Cuando la vida te
castiga… ¿Eres helecho o bambú?
¿Te cuesta ser perseverante
en tus objetivos? ¿Qué es lo que hace que dejes de seguir intentándolo, que
parte de ti hace que te des por vencido?
Ya no hablamos únicamente a
nivel laboral, sino todo aquello que deseas a nivel personal y no logras
alcanzarlo. Y cuando crees que lo tienes cerca, la vida azota y se mide ahí tu
nivel de Resiliencia. De
nuevo tienes que levantarte, aprender de la situación y volver a intentarlo. En
muchas ocasiones somos
nosotros mismos quienes nos frenamos,
nos barramos. Entramos en pensamientos cíclicos que nos alejan de nuestra meta,
de nuestro planteamiento de vida, olvidamos
realmente nuestro objetivo.
La visión que tenemos de
nosotros mismo, es un gran trampolín o un formidable foso.
¿Cómo quieres vivir, cómo una
gran estrella que luce en el firmamento, ofreciendo tu luz a otras personas
para puedan iluminar su camino, o cómo una mancha negra de tinta china que se
extiende y se extiende sin tan siquiera tocarla?
Quien no haya vivido situaciones
duras en la vida, que tire la primera piedra
Existen personas que parecen
estar tocadas por una varita mágica. Nunca les ha sucedido nada negativo, nunca
han tenido una experiencia dolorosa, nunca les han engañado o se han sentido
mal. Yo diría que, más bien, no quieren reconocerlo.
Lo duro o no que es un hecho,
lo mide la propia persona que lo vive. ¡Claro que hay datos objetivos que al
comparar un hecho con otro podemos encontrar su grado de dureza, su grado de
complejidad!, pero también es cierto, que cada persona tenemos un umbral
distinto a la hora de valorar los hechos de la vida. Este es un punto que en
las sesiones individuales de crecimiento personal que realizo se ve con
claridad. Lo importante en todo caso es
llegar a verlo, ser consciente de
ello, para así
poder hablar y exponer el dolor, la rabia, la angustia, la pena, la
indiferencia, el miedo, la amargura, la tristeza, la desazón, que te provoca
una situación para
poder transformar esa mirada e indagar en nosotros mismos, observar qué nos bloquea para que nos quedemos en
una emoción que nos intoxica, en lugar de transformarla hacia otra que nos
beneficie…
¿Qué sucede en ti para que
“tires la toalla”, para que te rindas?
Quizás, tras leer este
cuento, “El Helecho y el Bambú” puedas ver que
el hecho de hacer crecer tus
raíces es una gran fortaleza.
Valora esa parte de ti porque es
una competencia muy loable y poco reconocida.
EL HELECHO Y EL BAMBU
Un día decidí darme por
vencido…renuncié a mi trabajo, a mi relación, a mi vida. Fui al bosque para
hablar con un anciano que decían era muy sabio.
- “¿Podría darme una buena razón para no darme por vencido?”,
le pregunté.
- “Mira a tu alrededor”, me respondió, “¿ves el helecho y el bambú?”
- “Sí”, respondí.
- “Cuando sembré las semillas del helecho y el bambú, las cuidé muy bien. El
helecho rápidamente creció. Su verde brillante cubría el suelo. Pero nada salió
de la semilla de bambú. Sin embargo, no renuncié al bambú.
En el segundo año el helecho creció más brillante y abundante y nuevamente, nada
creció de la semilla de bambú. Pero no renuncié al bambú.
En el tercer año, aún nada brotó de la semilla de bambú. Pero no renuncié al
bambú.
En el cuarto año, nuevamente, nada salió de la semilla de bambú. Pero no
renuncié al bambú.
En el quinto año un pequeño brote de bambú se asomó en la tierra. En
comparación con el helecho era aparentemente muy pequeño e insignificante.
El sexto año, el bambú creció más de 20 pie de altura. Se había pasado cinco
años echando raíces que lo sostuviera. Aquellas raíces lo hicieron fuerte y le
dieron lo que necesitaba para sobrevivir”.
- “¿Sabías que todo este
tiempo que has estado luchando, realmente has estado echando raíces?”,
le dijo el anciano y continuó…
“El bambú tiene un propósito
diferente al del helecho, sin embargo, ambos son necesarios y hacen del bosque
un lugar hermoso.
Nunca te arrepientas de un día en tu vida. Los buenos días te dan felicidad.
Los malos días te dan experiencia. Ambos son esenciales para la vida”,
le dijo el anciano y continuó…
- “La felicidad te mantiene dulce. Los intentos te mantienen fuerte. Las penas
te mantienen humano. Las caídas te mantienen humilde. El éxito te mantiene
brillante…”
“Si no consigues lo que
anhelas, no desesperes… quizá sólo estés echando raíces…”
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