La vida es cambio permanente,
nada permanece igual. Por todo ello, precisamente, se hace difícil descartar
momentos y hechos concretos que definan un periodo cronológico, como lo es un
año de nuestra vida, en este caso el año pasado. Seguramente porque no pasa de
ser un proceso, inicio de cosas nuevas y final de otras, que debían terminar.
Lo nuevo es producto de lo anterior y viceversa, todo empieza y acaba, sin
parar.
El
amor.
Pero si tuviera que definir
este año que pasó a pesar de sus muchas dificultades, diría que ha sido para mí
el mejor año, como parte de ese camino constante por sentirlo, vivir lo y
compartirlo y, a la vez, continúan mi transformación personal, como desconocido
hasta ahora y que, día a día, se definen más y mejor por sus pensamientos,
emociones y actos, aunque hoy desconozca su destino final. Ha seguido siendo un
año de profundos y relevantes cambios, cada vez más esenciales. Ya conocía el
amor como emoción intensa, sólo epistolar y algo sublimada, pero este año se
concretado, dándome la oportunidad de compartirlo, crearlo y hacerlo crecer día
a día con alguien muy especial (ese soy yo), a través de situaciones, detalles
reales y concretos que han ido fluyendo cada nuevo día que llegaba,
convirtiéndolo en un día sublime, de tranquilidad, de amor y felicidad, pues es
algo que es, y te, renueva cada momento vivido y compartido con amor.
Es un amor compartido que se
ha ido definiendo mientras lo vivíamos intensamente, cada día más y mejor.
Lejos de ese otro amor que siempre había considerado como algo místico,
grandilocuente, épico, e inalcanzable. Aun así es un amor verdadero, pero
sencillo, cotidiano, humano y mágico a la vez, al ratos frágil pero hermoso y
porque no atreverse a definirlo como eterno, aunque no siempre se manifieste
así, pues a veces se remueve para que debamos reforzarlo aún más. Ha sido y es
una razón más que suficiente para vivir feliz y, a la vez, encontrarle el
sentido pleno a la vida, pues envuelve todo lo que hay alrededor en ella, ya
sea cualquier momento del día, todo lo que haces o cualquier paisaje visitado o
a un por visitar...
Descubriendo
lo esencial.
Y, como en estos últimos años
pasados, he seguido descubriendo lo esencial de la vida y sacándome de encima
lo accesorio, que sólo distrae y entorpece. Así, día a día este año me ha
regalado la libertad ante los condicionamientos que hablan, desde siempre,
invadido y dominado mi vida.
Tanto los materiales (hoy no
tengo nada que me obligue, en ningún sentido), como los emocionales, que
durante años condicionaron mis actos, muchos de ellos atrapándome en el pasado,
no siempre demasiado grato, pero que siempre deja alguna secuela.
Y es precisamente esa
libertad la que me ha regalado la capacidad de amar de verdad irá siempre
posible felicidad consiguiente, aunque sea a ratos, todo un privilegio en los
tiempos que corren. Estoy descubriendo que la felicidad no es el resultado de
un esfuerzo ingente, sino algo que fluye desde el interior cuando eres capaz de
dejar de resistirte a ella. Tantos años buscando la y resulta que siempre
estuvo aquí, conmigo, en mi interior. Y este año me ha propiciado momentos
singulares y mágicos para darme cuenta de ello e incluso me permitió compartir
la con los demás. También estoy aprendiendo que la felicidad crece cuanto más
se usa y más se comparte, con los demás, con amor.
El
escenario.
Desde luego, si ha habido
algo realmente cambiante durante este año ha sido el escenario en el que vivo. De
hecho, la vida es continuamente cambiante, nos guste o no. Todo en mi vida y a
mi alrededor está "patas arriba", dislocado y/o en profunda
transformación, en muchos casos, afortunadamente. Cambio de trabajo, el amor,
cambios de vida en muchos sentidos... Y si algo he aprendido en este año es
aceptarlo así y a confiar en que la vida discurre cómo debe, aunque nos
empeñemos en creer lo contrario.
Escenario revuelto. Año de
cambios políticos, sociales, de todo tipo. El sistema político y económico se
rompe a trozos y surgen nuevas fórmulas, con la consiguiente resistencia al
cambio por parte de algunos. Año de muestras de solidaridad, en todos los
sentidos y propiciado por una crisis que sigue entre nosotros. Es una crisis de
sistema, luego permanecerá durante bastante tiempo en nuestra vida, más vale
acostumbrarnos. Se lleva consigo en el consumismo irresponsable y desmesurado,
la vanidad, la irresponsabilidad ante el medio ambiente, el ansia sólo por
tener y acaparar, olvidando que la riqueza, como la vida misma, se gasta si no
se reparte y comparte. Y aparecen cada día más nuevas, disyuntivas y
revolucionarias fórmulas de colaboración, solidaridad y eliminación de
paradigmas arcaicos que sólo nos privan de nuestra dignidad, de nuestros
derechos fundamentales y de nuestra libertad.
