"Amor" Versus amor de verdad…
Cada día me sorprende más lo que la gente considera que es
el "amor".
Es verdad, que yo soy un principiante en todo ello, como
creo que lo somos todos en las cosas esenciales de la vida.
El "amor", tal y como es entiende en la calle, no
es más que un pacto entre dos personas cuyo objetivo es compartir hábitos
comunes, sentimientos a veces contradictorios y el placer. Así nace, y mueren,
muchas parejas. En el fondo pienso que no es más que el resultado del miedo a
estar solos, estando acompañados.
Alguien me dijo hace un tiempo que yo no era capaz de
enamorarme de nadie, pues estaba muy bien, y feliz, sólo y no necesitaba de
nadie a mi alrededor. Que poco saben los demás de mí y cómo se atreven a juzgar
mis actos, sólo por lo poco que conocen de mí. Siempre he considerado que yo
soy una persona fácil para convivir, complaciente, buen conversador y, a la
vez, respetuoso y comprensivo con los demás. Creo que mi estado natural es en
pareja, a pesar de no con cualquiera, independientemente de lo que opinen los
demás. Pero también es verdad que soy un hombre que acepta la soledad para
reencontrarme conmigo mismo, que sabe amar ser amado de verdad, y con una gran
capacidad de compartir mi crecimiento con alguien más.
Aun así, para mí el amor hoy es algo que considero esencial
en mi vida. Tan esencial que no puedo permitirme jugar con él, o conmigo mismo,
lo que es casi lo mismo. Para mí el amor es la entrega total de lo que soy,
siendo tal y como soy, aunque pudiendo cada día mejorar. Y para eso no basta
una pareja cualquiera, debe ser una pareja valiente y que sea capaz de amarse y
amar, de verdad. Y yo mismo no podría dar algo que no tengo, ni algo que solo
sueño. El amor se sustenta en la realidad, aunque para ello debamos primero
aceptar la realidad y amarla tal como es. Amarse uno mismo lo suficiente como
para ahora poder amar a alguien más, de verdad. No se puede dar o compartir
algo que uno no tiene.
Y amarse es ser capaz de amarse a uno mismo lo suficiente
como para amar a alguien más, con sus fortalezas y debilidades, por lo que es y
por lo que será, con respeto y libertad.
En el amor debe de haber confianza.
En el amor no puede haber temor, a uno mismo o al otro, por
ser como es. Si hay miedo, no puede haber amor. Para ello, debemos antes
deshacernos de todas esas creencias y experiencias del pasado que nos provoca
miedo y nos hacen actual sin libertad. Para amar hay que ser libre para ser uno
mismo siempre, libre para amar y sentirse amado y, luego, tener el valor y la
voluntad de compartir y crear cada día conjuntamente momentos de felicidad.
Seguramente ahora es la primera vez en mi vida en que soy
capaz de amar.
Hasta ahora mandaba en mi vida el temor a amar sin ser amado
o el temor de ser abandonado.
Pero, hoy en mi vida ya hay amor, no hay temor. Es amor de
verdad, porque es libre, es voluntario y, sobre todo, porque me ayuda cada día
a ser más yo, un ser integrado que se comparte para crecer y ayudar a crecer.
Que poco tiene que ver con los "amores" que hasta
ahora había vivido en mi historia, y que aún viven muchos, a mi alrededor. Mi
amor no es la huida de la soledad, sino que es la vocación de compartir con el
otro todo lo que soy, sueño y vivo cada día, incluyendo la soledad y el
silencio donde me encuentro a mí mismo y hallo lo mejor. Atención permanente,
buena compañía y soledad compartida es lo mejor que uno puede dar y recibir de
quien ama, de verdad.
Entonces poco importa el cómo y el cuándo llegará el amor de
verdad y correspondido. Podría decir que entonces lo importante en sí es la
capacidad de uno mismo para amar de verdad. Y, cuando uno tiene al fin el
corazón abierto al amor, es cuando al fin aparece a quien amar. Nace tal vez
poco a poco, a medida que uno se siente feliz haciendo al otro feliz y sin
esperar nada a cambio. Incluso se puede amar y descubrir que no eres capaz de
hacer feliz a quien amas. Y, sin dejar de amarle, decides dejarle vivir feliz,
sin ti. Y eso duele, no estamos acostumbrados a aceptar que tal vez no somos la
persona elegida o que la persona a quien amas no desea o no le basta tu amor o,
simplemente, no es capaz de amar. Pero, sin duda, esa puede ser la realidad,
por dura que sea o que parezca.
Amar por el simple gozo de amar es algo difícil de explicar
y más difícil de actuar en consecuencia. Sentirse protagonista de la felicidad
del ser amado es un anhelo humano y espiritual, aunque alguna vez, por respeto,
comprensión y amor, debamos renunciar a él. Entonces pasamos a ser meros
espectadores de la felicidad de quien amamos y a quien sólo le deseamos
felicidad. Pero, en todo caso, para hacer a alguien feliz o simplemente
desearle felicidad, uno debe ser capaz de ser feliz por sí mismo. La felicidad
va de dentro a fuera, de uno mismo hacia los demás, y es luego cuando se puede
compartir.
