La Domesticación y La Codependencia...
Nacemos en esta sociedad, crecemos en esta sociedad y
aprendemos a ser como todos los demás, actuando y compitiendo continuamente de
un modo absurdo...
"Quien no se obedece a sí mismo, inevitablemente es
gobernado por otros".
¿Cómo nace un paradigma?
Ahora bien, imagina por un momento que pudieras visitar un
planeta en el que toda la gente tuviera una mente emocional distinta. La manera
en que se relacionarían los unos con los otros, sería siempre feliz, siempre
amorosa, siempre pacífica.
Ahora imagínate, que un día te despiertas en ese planeta y
que ya no tienes heridas en tu cuerpo emocional. Ya no tienes miedo de ser
quien eres. Ya no te importa lo que la gente diga de ti, porque no te lo tomas
como algo personal y ha dejado de producirte dolor. Así que ya no necesitas
protegerte más.
No tienes miedo de amar, de compartir, de abrir tu corazón.
Ahora bien, esto sólo te ha ocurrido a ti...
¿Cómo te relacionaras con las personas que padecen de
heridas emocionales y que están enferma de miedo?
¿Qué es codependencia?
Cuando un ser humano nace, su mente y su cuerpo emocional
están completamente sanos. Quizás a eso del tercer o cuarto años de edad
empiecen a aparecer las primeras heridas en el cuerpo emocional y se infecten
con veneno emocional. Pero, si observas a los niños de dos o tres años y te
fijas en su manera de comportarse, verás que siempre están jugando. Los verás
reírse sin parar. Su imaginación es muy poderosa y su manera de soñar, una
auténtica aventura de exploración.
Cuando algo va mal, reaccionan y se defienden, pero,
después, sencillamente se olvidan y vuelven a centrar su atención en el momento
presente para seguir jugando, explorando y divirtiéndose. Viven el momento. No
se avergüenzan del pasado y no se preocupan por el futuro. Los niños pequeños
expresan lo que sienten y no tienen miedo a amar. Por eso los momentos más felices
de nuestra vida son aquellos en los que jugamos como si fuéramos niños, cuando
cantamos y bailamos, cuando exploramos y creamos, con el único propósito de
divertirnos. Cuando nos comportamos como niños nos resulta maravilloso porque
ese es el estado normal de la mente humana, la tendencia natural. Somos
inocentes, igual que los niños, y para nosotros es normal expresar amor. Pero,
¿Qué nos ha ocurrido? ¿Qué le ha ocurrido al mundo entero?
Lo que ha sucedido es que, cuando éramos pequeños, los adultos ya padecían esa
enfermedad mental, una enfermedad altamente contagiosa.
¿Y cómo nos la trasmitieron?
Captando nuestra atención y enseñándonos a ser como ellos.
Así es como trasladamos nuestra enfermedad a nuestros niños y así es como
nuestros padres, nuestros maestros, nuestros hermanos mayores y toda una
sociedad de gente enferma nos la contagio a nosotros.
Captaron nuestra atención, y, mediante la repetición,
llenaron nuestra mente de información. De este modo aprendimos y de este modo
programamos una mente humana.
El problema reside en el programa, en la información que
hemos almacenado en nuestra mente. Una vez captada la atención de los niños,
les enseñamos un lenguaje, les enseñamos a leer, a comportarse y a soñar de un
modo determinado. Domesticamos a los seres humanos de la misma manera que
domesticamos a un perro o a cualquier otro animal: Con castigos y premios...
Esto es perfectamente normal. Lo que llamamos educación no
es otra cosa que la domesticación del ser humano. Al principio tenemos miedo de
que nos castiguen, pero, más tarde también tenemos miedo de no recibir la
recompensa, de no ser lo bastante buenos para mamá o papá o un hermano o un
maestro. De este modo es como nace la necesidad de ser aceptado. Antes de eso
no nos importa, si lo estamos o no. Las opiniones de la gente, no son
importantes y no lo son porque sólo queremos jugar y vivir en el presente...
"Quien no se obedece a sí mismo, inevitablemente es
gobernado por otros".