Pero sobre todo he aprendido
que esto sólo es el paisaje temporal que adorna mi vida y/o que me ayuda a
crecer como persona, cada día más, aunque a ratos me produzca incertidumbre y
miedo. Pero es cuando uno debe aprender a tener confianza...
La
vida misma.
Y este pasado año he
conseguido ir adelante con esa percepción de que la vida ahora está y mañana
quien sabe si aún lo estará.
Y eso me ha permitido vivir
cada día de mi vida como si fuera el último, aunque querellando momentos
singulares, mágicos e irrepetibles, que merecen ser guardados en el "a
ver" de mi vida y recordarlos para siempre, mientras viva por supuesto.
También se me ha ido fijando esa idea de que hoy mi vida vale cuanto quiero y
merezco, aunque hay que estar siempre preparado para abandonar la, pues la
muerte no avisa con antelación. Y ello me ha llevado, aparte de despojarme de
lo inútil en ella, a cuidar los momentos y los detalles porque son lo que crean
la felicidad simple, cotidiana y compartida. Así, este año que ha pasado, y
cada año más, era apreciado, el de atesorar personas, momentos y lugares que se
ha sabido fijar en mi corazón, para siempre y no tanto en mi retina o en mi
memoria, fugas y temporal donde las haya.
*Puertas que se abren y otras, que se
cierran.
También en este año he
seguido aprendiendo que la vida es un continuo abrir y cerrar puertas, como
parte de un ciclo permanente de cambios, que es la vida. Que cada una dura lo
que dura y que es inútil intentar mantener todas abiertas o cerradas para
siempre, simplemente porque las personas, su sentido y la vida cambia a cada
instante. Aunque es verdad que a ratos me he obstinado y me obstino a mantener
abiertas algunas que significaron y significan algo realmente relevante en mi
existencia pasada, presente y futura. Aunque no se si será posible, lo que sí
puedo afirmar que formarán una parte importante de mi vida, para siempre. Saber
crear esos instantes es un privilegio, como lo es dejar que la vida decida lo
mejor para mi vida y para mí, a cada momento.
Sufrimiento,
el justo y necesario.
También durante este año he
seguido aprendiendo a no sufrir gratuitamente o, al menos, a buscarle su propio
sentido a el sufrimiento. Eso me está costando, ante situaciones que me
conmueven y me duelen, en el corazón. Pero ya admito que el dolor es una
emoción inherente al ser humano, aunque no lo sea el sufrimiento gratuito, que
lo considero una opción en la vida, por tanto, algo que se puede cambiar. Aun
así, reconozco que aún me duele el dolor y el sufrimiento ajenos más que el
propio qué acepto, sobre todo de los que amo...
Al dolor como emoción hay que
mirarlo de cara, mientras que el sufrimiento que se carnifica en nuestra vida
hay que considerarlo un mal hábito que hay que intentar abandonar, aunque
cueste. A veces sólo hay que tomar la firme decisión de dejar de sufrir, pues
demasiadas las veces creemos que nuestra capacidad de sufrir por alguien o por
algo es proporcional a nuestra capacidad de amarlo. Sin entrar en interpretaciones
en la historia y condicionantes de cada uno, ya sean personales, religiosos y/o
culturales, el constante sufrimiento como forma de vida es una esclavitud
autoimpuesta más. En cualquier caso, el sufrimiento cuando es inevitable, como
el dolor, es un mero aviso para detectar a la vida. Y entender eso te da
sentido pleno... Y te enseña a sufrir sólo por lo que vale la pena....
Bienvenida
confianza.
Otro aprendizaje en estos
últimos años y especialmente en este que acaba de pasar, es la llegada paulatina
de la confianza en la vida.
Hasta entonces me consideraba
un títere de lo que acaecía en mi vida, sin tener nada que hacer al respecto,
aunque pudiera ir sorteando los acontecimientos con resignación, dignidad y
voluntad, para adaptarme a ellos. Pero, después de demasiados años intentando
resistirme a lo obvio y que yo creía inevitable, ahora me doy cuenta de que
puedo hacer, por cambiar las cosas mejor, aunque después deba dejar que las
cosas sucedan por sí mismas, según la vida decida qué es lo mejor, esa es la
regla de oro para aprender a confiar en uno mismo y en la vida.
Creo que es la gran lección
de la vida, aunque nos cueste aprenderla y, mucho más, actuar en consecuencia.
Así desaparecerá esa sensación de que hay que luchar por cosas como el amor, la
paz y la felicidad, que llegan por sí mismas, cuando y como han de llegar,
cuando es has preparado, si te lo permites, claro.
Creo que esa es la receta
mágica para eliminar la ansiedad, el miedo y el estrés en nuestra vida, en un
mundo loco como el que habitamos.
Aquí
y ahora.
