lunes, 14 de marzo de 2016

La importancia de un pequeño gesto...

La importancia de un pequeño gesto...



Mark volvía caminando de la escuela cuando advirtió que el muchacho que caminaba delante de él había tropezado y se le habían caído todos los libros que llevaba, además de dos jerséis, un bate de béisbol, un guante y un pequeño magnetófono.

Mark se arrodilló para ayudarle a recoger los objetos desparramados y, como iban por el mismo camino, le ayudó a llevar parte de la carga.
 Mientras caminaban, supo que el chico se llamaba Bill, que le encantaban los vídeo-juegos, el béisbol y la historia, que tenía muchos problemas con las demás asignaturas y que acababa de romper con su novia.


Primero llegaron a casa de Bill, donde invitaron a Mark a que entrara a tomar un refresco y a ver la televisión un rato.
La tarde pasó agradablemente, entre algunas risas y algo de charla intrascendente, luego Mark se fue a su casa.
Los dos chicos siguieron viéndose en la escuela, almorzaron juntos un par de veces y, finalmente, ambos terminaron la primaria. Casualmente fueron a la misma escuela secundaria, donde siguieron teniendo breves contactos durante años.


Finalmente, llegado el tan esperado último año, tres semanas antes del día que finalizaban los cursos, Bill le preguntó a Mark si podían conversar un rato.

Le recordó aquel día, años atrás, en que se habían conocido, y le preguntó:


--¿Nunca te extrañaste de que ese día volviera a casa tan cargado de cosas? Había vaciado mi armario porque no quería cargar a nadie con ese desorden.
Había ido guardando algunas pastillas para dormir de mi madre y volvía a casa con intención de suicidarme.



Pero después de haber pasado un rato contigo, charlando y riéndonos, me di cuenta de que si me hubiera matado habría perdido aquellos momentos y muchos otros que podían haberles seguido.
Entonces, Mark, ya ves que aquel día, cuando me recogiste los libros, hiciste mucho más...
Me salvaste la vida.


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