está "patas arriba", dislocado y/o en profunda transformación, en muchos casos, afortunadamente. Cambio de trabajo, el amor, cambios de vida en muchos sentidos... Y si algo he aprendido en este año es aceptarlo así y a confiar en que la vida discurre cómo debe, aunque nos empeñemos en creer lo contrario.
    Escenario revuelto. Año de cambios políticos, sociales, de todo tipo. El sistema político y económico se rompe a trozos y surgen nuevas fórmulas, con la consiguiente resistencia al cambio por parte de algunos. Año de muestras de solidaridad, en todos los sentidos y propiciado por una crisis que sigue entre nosotros. Es una crisis de sistema, luego permanecerá durante bastante tiempo en nuestra vida, más vale acostumbrarnos. Se lleva consigo en el consumismo irresponsable y desmesurado, la vanidad, la irresponsabilidad ante el medio ambiente, el ansia sólo por tener y acaparar, olvidando que la riqueza, como la vida misma, se gasta si no se reparte y comparte. Y aparecen cada día más nuevas, disyuntivas y revolucionarias fórmulas de colaboración, solidaridad y eliminación de paradigmas arcaicos que sólo nos privan de nuestra dignidad, de nuestros derechos fundamentales y de nuestra libertad.
    Pero sobre todo he aprendido que esto sólo es el paisaje temporal que adorna mi vida y/o que me ayuda a crecer como persona, cada día más, aunque a ratos me produzca incertidumbre y miedo. Pero es cuando uno debe aprender a tener confianza...
La vida misma.
    Y este pasado año he conseguido ir adelante con esa percepción de que la vida ahora está y mañana quien sabe si aún lo estará.
    Y eso me ha permitido vivir cada día de mi vida como si fuera el último, aunque querellando momentos singulares, mágicos e irrepetibles, que merecen ser guardados en el "a ver" de mi vida y recordarlos para siempre, mientras viva por supuesto. También se me ha ido fijando esa idea de que hoy mi vida vale cuanto quiero y merezco, aunque hay que estar siempre preparado para abandonar la, pues la muerte no avisa con antelación. Y ello me ha llevado, aparte de despojarme de lo inútil en ella, a cuidar los momentos y los detalles porque son lo que crean la felicidad simple, cotidiana y compartida. Así, este año que ha pasado, y cada año más, era apreciado, el de atesorar personas, momentos y lugares que se ha sabido fijar en mi corazón, para siempre y no tanto en mi retina o en mi memoria, fugas y temporal donde las haya.
*Puertas que se abren y otras, que se cierran.
    También en este año he seguido aprendiendo que la vida es un continuo abrir y cerrar puertas, como parte de un ciclo permanente de cambios, que es la vida. Que cada una dura lo que dura y que es inútil intentar mantener todas abiertas o cerradas para siempre, simplemente porque las personas, su sentido y la vida cambia a cada instante. Aunque es verdad que a ratos me he obstinado y me obstino a mantener abiertas algunas que significaron y significan algo realmente relevante en mi existencia pasada, presente y futura. Aunque no se si será posible, lo que sí puedo afirmar que formarán una parte importante de mi vida, para siempre. Saber crear esos instantes es un privilegio, como lo es dejar que la vida decida lo mejor para mi vida y para mí, a cada momento.
Sufrimiento, el justo y necesario.
    También durante este año he seguido aprendiendo a no sufrir gratuitamente o, al menos, a buscarle su propio sentido a el sufrimiento. Eso me está costando, ante situaciones que me conmueven y me duelen, en el corazón. Pero ya admito que el dolor es una emoción inherente al ser humano, aunque no lo sea el sufrimiento gratuito, que lo considero una opción en la vida, por tanto, algo que se puede cambiar. Aun así, reconozco que aún me duele el dolor y el sufrimiento ajenos más que el propio qué acepto, sobre todo de los que amo...
    Al dolor como emoción hay que mirarlo de cara, mientras que el sufrimiento que se carnifica en nuestra vida hay que considerarlo un mal hábito que hay que intentar abandonar, aunque cueste. A veces sólo hay que tomar la firme decisión de dejar de sufrir, pues demasiadas las veces creemos que nuestra capacidad de sufrir por alguien o por algo es proporcional a nuestra capacidad de amarlo. Sin entrar en interpretaciones en la historia y condicionantes de cada uno, ya sean personales, religiosos y/o culturales, el constante sufrimiento como forma de vida es una esclavitud autoimpuesta más. En cualquier caso, el sufrimiento cuando es inevitable, como el dolor, es un mero aviso para detectar a la vida. Y entender eso te da sentido pleno... Y te enseña a sufrir sólo por lo que vale la pena....
Bienvenida confianza.
    Otro aprendizaje en estos últimos años y especialmente en este que acaba de pasar, es la llegada paulatina de la confianza en la vida.
    Hasta entonces me consideraba un títere de lo que acaecía en mi vida, sin tener nada que hacer al respecto, aunque pudiera ir sorteando los acontecimientos con resignación, dignidad y voluntad, para adaptarme a ellos. Pero, después de demasiados años intentando resistirme a lo obvio y que yo creía inevitable, ahora me doy cuenta de que puedo hacer, por cambiar las cosas mejor, aunque después deba dejar que las cosas sucedan por sí mismas, según la vida decida qué es lo mejor, esa es la regla de oro para aprender a confiar en uno mismo y en la vida.
