lunes, 23 de marzo de 2015

El tazón de madera y el anciano...

    Un anciano fue a vivir con su familia. Todos comían juntos pero las manos temblorosas y la vista enferma de anciano hacían el alimentarse un poco difícil.

    Un viejo se fue a vivir con su hijo, su nuera y su nieto de cuatro años, ya las manos le temblaban, su vista se nublaba y sus pasos flaqueaban.

    La familia completa comían juntos en la mesa, pero las manos temblorosas y la vista enferma del anciano hacían el alimentarse un asunto difícil.

    Los guisantes caían de su cuchara al suelo y cuando intentaba tomar el vaso, derramaba la leche sobre la mesa.

    El hijo y su esposa se cansaron de la situación. "Tenemos que hacer algo con el abuelo". Dijo el hijo. "Ya he tenido suficiente, derrama la leche, hacer ruido al comer y tira la comida al suelo".

    Así fue como el matrimonio decidió poner una pequeña mesa en una esquina del comedor. Ahí, el abuelo comían sólo mientras el resto de la familia disfrutaba la hora de comer. Como el abuelo había roto uno o dos platos, su comida se la servían en un tazón de madera.

    De vez en cuando miraban hacia donde estaba el abuelo y podían ver una lágrima en sus ojos mientras estaba ahí sentado solo. Sin embargo, las únicas palabras que la pareja le dirigían, eran fríos llamados de atención cada vez que dejaba caer el tenedor o la comida.

    El niño de cuatro años observaba todo en silencio. Una tarde antes de cenar, el padre observó a su hijo que estaba jugando con trozos de madera en el suelo.

Le preguntó dulcemente:.

¿Qué estás haciendo?.

    Con la misma dulzura el niño le contestó:. "Ah, estoy haciendo un tazón para ti y otro para mamá para cuando yo crezca, ustedes puedan comer en ellos".

Sonrió y siguió con su tarea.

    Las palabras del pequeño golpearon a sus padres de tal forma que quedaron sin habla.

    Las lágrimas rodaban por sus mejillas. Y, aunque ninguna palabra se dijo al respecto, ambos sabían lo que tenían que hacer.

    Esa tarde el esposo tomó gentilmente la mano del abuelo y lo guió de vuelta a la mesa de la familia. Por el resto de sus días ocupó un lugar en la mesa con ellos. Y por alguna razón, ni el esposo ni la esposa, parecía molestarse más cada vez que el tenedor se caía la leche se derramaba o se ensuciaba el mantel.

    Los niños son altamente perceptivos. Sus ojos observan, su oído siempre escucha y sus mentes procesan los mensajes que absorben.

    Si ven que con paciencia proveemos un hogar feliz para todos los miembros de la familia, ellos imitarán esa actitud por el resto de sus vidas.

    Los padres y madres inteligentes se percatan de cada día colocar los bloques con los que se construyen el futuro de sus hijos. Seamos constructores sabios y modelos a seguir.

    He aprendido que puedes decir mucho de una persona por la forma en que maneja tres cosas:.

Un día lluvioso.

El equipaje perdido.

Y las luces del arbolito encendidas.

    He aprendido que independientemente de la relación que tengas con tus padres, los vas a extrañar cuando ya no estén contigo.

    He aprendido que aún cuando me duela, no debo estar solo.

    La gente olvidará lo que dijiste y lo que hiciste, pero nunca como los hiciste sentir....

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