¿Por qué es tan difícil, relacionarse?
Porque tú todavía no eres. Hay un vacío interior, y el miedo
a que si te relacionas con alguien más tarde o más temprano se demostrará que
estás vacío. Por eso parece más seguro mantener una distancia con la gente; por
lo menos puedes simular que eres.
Tú no eres. No has nacido todavía, eres tan sólo una posibilidad.
Pero todavía no eres su realización; y sólo dos personas que se hayan realizado
pueden relacionarse. Relacionarse es una de las cosas más grandes de la vida;
relacionarse significa amar, relacionarse significa compartir. Pero antes de
poder compartir, tienes que tener. Y antes de poder amar tienes que estar lleno
de amor, rebosante de amor.
Dos semillas no se pueden relacionar, están cerradas. Dos
flores pueden relacionarse, están abiertas, pueden mandar su fragancia de una a
otra, pueden danzar bajo el mismo sol y en el mismo viento, pueden tener un
diálogo, pueden susurrarse. Pero esto no es posible para dos semillas. Las
semillas están totalmente cerradas, no tienen ventanas; ¿cómo van a
relacionarse?
Y esta es la situación. El hombre nace como una
semilla; puede convertirse en una flor, o puede que no. Todo depende de ti, de
lo que tú hagas contigo mismo; todo depende de si tú creces o no. Es tu
elección; y la elección tiene que afrontarse cada momento; cada momento estás
en un cruce de caminos.
Millones de personas prefieren no crecer. Permanecen como
semillas, se quedan en potencialidades, nunca llegan a realizarse. No saben lo
que es la autorrealización, no saben nada acerca de la existencia. Viven
totalmente vacíos y mueren totalmente vacíos. ¿Cómo van a relacionarse?
Sería exponerte a ti mismo; tu desnudez, tu fealdad, tu
vacío; parece más seguro mantener una distancia. Hasta los amantes mantienen
cierta distancia; llegan hasta un punto, y permanecen alerta cuando se dan la
espalda. Tienen sus límites; permanecen confinados en sus límites.
Sí, hay cierta clase de relación, pero no es la de
relacionarse, es la de la posesión: El marido posee a la esposa, la esposa posee
al marido, los padres poseen a los hijos, y así sucesivamente.
Pero poseer no es relacionarse; de hecho, poseer es destruir toda posibilidad
de relacionarse. Si te relacionas, respetas; no puedes poseer. Si te
relacionas, se crea una gran reverencia. Si te relacionas te vas acercando y
llegas muy, muy cerca, en profunda intimidad, superponiendo, sin interferir
en la intimidad del otro, y a su vez el otro sigue siendo un individuo
independiente.
Es la relación del "yo-tú", no la del "yo-ello", super poniéndose, interpretándose, y a la vez, en cierto sentido independiente.
Kahlil Gibran dice: “Ser como dos pilares, que sostienen el mismo tejado, pero
no se posean el uno al otro, dejar al otro independiente. Sostener el mismo
tejado; ese tejado es el amor”.
Dos amantes sostienen algo invisible e inmensamente valioso:
una poesía de ser, una música escuchada en el profundo seno de su existencia.
Ambos sostienen una armonía, pero permanecen independientes. Pueden exponerse
al otro, porque no tienen miedo. Saben quiénes son. Conocen su belleza
interior, conocen su perfume interior; no tienen miedo.
Pero normalmente tienes miedo, porque tú no tienes ninguna
fragancia. Si te expones a ti mismo simplemente estarás; estarás a los celos,
odios, iras, lujuria. No tendrás el perfume del amor, la bondad, la compasión.
Millones de personas han preferido quedarse en semillas.
¿Por qué?
Cuando pueden convertirse en flores y danzar al viento, bajo
el sol, bajo la luna, ¿por qué han decidido quedarse en semillas? Hay una razón
para esta decisión: la semilla está más segura que la flor. La flor es frágil;
la semilla no lo es, la semilla parece más fuerte. La flor puede ser destruida
muy fácilmente; sólo un golpe de viento y sus pétalos volarán. La semilla no
puede ser destruida por el viento tan fácilmente, la semilla está muy
protegida, segura. La flor estará expuesta; una cosa tan delicada, y expuesta a
tantos riesgos: puede soplar un viento fuerte, puede llover tormentosamente, el
sol puede calentar demasiado, cualquier tonto puede arrancar la flor. Cualquier
cosa puede ocurrirle a la flor, le puede pasar de todo; la flor está
constantemente en peligro. Pero la semilla está segura; por eso millones de
personas han decidido permanecer como semillas. Pero quedarse en semilla es
quedarse muerto, quedarse en semilla no es en absoluto vivir. Es seguro,
ciertamente, pero no tiene vida. La muerte es segura, la vida es inseguridad.
