Los pensamientos
negativos… ¿tú también los tienes?
En ocasiones parece que los pensamientos negativos
se convierten en algo así como un viejo amigo que habita cómodamente en nuestra
mente. Es como si alguien se hubiese infiltrado y secuestrado nuestra mente,
obligándonos a tener los mismos repetitivos pensamientos y las mismas
conversaciones de cada día; alguien realmente muy pesado que no sabe hablar de
otra cosa más que de las preocupaciones y los problemas.
Esa voz es como una emisora de radio y no deja de
emitir pensamientos como si fuesen las noticias de un telediario. Esos
pensamientos negativos generalmente acaban enfocándose siempre en los mismos
problemas y terminan arrastrándonos al mismo lugar emocional de siempre, a la
preocupación y a la ansiedad, sacándonos del presente y llevándonos mentalmente,
a distorsionadas situaciones futuras que nos hacen sufrir innecesariamente en
el presente.
Para aprender a frenar a ese enemigo, que a veces
parece tomar control de nuestra mente, distorsionando y magnificando muchas
situaciones de manera desproporcionada, tenemos que aprender algunas claves,
así que aquí van algunas.
Lo primero es “darte cuenta” de que tu viejo amigo
ha vuelto a aparecer, que ha comenzado su discurso de siempre, enfocándose en
todo lo que está o puede ir mal, en vez de poner la atención en lo que sí
puedes hacer. Esa voz que sigilosamente te susurra al oído, quiere arrastrarte
al lado del pesimismo, robándote la energía, las posibilidades e incluso
frenándote en tus aspiraciones para acabar robándote la oportunidad de lograr
tus sueños. Por ello, no puedes permitir que esos pensamientos sigan campando a
sus anchas por tu cabeza.
Atente a los hechos, no a las suposiciones de lo que
podría ocurrir. En una gran parte, el miedo nace de la increíble capacidad que
tiene nuestra mente para ser creativa en sentido negativo, imaginando todos los
peores escenarios posibles… Así que deja de imaginar e irte a los extremos para
dejar de sufrir sin sentido, y vuelve aquí, ahora, al presente y a lo que sí
puedes hacer hoy.
Ponle un nombre a esa voz negativa como si fuese un
personaje muy pesado. Le puedes llamar “Manolito”, “Juana”, “Fortunata” …
escoge un nombre y cuando comiences a sentir que los pensamientos y las
emociones negativas te invaden, ese es el momento de “darte cuenta” y decir
¡¡Hombre!! ya está de visita “Manolito” fulana o fulano, con su rollo y su
historia de siempre…
Ese es el instante para cambiar de emisora mental, a
una más positiva. Se trata de dirigir el enfoque a un objetivo concreto, para
desviar, recuperar y centrar nuestra atención hacia lo que sí queremos y
podemos hacer.
Ni el pasado, ni el presente determinan el futuro. La
situación actual que estés viviendo no es el reflejo garantizado de lo que será
el futuro. Todo cambia, porque el futuro no está escrito; lo escribes tú y lo
forjas cada día con tus decisiones y tus acciones. Si lo que ves a tu alrededor
no te gusta, es el momento de tomar decisiones y cambiar, de aprender y crecer;
es hora de dejar de mirar dónde estás y comenzar a ver a dónde quieres ir, es
hora de dejar de pensar y hablar de cómo están las cosas y comenzar a pensar y
hablar de cómo las cosas pueden llegar a ser.
Es hora de crear una nueva visión ilusionante, de
esperanza y repleta de posibilidades, porque esa visión de futuro es la que nos
carga de energía en el presente y nos empuja a pasar a la acción con más
confianza. Cuando crees, creas.
En esta parte del escrito veremos; sobre cómo
librarse o reducir los pensamientos negativos, por lo que, si no has leído la
primera parte o quieres recordarla, lo puedes hacer aquí.
Inevitablemente por momentos todos tenemos
pensamientos y emociones negativas que no deseamos y de los que queremos
librarnos, por lo que son necesarias estrategias y herramientas para librarnos
de esas malas hierbas, que a veces nacen en el jardín de la mente.