Amar de verdad es amar íntegramente, no hay más. Y eso
significa que uno es íntegro y que el otro también lo es, aunque esa integridad
de ambos crecer con el amor. Cuando uno se enamora de sólo un aspecto del otro,
su poder, su personalidad, lo que muestra a los demás, ese "amor" no
es verdadero, pues sólo acepta una parte de su realidad. Es entonces cuando se
entiende que uno debe primero aceptar, y a amar, sus propias fortalezas y
debilidades, para luego a aceptar, y a amar, las del ser amado. Y sentir que,
con el amor mutuo y compartido es posible crecer y mejorar. Por qué es el amor
de verdad lo que nos obliga a dar todo lo que en realidad somos, incluso todo
aquello que desconocemos de nosotros mismos o que nos molesta y lo queremos
cambiar. Y lo damos a la persona amada y todo lo que vivimos, porque ese amor
es global, y no restrictivo, ni posesivo, ni limitado, como el "amor"
coloquial. Por eso, en el amor de verdad no debe haber miedo a ser, a
mostrarnos y vivir cada día tal como somos y sentimos, y es entonces cuando el
otro y nuestra vida se convierte en un espejo de todo aquello que somos,
sentimos, y de lo que deseamos mejorar.
Así, la persona amada es siempre singular, "única e
irreemplazable", como ser único que para nosotros es y como lo es cada
persona en nuestra vida.
Por eso no puede haber un amor igual a otro, ni se debe
intentar comparar.
Cada persona y momento en nuestra vida es único e
irrepetible. Tanto que, si se trata de amor de verdad, este perdura más allá de
nuestra vida, pues en el corazón permanece para siempre quién amamos de verdad.
Al fin de cuentas, el tiempo y el espacio son construcciones humanas y nuestra
alma, que debe estar involucrada en todo lo esencial, no entiende de ello. Uno
ama para siempre, pase lo que pase en la vida. Ese, aunque te extrañe, es un amor
universal, pues todos somos capaces de sentirlo y, cuando lo logramos, se
expande por todo lo que vivimos.
Es entonces cuando te das cuenta de que el otro
"amor" se basa en el miedo a perder, en su exclusividad y, lo que es
peor, en la propiedad, aunque eso es precisamente lo que lo limita, lo debilita
y lo hace ser solo humano y temporal. Y, al parecer, a algunos les basta eso
para vivir y para "amar y ser amados". Ahora veo la fragilidad de ese
"amor" y el sufrimiento que trae consigo, tanto en su principio como
en su final. El alma no está involucrada en él, y ella sabe que ese
"amor" no es real ni eterno, como ya lo necesita sentir. Se basa sólo
en la coexistencia de dos egos que luchan por sobrevivir juntos, sin ser cada
uno y, a la vez, siendo los dos un bien común y perecedero, como todo lo humano
es.
La verdad es que ahora pienso, y ciento, que ese "otro
amor" no está hecho para mí. No puedo dejar de involucrar mi alma en todo
lo que soy, ciento y algo en mi vida. Y, aunque parece algo restrictivo y a
ratos aparentemente incómodos para vivir en el día a día, sólo en el amor de
verdad veo, y siento la verdadera felicidad. No es un simple enamoramiento, con
su principio y su final, no es algo que depende sólo de mi o de otro, es,
simplemente, una manera de vivir y de amar, de verdad.
No creo en los "amores" clandestinos, en los que
se comparte lo mejor de cada uno, donde cada uno es una sola parte de sí y en
los que ambos llegan al acuerdo de buscar una vida en común. No creo en los
fogonazos, ni en las estridencias, ni en la confrontación de egos, donde nadie
gana ni pierde. No creo en ese "amor" ilusorio que no se basa en la
realidad, ni contempla las verdades de cada uno como tal. No creo en esos
"amores" solo hechos de gestos vacíos y por compromiso mutuo.
El amor nace desde dentro, donde está el verdadero amor. Y
en el todo somos aprendices, pues es difícil dejar pasar el "amor" y
permitir fluir el amor de verdad. Para ello no hay que tener miedo a ser y
sentir, nunca más. Y, porque no admitirlo, se ha de hacer el amor cada día,
física, sentimental y espiritualmente. El amor crece cuanto más se siente,
cuanto más se comparte, con amor. En unos amores te sientes el co- protagonista
de la felicidad del otro, en algunos otros, eres un mero espectador de su
felicidad. Ambos te hacen sentir feliz, aunque en uno participas activamente
para hacer crecer la felicidad mutua, mientras en los otros eres un
privilegiado co- partícipe de su felicidad. El amor no desaparece nunca, como
energía que es sólo se modifica su forma de vivirlo, pero lo esencial perdura
en el tiempo.
Quizás definir el amor sea limitarlo, el amor es para
sentirlo, compartirlo y, haciéndolo, hacerlo crecer cada día, y así ser más
feliz. Pero, mientras intentamos saber cómo debemos amar, estamos dejando de
amar de verdad, sin dejarlo fluir. Al final, el amor de verdad nace en el
interior, y, junto a él, ambos seres íntegros y felices encuentran la paz.
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