Sin enemigos… Empieza por ti.
Sin
comunicación no puede haber una verdadera comprensión. Pero asegúrate, ante
todo, de poder comunicarte contigo mismo, ya que, si no eres capaz de hacerlo,
¿cómo esperas a comunicarte con otra persona? Con el amor ocurre lo mismo. Si
no te amas a ti mismo, no podrás amar a otra persona. Si no puedes aceptarte,
ni tratarte con afecto, tampoco podrás hacerlo con otro.
Con gran
frecuencia te comportas como tu padre, aunque no te des cuenta. Y a pesar de
comportarte como él, sientes que eres totalmente distintos. No lo aceptas, lo
odias. Cuando no aceptas a tu padre, no te estás aceptando a ti mismo. Tu padre
está en ti, porque el contribuyo para que tu vengas a este mundo, tú eres su
continuación. Por eso, si puedes comunicarte contigo mismo, podrás comunicarte
con tu padre.
El yo está
formado de elementos, no-yo, por tanto, el comprendernos a nosotros mismos
constituye nuestra práctica. Nuestro padre es un elemento, no-yo. Decimos que
nuestro padre no es nosotros, pero sin él no podríamos existir. Él está
totalmente presente en tu cuerpo y en tu mente. Está en ti. Por eso, si te
comprendes a ti mismo, a todo, tu yo, estás comprendiendo a tu padre, él no
está fuera de ti.
Hay muchos
otros elementos, no-yo, que puedes sentir y reconocer dentro de ti: tus
antepasados, la tierra, el sol, el agua, el aire, toda la comida que consumes y
muchas cosas más. Quizá te parezca que estas cosas están separadas de ti, pero
sin ellas no podrías vivir.
Supón que
dos bandos contendientes desean negociar y que ninguno se conoce
suficientemente, a sí mismo. Para conocer al otro partido, a la otra nación, al
otro pueblo, has de conocerte de verdad a ti mismo, a tu país, a tu partido y a
tu situación. Uno mismo y los demás no son dos cosas distintas, porque el
sufrimiento, la esperanza y la ira de ambos son, muy similares.
Cuando nos
enojamos, sufrimos. Si realmente entiendes esto, entenderás también que cuando
la otra persona está enojada, significa que está sufriendo. Cuando alguien te
insulta o se conduce de manera violenta contigo, tienes que ser lo bastante
inteligente para ver que esa persona está sufriendo, por culpa de su propia
violencia e ira.
Pero,
tendemos a olvidarlo, creemos que somos los únicos que sufrimos y que el otro
es nuestro opresor, lo cual basta para aumentar la ira que sentimos y reforzar
el deseo de castigarle. Queremos castigarle porque sufrimos. Y entonces hay ira
y violencia en nosotros, igual que las hay en la otra persona. Pero cuando
veamos que el sufrimiento y la ira que experimentamos, no son distintos del
sufrimiento y la ira que el otro experimenta, nos comportaremos con más
compasión.
Entender a
la otra persona es entenderte a ti mismo, y entenderte a ti mismo es entender a
la otra persona. Todo debe empezar en ti Para entendernos tenemos que aprender
a practicar el camino de la no-dualidad. No debemos de luchar contra la ira,
porque la ira es una parte de nosotros mismos. La ira tiene una naturaleza orgánica,
al igual que el amor. Tenemos que cuidar de la ira.
Y como es
una entidad orgánica, un fenómeno orgánico, se puede transformar en otra entidad
orgánica. La basura se transforma en compost, en una lechuga o un pepino. Por
tanto, no desprecies la ira que sientes, no la combatas ni la reprimas. Aprende
el tierno método de ocuparte de ella y de transformarla en la energía, de la
comprensión y la compasión.
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