A lo largo de nuestra vida, todos vamos adquiriendo,
todo tipo de hábitos y algunos de ellos, de pensamientos, de enfoque, de comportamiento,
de lo que hacemos, se convierten en repetitivas rutinas que nos llevan al mismo
lugar emocional de siempre. Si nos abandonamos, aunque sea de manera
inconsciente, tenemos la tendencia de absorber todo lo que ocurre a nuestro
alrededor… y ya sabemos que lo que solemos recibir del entorno no siempre es lo
mejor y más inspirador…
Todo eso nos afecta, en mayor o menor medida y
tiende a aumentar la cantidad de pensamientos negativos, afectando a nuestras
expectativas de futuro y a nuestra confianza. Por ello, si queremos mejorar la
calidad de nuestros pensamientos y nuestras emociones, tenemos que tomar
decisiones sobre la cantidad y calidad de información a la que nos exponemos,
porque cuanta más información de calidad y nuevos conocimientos constructivos
recibamos, más mejorará la calidad de nuestros pensamientos, de nuestras expectativas
y de nuestras emociones.
Esa decisión a la que te expones es absoluta y
totalmente tu responsabilidad, así que escoge bien.
Estos son los puntos que tratamos al principio de
escrito:
Lo primero es “darte cuenta” que tu viejo amigo ha
vuelto a aparecer…
Ponle un nombre a esa voz negativa.
Atente a los hechos, no a las suposiciones de lo que
podría ocurrir.
Cambiar el estado mental dirigiendo el enfoque a un
objetivo concreto.
Y ahora, pon atención a los siguientes puntos:
Reconoce lo bueno a tu alrededor y sé agradecida/o. Deja
de pensar en todo lo que te falta por hacer, lograr o demostrar y sé más
agradecida/o por lo que sí tienes: por estar vivo, por otro día que es una
oportunidad, por la familia, amigos, personas queridas, por el aire, el sol… Si
no eres agradecida/o por las pequeñas cosas, que al final son las grandes,
jamás tendrás suficiente y todo te parecerá poco.
Escribe qué es lo que te preocupa y/o la causa o
enfoque de los pensamientos negativos. En muchas ocasiones no sucede nada
realmente grave y concreto que sea una verdadera amenaza en nuestra vida, sino
que son pequeñas situaciones y sucesos que se van acumulando y que nos hacen
sentir que la situación nos sobrepasa. Nuestra mente cada vez se dispersa más
en infinidad de cosas, nos agobiamos, aumenta el problema y parece que todo nos
supera.
Lo que tenemos que hacer es definir y concretar qué
es lo que más nos agobia y nos preocupa, para dejar de preocuparnos y ocuparnos
de ello. Nuestro cerebro, a veces, huye y evita esas situaciones que nos crean
tensión; es un mecanismo defensivo, pero “el evitar” también nos debilita y nos
genera aún más tensión. En cambio, cuando las afrontamos, nos sentimos más
fuertes, responsables y capaces, y es entonces cuando tomamos el mando y el
control de nuestra voluntad, nuestra mente y nuestra vida.
Deja de generalizar. ¿Te has encontrado alguna vez
diciendo?, “Nunca me sale bien”, “siempre pasa lo mismo”, “todos son iguales”,
“ya sé lo que va a pasar”. Si eso es lo que crees, siento mucho decirte que es
así, pero lo es para ti porque eso es lo que dices y es lo que crees, por lo
que termina siendo como una auto profecía.
Son tus propios pensamientos y tu lenguaje los que
te colocan en ese estado mental. De algún modo, ya estás esperando que eso
suceda y tu propia actitud y expectativa la provoca. Obviamente, al final
sucede lo que esperabas, te das la razón a ti mismo y se confirma tu teoría…
Así que abandona el hábito de generalizar, deja de hacer de fatídica pitonisa/o
y comienza a ver las cosas como sí pueden llegar a ser.
Muchas personas viven su vida al son que dicta la
tecnología y todo el ruido externo que les rodea en vez de estar dirigidos por
su música interior. Aprende a desconectar y conectar con la naturaleza o
simplemente desconectar. Pon en tu agenda un merecido tiempo de calidad para
ti. Para, frena, respira, conecta y se agradecida/o.
La idea es crear un estilo de vida que no esté
dirigido por todo lo que sucede fuera, sino crear unas rutinas, una disciplina
y unas prioridades que sean el centro de nuestra vida, en donde somos más
creativos, más productivos y estamos en control.
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