domingo, 11 de diciembre de 2016

"Amor" Versus amor de verdad…

"Amor" Versus amor de verdad…



Cada día me sorprende más lo que la gente considera que es el "amor".
Es verdad, que yo soy un principiante en todo ello, como creo que lo somos todos en las cosas esenciales de la vida.
El "amor", tal y como es entiende en la calle, no es más que un pacto entre dos personas cuyo objetivo es compartir hábitos comunes, sentimientos a veces contradictorios y el placer. Así nace, y mueren, muchas parejas. En el fondo pienso que no es más que el resultado del miedo a estar solos, estando acompañados.
Alguien me dijo hace un tiempo que yo no era capaz de enamorarme de nadie, pues estaba muy bien, y feliz, sólo y no necesitaba de nadie a mi alrededor. Que poco saben los demás de mí y cómo se atreven a juzgar mis actos, sólo por lo poco que conocen de mí. Siempre he considerado que yo soy una persona fácil para convivir, complaciente, buen conversador y, a la vez, respetuoso y comprensivo con los demás. Creo que mi estado natural es en pareja, a pesar de no con cualquiera, independientemente de lo que opinen los demás. Pero también es verdad que soy un hombre que acepta la soledad para reencontrarme conmigo mismo, que sabe amar ser amado de verdad, y con una gran capacidad de compartir mi crecimiento con alguien más.
Aun así, para mí el amor hoy es algo que considero esencial en mi vida. Tan esencial que no puedo permitirme jugar con él, o conmigo mismo, lo que es casi lo mismo. Para mí el amor es la entrega total de lo que soy, siendo tal y como soy, aunque pudiendo cada día mejorar. Y para eso no basta una pareja cualquiera, debe ser una pareja valiente y que sea capaz de amarse y amar, de verdad. Y yo mismo no podría dar algo que no tengo, ni algo que solo sueño. El amor se sustenta en la realidad, aunque para ello debamos primero aceptar la realidad y amarla tal como es. Amarse uno mismo lo suficiente como para ahora poder amar a alguien más, de verdad. No se puede dar o compartir algo que uno no tiene.
Y amarse es ser capaz de amarse a uno mismo lo suficiente como para amar a alguien más, con sus fortalezas y debilidades, por lo que es y por lo que será, con respeto y libertad.
En el amor debe de haber confianza.
En el amor no puede haber temor, a uno mismo o al otro, por ser como es. Si hay miedo, no puede haber amor. Para ello, debemos antes deshacernos de todas esas creencias y experiencias del pasado que nos provoca miedo y nos hacen actual sin libertad. Para amar hay que ser libre para ser uno mismo siempre, libre para amar y sentirse amado y, luego, tener el valor y la voluntad de compartir y crear cada día conjuntamente momentos de felicidad.
Seguramente ahora es la primera vez en mi vida en que soy capaz de amar.
Hasta ahora mandaba en mi vida el temor a amar sin ser amado o el temor de ser abandonado.
Pero, hoy en mi vida ya hay amor, no hay temor. Es amor de verdad, porque es libre, es voluntario y, sobre todo, porque me ayuda cada día a ser más yo, un ser integrado que se comparte para crecer y ayudar a crecer.
Que poco tiene que ver con los "amores" que hasta ahora había vivido en mi historia, y que aún viven muchos, a mi alrededor. Mi amor no es la huida de la soledad, sino que es la vocación de compartir con el otro todo lo que soy, sueño y vivo cada día, incluyendo la soledad y el silencio donde me encuentro a mí mismo y hallo lo mejor. Atención permanente, buena compañía y soledad compartida es lo mejor que uno puede dar y recibir de quien ama, de verdad.
Entonces poco importa el cómo y el cuándo llegará el amor de verdad y correspondido. Podría decir que entonces lo importante en sí es la capacidad de uno mismo para amar de verdad. Y, cuando uno tiene al fin el corazón abierto al amor, es cuando al fin aparece a quien amar. Nace tal vez poco a poco, a medida que uno se siente feliz haciendo al otro feliz y sin esperar nada a cambio. Incluso se puede amar y descubrir que no eres capaz de hacer feliz a quien amas. Y, sin dejar de amarle, decides dejarle vivir feliz, sin ti. Y eso duele, no estamos acostumbrados a aceptar que tal vez no somos la persona elegida o que la persona a quien amas no desea o no le basta tu amor o, simplemente, no es capaz de amar. Pero, sin duda, esa puede ser la realidad, por dura que sea o que parezca.
Amar por el simple gozo de amar es algo difícil de explicar y más difícil de actuar en consecuencia. Sentirse protagonista de la felicidad del ser amado es un anhelo humano y espiritual, aunque alguna vez, por respeto, comprensión y amor, debamos renunciar a él. Entonces pasamos a ser meros espectadores de la felicidad de quien amamos y a quien sólo le deseamos felicidad. Pero, en todo caso, para hacer a alguien feliz o simplemente desearle felicidad, uno debe ser capaz de ser feliz por sí mismo. La felicidad va de dentro a fuera, de uno mismo hacia los demás, y es luego cuando se puede compartir.