El que realmente quiere vivir tiene que vivir en peligro, en constante peligro.
El que quiere alcanzar la cima tiene que arriesgarse a perderse. El que quiere
escalar las más altas cimas tiene que arriesgarse a caerse, escurrirse.
Cuanto mayor es el anhelo de crecer, más y más riesgo se
tiene que aceptar. El verdadero hombre acepta el peligro como su propio estilo
de vida, como el verdadero clímax del crecimiento.
Me preguntaras: “¿Por qué es tan difícil relacionarse?”.
Es difícil porque tú todavía no eres. Primero sé. Sólo después
todo lo demás es posible: primero sé. Jesús dice a su manera: «Primero, busca
tu paz, todo lo demás te será dado». Esto es sólo una vieja expresión que
quiere decir lo mismo que yo estoy diciendo: primero sé, todo lo demás te será
dado. Pero ser es el requerimiento básico. Si eres, el coraje viene como
consecuencia. Si eres, surge un gran anhelo por la aventura; y cuando estás
listo para explorar, puedes relacionarte. Relacionarse es explorar; explorar la
consciencia del otro, explorar el territorio del otro. Pero cuando explores el
territorio del otro, tienes que darle la bienvenida y permitir que él te
explore a ti; no puede ir en una sola dirección. Y puedes permitir que el otro
te explore sólo cuando tienes algo, algún tesoro dentro de ti. Entonces no hay
miedo. De hecho, invitas al huésped, abrazas al huésped, le llamas, le quieres
dentro. Quieres que vea lo que has descubierto en ti mismo, quieres
compartirlo.
Primero sé, luego puedes relacionarte; y recuerda,
relacionarse es muy bello. La relación en pareja es un fenómeno completamente
diferente; es algo muerto, fijo, ha llegado a un punto final. Te casas con una
mujer; ha llegado un punto final. Desde aquí las cosas sólo declinarán. Has
llegado al límite, ya no crece nada. El río se estanca y se convierte en un
pantano. La relación en pareja es algo que ya está acabado; relacionarse es un
proceso. Elude las relaciones y profundiza más y más en el relacionarte.
Mi énfasis está en los verbos no en los nombres; evita los
nombres tanto como te sea posible. En el lenguaje no los puedes evitar, lo sé;
pero en la vida, evítalos; porque la vida es un verbo. La vida no es un nombre,
es un verbo; en realidad es “vivir” no “vida”. No es amor, es amar. No es la
relación, es relacionarse. No es la canción, es cantar. No es la danza, es
danzar.
Observa la diferencia, saboréala. Una danza es algo
completo; se han dado los últimos toques, ya no queda nada por hacer. Algo
acabado es algo muerto. La vida no tiene puntos finales, las comas están bien,
pero no los puntos finales. Los lugares de descanso están bien, pero no los
destinos.
En vez de pensar cómo relacionarte, cumple el primer requisito:
medita, sé, y
después relacionarse llegará por sí mismo. El que se hace silencioso, feliz, el
que empieza a rebosar energía, a convertirse en una flor, tiene que
relacionarse. Se relaciona con gente, se relaciona con los animales, se
relaciona con los árboles, se relaciona hasta con las rocas. No es algo que
tenga que aprender, es algo que ocurre.
De hecho, se relaciona las veinticuatro horas del día. Si
camina sobre la tierra, se relaciona con la tierra; al tocar sus pies la
tierra, se relaciona. Si se baña en el río, se relaciona con el río, y si mira
a las estrellas se relaciona con las estrellas.
No es cuestión de relacionarse con alguien en particular.
El hecho básico es que, si tú eres, toda tu vida se vuelve un relacionarse. Es
una canción constante, una danza constante; es una continuidad, como el fluir
de un río.
Medita, primero encuentra tu centro. Antes de
relacionarte con alguien más, relaciónate contigo mismo: este es el requisito
básico que hay que cumplir. Sin él, nada es posible.
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