Como nos limita, La Adulación...
"La forma más rápida de alejarse del triunfo y, en consecuencia,
de la realidad, es rodearse de aduladores. Es como si alguien te pusiera un
bloque encima para que no logres tus objetivos. La adulación, si te complaces
en ella, te distrae y contamina como profesional, como persona; te distorsiona
tu percepción de la realidad"...
El reconocimiento y la estima son necesidades humanas
básicas, aunque tenemos que ser cautos a la hora de satisfacerlas para no caer
en la dependencia, ni apartarnos de la realidad.
En ocasiones tenemos tanta necesidad por ser aceptados y
lograr notoriedad que absolvemos como verdadera, cualquier palabra que nos haga
enaltecer el ego. Se olvida fácilmente que tales comentarios pueden proceder de
la ignorancia, la cortesía o la adulación más que de la franqueza. Lo que nos
dicen los demás, no siempre es consciente o sincero.
Cuando nos hacen alabanzas falsas o exageradas para
alargarnos y obtener algo a cambio, estamos siendo adulados. Y es fácil caer en
la complacencia y dejarse llevar, pues el adulador apunta de lleno a esa parte
tan vulnerable de nuestro ser que denominamos "ego".
La adulación es precaria en el reconocimiento del otro,
porque le pone cualidades que no tiene o no muestra. No nacen de un deseo de
ratificar lo bueno, si no de agradar superficialmente el oído del que se
necesita de alguna manera.
El adulador nos adormece con un falso sentido de la
confianza que nos hace bajar la guardia; no es un amigo de verdad y tampoco
resulta confiable. Ante una situación en la que vea comprometido su objetivo,
es capaz de pasar con toda frialdad al polo opuesto.
Si algo diferencia la honestidad de la adulación es la
convicción. La honestidad implica estar convencido/a de lo que uno dice. La
persona honesta expone sus puntos de vista conforme a su esquema de valores y
el mapa de la realidad. No busca manipular o agradar por encima de todo, lo
único que busca es servil.
La honestidad asertiva es una herramienta potencia dora, al
margen de que adquiera forma de reconocimiento, refuerzo de una conducta o
comentario para la mejora personal.
Si alguien nos expresa con su mayor convicción que nuestro
trabajo es excelente por esto o por aquello y que además podríamos explorar
esta u otra vía o nos retroalimenta comentando que cuando ayer llegaste tarde,
yo me sentí mal, no es lo mismo que si nos dice sin argumento alguno: ¡Qué bueno/a
eres! La primera expresión abre nuevas opciones y perspectivas sobre la
realidad y a la vez genera un espacio para la reflexión y mejora personal. La
segunda es una afirmación rimbombante y genérica. Si nos volvemos dependientes
de ella, puede que caminemos ciegos por la vida, tropezando a cada paso con el
fracaso.
"¡Cuánto se parece a la amistad la adulación!" Exclama
el filósofo Séneca.
¿Es el verdadero amigo un adulador?... "Cuanta más
amistad, más claridad"...
"Cómo distinguir un adulador de un amigo".
El amigo procura que estemos bien, en tanto que el adulador
trata de que nos sintamos bien. El amigo nos dice la verdad sobre nosotros
mismos, aunque sea dolorosa, en tanto que el adulador distorsiona la verdad
para ajustar la a lo que queremos oír. Generalmente un amigo es devoto, en
primer lugar, de la verdad y, de acuerdo con eso, deja que una amistad prospere
o fracase. Para el adulador la verdad es irrelevante, o quizá hasta un
obstáculo. La pregunta determinante para él es:
"¿Qué quieres que piense, que es verdad?".
Adular es una estrategia de seducción o manipulación al servicio
de los fines más variados: Asegurar la amistad, ganarse al jefe, conseguir que
el empleador haga lo que queremos y deseamos, enamorar o conquistar a alguien,
conseguir cerrar un trato de conveniencia....
Cuando una persona cae en las redes de un
adulador puede volverse dependiente y ceder por sistema, tolerar lo
intolerable, apartarse de su objetivo, sobre estimarse o subestimar. Puede que
sea capaz de cualquier cosa con tal de engordar su ego y tener contento al
adulador. En el fondo lo que se ve es una conducta, es una falta de autoestima
y confianza en sí mismo.
¿Te hace sentir bien ese compañero o ese jefe que te dice
que eres imprescindible, aunque el precio sea trabajar más o ir contra tus
intereses?
Deberíamos confiar más en nosotros mismos y en nuestro
instinto. Utilizar el sentido común y poner nuestra capacidad de observación y
análisis al servicio de nuestros objetivos.
Sólo nosotros somos los más indicados para saber qué
queremos y que nos conviene.
Escuchemos nuestra pequeña voz interior y lideremos nuestra
vida....
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