Amar de verdad es amar íntegramente, no hay más. Y eso significa que uno es íntegro y que el otro también lo es, aunque esa integridad de ambos crecer con el amor. Cuando uno se enamora de sólo un aspecto del otro, su poder, su personalidad, lo que muestra a los demás, ese "amor" no es verdadero, pues sólo acepta una parte de su realidad. Es entonces cuando se entiende que uno debe primero aceptar, y a amar, sus propias fortalezas y debilidades, para luego a aceptar, y a amar, las del ser amado. Y sentir que, con el amor mutuo y compartido es posible crecer y mejorar. Por qué es el amor de verdad lo que nos obliga a dar todo lo que en realidad somos, incluso todo aquello que desconocemos de nosotros mismos o que nos molesta y lo queremos cambiar. Y lo damos a la persona amada y todo lo que vivimos, porque ese amor es global, y no restrictivo, ni posesivo, ni limitado, como el "amor" coloquial. Por eso, en el amor de verdad no debe haber miedo a ser, a mostrarnos y vivir cada día tal como somos y sentimos, y es entonces cuando el otro y nuestra vida se convierte en un espejo de todo aquello que somos, sentimos, y de lo que deseamos mejorar.
Así, la persona amada es siempre singular, "única e irreemplazable", como ser único que para nosotros es y como lo es cada persona en nuestra vida.
Por eso no puede haber un amor igual a otro, ni se debe intentar comparar.
Cada persona y momento en nuestra vida es único e irrepetible. Tanto que, si se trata de amor de verdad, este perdura más allá de nuestra vida, pues en el corazón permanece para siempre quién amamos de verdad. Al fin de cuentas, el tiempo y el espacio son construcciones humanas y nuestra alma, que debe estar involucrada en todo lo esencial, no entiende de ello. Uno ama para siempre, pase lo que pase en la vida. Ese, aunque te extrañe, es un amor universal, pues todos somos capaces de sentirlo y, cuando lo logramos, se expande por todo lo que vivimos.
Es entonces cuando te das cuenta de que el otro "amor" se basa en el miedo a perder, en su exclusividad y, lo que es peor, en la propiedad, aunque eso es precisamente lo que lo limita, lo debilita y lo hace ser solo humano y temporal. Y, al parecer, a algunos les basta eso para vivir y para "amar y ser amados". Ahora veo la fragilidad de ese "amor" y el sufrimiento que trae consigo, tanto en su principio como en su final. El alma no está involucrada en él, y ella sabe que ese "amor" no es real ni eterno, como ya lo necesita sentir. Se basa sólo en la coexistencia de dos egos que luchan por sobrevivir juntos, sin ser cada uno y, a la vez, siendo los dos un bien común y perecedero, como todo lo humano es.
La verdad es que ahora pienso, y ciento, que ese "otro amor" no está hecho para mí. No puedo dejar de involucrar mi alma en todo lo que soy, ciento y algo en mi vida. Y, aunque parece algo restrictivo y a ratos aparentemente incómodos para vivir en el día a día, sólo en el amor de verdad veo, y siento la verdadera felicidad. No es un simple enamoramiento, con su principio y su final, no es algo que depende sólo de mi o de otro, es, simplemente, una manera de vivir y de amar, de verdad.
No creo en los "amores" clandestinos, en los que se comparte lo mejor de cada uno, donde cada uno es una sola parte de sí y en los que ambos llegan al acuerdo de buscar una vida en común. No creo en los fogonazos, ni en las estridencias, ni en la confrontación de egos, donde nadie gana ni pierde. No creo en ese "amor" ilusorio que no se basa en la realidad, ni contempla las verdades de cada uno como tal. No creo en esos "amores" solo hechos de gestos vacíos y por compromiso mutuo.
El amor nace desde dentro, donde está el verdadero amor. Y en el todo somos aprendices, pues es difícil dejar pasar el "amor" y permitir fluir el amor de verdad. Para ello no hay que tener miedo a ser y sentir, nunca más. Y, porque no admitirlo, se ha de hacer el amor cada día, física, sentimental y espiritualmente. El amor crece cuanto más se siente, cuanto más se comparte, con amor. En unos amores te sientes el co- protagonista de la felicidad del otro, en algunos otros, eres un mero espectador de su felicidad. Ambos te hacen sentir feliz, aunque en uno participas activamente para hacer crecer la felicidad mutua, mientras en los otros eres un privilegiado co- partícipe de su felicidad. El amor no desaparece nunca, como energía que es sólo se modifica su forma de vivirlo, pero lo esencial perdura en el tiempo.

Quizás definir el amor sea limitarlo, el amor es para sentirlo, compartirlo y, haciéndolo, hacerlo crecer cada día, y así ser más feliz. Pero, mientras intentamos saber cómo debemos amar, estamos dejando de amar de verdad, sin dejarlo fluir. Al final, el amor de verdad nace en el interior, y, junto a él, ambos seres íntegros y felices encuentran la paz.




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