Sin duda, una de las
lecciones que me está atrayendo este momento de mi vida es aprender a vivir el
aquí y ahora. Estoy perdiendo el mal hábito de vivir el ayer y sus
consecuencias, así como dejar de vivir el momento actual esperando que llegue
otro mejor en el futuro, casi siempre imposible. Mientras vives en un tiempo
distinto al aquí y ahora, estás dejando de vivir lo que sientes y sin prestar
atención a lo nuevo que llega. Si te lo propones, día a día aprendes a
abandonar la nostalgia y sus emociones asociadas especular sobre expectativas
que aún están por llegar, si es que llegan. Cuando aún no esperas nada, lo
consigues todo, pues el hoy lo vives como un regalo inesperado.
Vivir el hoy te permite
sentir y vivir intensamente lo que siente y vive a cada instante. Y, con toda
seguridad, ahí está la siempre posible felicidad. Si cada instante que vives lo
haces con plena atención e intensidad, genera momentos únicos e irrepetibles
que permanece en tu corazón, tal vez para siempre. No hay persona, momento o
lugar que pase desapercibido o sea irrelevante, todos conforman tu vida tal
como es, ahora. Eso te permite sentirte joven, sea cual sea tu edad, porque la
juventud depende de la capacidad de sorpresa, de esperanza y de ilusión ante
cada cosa que vives. Cuando, en cambio, todo te parece indiferente, repetitivo
o redundante, es que has perdido la ilusión ante la vida, o será que has
empezado a morir, en vida
El
miedo, alejándose.
¿Cuántas cosas hubieran logrado, si no
hubiera sentido miedo?
El miedo nos obstaculiza y paraliza.
Suele aparecer ante lo nuevo,
desconocido o inesperado en nuestra vida. Y por ello, contradice lo que la vida
es, siempre algo cambiante, nuevo e imprevisible. Tenerlo es dejar de vivir.
Esa es una de las lecciones más importantes de este año. Si pretendes mejorar
tu vida, debes dejar de hacer lo mismo de siempre y explorar nuevas cosas. En
ellas está en camino, el amor y la felicidad, siempre posibles. Pero para
lograrlo, debes aceptar y vivir cosas que desconoces y que rompen tu estado de
confortabilidad y comodidad. Eso intento hacer en cada nueva decisión que tomó
hoy en mi vida.
Estoy aprendiendo a confiar.
Y este pasado año he sido un laboratorio para ensayar nuevos caminos en mi
vida, aunque debo admitir que, en un principio, muchos de ellos me produjeron
miedo, pues es algo humano sentirlo. Pero aprendí a mirar el miedo de cara y
darme cuenta de que normalmente es una ilusión infundada. Al mirarlo fijamente
desaparece, en cambio sí lo evitas o lo ignoras, se queda dentro y vuelve a
surgir a la menor oportunidad. Durante muchos años fui una víctima
propiciatoria del miedo, consciente o inconscientemente. Hoy, día a día y
especialmente durante este pasado año que ahora acaba de pasar, el miedo apenas
hace mella en lo que pienso, siento o algo en mi día a día y cada día más dejo
paso al amor en mi vida...
Compartir.
Una de las indudables
estrellas de este año pasado ha sido aprender a compartir. Hoy comparto lo poco
o mucho que poseo, mi experiencia, ni discreta sabiduría y mi amor por la vida.
Lo comparto con las personas que quiero y con las personas poco más que
anónimas que se cruzan en mi vida. Creo que nadie aparece porque si, sin alguna
razón oculta para el encuentro. Todos somos espejos de todos y actuamos como
tal, sin darle importancia. Pero unos aprendemos de otros, en cada situación.
Si, además, compartes todo lo que eres, sientes y vives, cualquier relación por
efímera o temporal que sea se convierte en un encuentro profundo, mágico y
siempre singular.
El "ganar y ganar" del
negocio es igualmente válido en las relaciones interpersonales y en toda
nuestra vida, pues, al fin y al cabo, nadie posee valores o talentos que no les
sirvan al otro, por igual. Alguien dijo que en esta vida todos los encuentros
son por una razón, para un momento o para toda la vida, aunque lo difícil es
definirlo de antemano para saber cuál es cuál. Por eso es mejor tratar cada
encuentro como algo especial, con sentido propio e irrepetible. Te permitirá
vivir o aprender algo que debías vivir o aprender... Y compartir lo, con amor.
El
colofón del año.
Un año que se acaba.
Aderezado con amor verdadero, pero real y cotidiano, lo que me ha ayudado a
vivir momentos mágicos, singulares e irrepetibles, pero también otros
complicados y difíciles, en un momento de mi vida en que el suelo parece
moverse bajo mis pies. Un año que hizo y hará historia en mi propia historia,
lleno de amor verdadero hacia personas muy especiales y por mis amadas hijas y
nietos que hoy ocupa mi corazón y por otras tantas personas singulares,
momentos y lugares mágicos e irrepetibles, que me ayudaron a amar la vida y que
serán un buen preámbulo en este nuevo año que recién comienza, y ya está aquí
porque ha llegado....
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