domingo, 17 de enero de 2016

Los amigos...

Los Amigos.

Cierto día de noviembre mientras mis compañeros compartíamos los últimos momentos juntos, algunos sonriendo otros con lágrimas en los ojos sin faltar los indiferentes, me senté sobre una banca color amarillo y en el vacío de mis pensamientos recordé tantas veces que soñé con ese día, imaginando que nunca llegaría, pero ahí estaba frente a aquellas personas que me habían acompañado por once años de mi vida.

Aquellas personas que estaba aburrido de encontrarlos pero que al separarnos llegaría a extrañar, tal vez un día o dos semanas y después el sentimiento sería sustituido con otros pensamientos del presente que en ese momento era un prometedor futuro.

La vida es así – llena de momentos únicos – que guardamos en la mente y algunos más importantes en el corazón, estábamos en un instante, que deseaba, fuese eterno, la alegría de estar con ellos, la tristeza de no continuar con ellos y la emoción de no volver a verlos, cada pedazo de nuestra vida cuenta una historia donde somos los protagonistas, una novela que no podemos escribir, solo leerla mientras la vivimos.

No somos los escritores de nuestro libro – llamado vida – sino los actores principales y aunque no podemos saber – ¿Qué vendrá después? – se nos concede el honor de elegir a quienes queremos que participen en nuestra historia.

Esos amigos, son quienes nos ayudarán a vivir y llorar, nos servirán de escudo y de espada, nos abrazarán y nos alentaran a cumplir nuestros sueños, son esas personas que unen sus vidas en un compromiso imaginario, en una firma sin papel ni abogados y que darán su vida sin esperar nada a cambio más que el deseo de seguir viviendo en la amistad.

Una de las mejores cosas de la vida es disponer de la opción de elegir a los amigos que te acompañaran por el resto de la eternidad.



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