El miedo a no conseguir la recompensa se convierte en el
miedo a ser rechazado. Y el miedo a no ser lo bastante buenos para otra persona,
es lo que hace que intentemos cambiar, lo que nos hace crear una imagen. Imagen
que intentamos proyectar, según lo que quieren, que seamos, sólo para ser
aceptados, sólo para recibir el premio. De este modo aprendemos a fingir que
somos lo que no somos y perseveramos en ser otra persona con la única finalidad
de ser, lo suficientemente buenos para Mamá, para Papa, para el Maestro, para
nuestra sociedad, congregación religiosa o quien quiera que sea. Y con este fin
practicamos incansablemente, hasta que nos convertimos en maestros, de ser lo
que no somos.
Pronto olvidamos quienes somos realmente y empezamos a vivir
nuestras imágenes, porque no creamos una sola, sino muchas diferentes, según
los distintos grupos de personas con los que nos relacionamos. Una imagen para
casa, una imagen para el colegio, una imagen cuando crecemos, y unas cuantas
más.
Y esto funciona de la misma manera, cuando se trata de una
simple relación entre un hombre y una mujer. La mujer tiene una imagen exterior
que intenta proyectar a los demás, cuando estás sola, otra de sí misma. Lo
mismo pasa con el hombre, que también tiene una imagen exterior y otra
interior. Ahora bien, cuando llegan a la edad adulta, la imagen interior y la
exterior son tan distintas que ya casi no se corresponden. Y como en la
relación entre un hombre y una mujer existen al menos cuatro imágenes.
¿Cómo es posible que se lleguen a conocer de verdad?
No se conocen. La única posibilidad es intentar comprender
la imagen. Pero es preciso considerar más imágenes. Cuando un hombre conoce a
una mujer, se hace una imagen propia de ella, y a su vez la mujer, se hace una
imagen del hombre desde su punto de vista. Entonces el intentar que ella se
ajuste a la imagen, que el mismo ha creado y ella intenta que él se ajuste a la
imagen que se ha hecho de él. Ahora, entre ellos existen seis imágenes.
Evidentemente, aunque no lo sepan, se están mintiendo el uno al otro. Su
relación se basa en el miedo, en la mentira, y no en la verdad porque resulta
imposible ver, a través de toda esa bruma...
De pequeños no experimentamos ningún conflicto porque no
fingimos ser lo que no somos. Nuestras imágenes no cambian realmente hasta que
empezamos a relacionarnos con el mundo exterior y dejamos de tener la
protección de nuestros padres. Esta es la razón por la que la adolescencia
resulta particularmente difícil. Aún en el caso de que estemos preparados para
sostener y defender nuestras imágenes, tan pronto intentamos proyectarlas al
mundo exterior, éste las rechaza.
El mundo exterior empieza a demostrarnos, no sólo lo
particular, sino también públicamente, que no somos lo que fingimos ser.
Este sería el caso;
Por ejemplo: Un joven adolescente que aparenta ser muy
listo. Acude a un debate en el colegio, y, en ese debate, alguien que es más
inteligente, y que está más preparado, le supera y le deja en ridículo delante
de todo el mundo.
A continuación, el intenta explicar; excusar y justificar la
imagen delante de sus compañeros. Se muestra muy amable con todos e intenta
salvar esa imagen delante de ellos, aunque sabe que está mintiendo. Por
supuesto, hacer todo lo posible para no perder el control delante de ellos,
pero tan pronto se encuentra sólo y se ve reflejado en un espejo, lo hace
añicos, lo rompe.
Se odia a sí mismo; se siente verdaderamente estúpido y cree
que es el peor. Existe una gran discrepancia entre la imagen interior y la
imagen que intenta proyectar hacia el mundo exterior. Pues bien, cuanto más
grande es la discrepancia, más difícil resulta la adaptación al sueño de la
sociedad y menos amor se tiene hacia uno mismo. Entre la imagen que finge ser y
la imagen interior que tiene de sí mismo cuando está solo, existen mentiras y más
mentiras. Ambas imágenes están completamente alejadas de la realidad; son
falsas, pero no se es consciente de ello.
Quizás otra persona lo advierta, pero está totalmente ciego.
Su sistema de negación intenta proteger las heridas, pero estas son reales y
siente dolor porque intenta defender esa imagen por todos los medios...
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