    Creo que es la gran lección de la vida, aunque nos cueste aprenderla y, mucho más, actuar en consecuencia. Así desaparecerá esa sensación de que hay que luchar por cosas como el amor, la paz y la felicidad, que llegan por sí mismas, cuando y como han de llegar, cuando es has preparado, si te lo permites, claro.
    Creo que esa es la receta mágica para eliminar la ansiedad, el miedo y el estrés en nuestra vida, en un mundo loco como el que habitamos.
Aquí y ahora.
    Sin duda, una de las lecciones que me está atrayendo este momento de mi vida es aprender a vivir el aquí y ahora. Estoy perdiendo el mal hábito de vivir el ayer y sus consecuencias, así como dejar de vivir el momento actual esperando que llegue otro mejor en el futuro, casi siempre imposible. Mientras vives en un tiempo distinto al aquí y ahora, estás dejando de vivir lo que sientes y sin prestar atención a lo nuevo que llega. Si te lo propones, día a día aprendes a abandonar la nostalgia y sus emociones asociadas especular sobre expectativas que aún están por llegar, si es que llegan. Cuando aún no esperas nada, lo consigues todo, pues el hoy lo vives como un regalo inesperado.
    Vivir el hoy te permite sentir y vivir intensamente lo que siente y vive a cada instante. Y, con toda seguridad, ahí está la siempre posible felicidad. Si cada instante que vives lo haces con plena atención e intensidad, genera momentos únicos e irrepetibles que permanece en tu corazón, tal vez para siempre. No hay persona, momento o lugar que pase desapercibido o sea irrelevante, todos conforman tu vida tal como es, ahora. Eso te permite sentirte joven, sea cual sea tu edad, porque la juventud depende de la capacidad de sorpresa, de esperanza y de ilusión ante cada cosa que vives. Cuando, en cambio, todo te parece indiferente, repetitivo o redundante, es que has perdido la ilusión ante la vida, o será que has empezado a morir, en vida
El miedo, alejándose.
¿Cuántas cosas hubieran logrado, si no hubiera sentido miedo?
El miedo nos obstaculiza y paraliza.
    Suele aparecer ante lo nuevo, desconocido o inesperado en nuestra vida. Y por ello, contradice lo que la vida es, siempre algo cambiante, nuevo e imprevisible. Tenerlo es dejar de vivir. Esa es una de las lecciones más importantes de este año. Si pretendes mejorar tu vida, debes dejar de hacer lo mismo de siempre y explorar nuevas cosas. En ellas está en camino, el amor y la felicidad, siempre posibles. Pero para lograrlo, debes aceptar y vivir cosas que desconoces y que rompen tu estado de confortabilidad y comodidad. Eso intento hacer en cada nueva decisión que tomó hoy en mi vida.
    Estoy aprendiendo a confiar. Y este pasado año he sido un laboratorio para ensayar nuevos caminos en mi vida, aunque debo admitir que, en un principio, muchos de ellos me produjeron miedo, pues es algo humano sentirlo. Pero aprendí a mirar el miedo de cara y darme cuenta de que normalmente es una ilusión infundada. Al mirarlo fijamente desaparece, en cambio sí lo evitas o lo ignoras, se queda dentro y vuelve a surgir a la menor oportunidad. Durante muchos años fui una víctima propiciatoria del miedo, consciente o inconscientemente. Hoy, día a día y especialmente durante este pasado año que ahora acaba de pasar, el miedo apenas hace mella en lo que pienso, siento o algo en mi día a día y cada día más dejo paso al amor en mi vida...
Compartir.
    Una de las indudables estrellas de este año pasado ha sido aprender a compartir. Hoy comparto lo poco o mucho que poseo, mi experiencia, ni discreta sabiduría y mi amor por la vida. Lo comparto con las personas que quiero y con las personas poco más que anónimas que se cruzan en mi vida. Creo que nadie aparece porque si, sin alguna razón oculta para el encuentro. Todos somos espejos de todos y actuamos como tal, sin darle importancia. Pero unos aprendemos de otros, en cada situación. Si, además, compartes todo lo que eres, sientes y vives, cualquier relación por efímera o temporal que sea se convierte en un encuentro profundo, mágico y siempre singular.
    El "ganar y ganar" del negocio es igualmente válido en las relaciones interpersonales y en toda nuestra vida, pues, al fin y al cabo, nadie posee valores o talentos que no les sirvan al otro, por igual. Alguien dijo que en esta vida todos los encuentros son por una razón, para un momento o para toda la vida, aunque lo difícil es definirlo de antemano para saber cuál es cuál. Por eso es mejor tratar cada encuentro como algo especial, con sentido propio e irrepetible. Te permitirá vivir o aprender algo que debías vivir o aprender... Y compartir lo, con amor.
El colofón del año.
    Un año que se acaba. Aderezado con amor verdadero, pero real y cotidiano, lo que me ha ayudado a vivir momentos mágicos, singulares e irrepetibles, pero también otros complicados y difíciles, en un momento de mi vida en que el suelo parece moverse bajo mis pies. Un año que hizo y hará historia en mi propia historia, lleno de amor verdadero hacia personas muy especiales y por mis amadas hijas y nietos que hoy ocupa mi corazón y por otras tantas personas singulares, momentos y lugares mágicos e irrepetibles, que me ayudaron a amar la vida y que serán un buen preámbulo en este nuevo año que recién comienza, y ya está aquí porque ha llegado....


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