En medio de toda dificultad, hay una oportunidad...
El término resiliencia proviene del verbo latino resistir que significa “saltar hacia atrás, rebotar” y hace referencia a la “capacidad
de los sujetos para sobreponerse a periodos de dolor emocional y situaciones adversas
e incluso resultar fortalecidos por éstos”. Es aquello de que “lo que no te
mata te hace más fuerte”. Curiosamente, el término no atañe únicamente al plano
de lo emocional sino también al de lo material, siendo común a campos como la
psicología y la física; en ingeniería, en concreto, la resiliencia es una
magnitud que mide la “cantidad de energía que absorbe un determinado material
al romperse bajo la acción de un golpe o su capacidad de recuperar su
estructura tras una deformación”.
Según su definición la resiliencia es, por tanto,
una cualidad interesante con la que contar a la hora de afrontar la búsqueda de
empleo, tarea que se ha convertido en una carrera de obstáculos en la cual caer
y tener que volver a levantarse es una constante. Y también es una cualidad de
valor inestimable en nuestra vida personal, pues nos va a permitir afrontar de
manera más adoptiva las dificultades, los duelos y las adversidades que inevitablemente se nos presentarán y, además, salir fortalecidos y “mejorados”
de dichas circunstancias.
Hay personas que parecen traer el optimismo y la
resiliencia de serie (pensamos en niños que se sobreponen estoicamente a
enfermedades, catástrofes y otras situaciones extremas), pero la mayoría
debemos aprender a encontrar el tesoro que se esconde bajo cada piedra con la
que tropezamos en el camino. Pero, ¿cómo conseguir ser una persona resistentes?
Pues lo cierto es que, pese a que aspectos como
tener una buena red familiar y social de apoyo ayudan a ser resistentes, una
vez más, la verdadera clave está en nuestros todopoderosos y omnipresentes
pensamientos. Es decir, si yo considero de entrada que “de todo, de aprender”,
que cada dificultad me plantea un reto que me brinda una oportunidad única de
generar nuevas habilidades o mejorar algunas que ya poseo y de conocerme más a
mí mismo; si sé ver mi vida en su conjunto y en perspectiva; si, pese al
sufrimiento que pueden generarle determinadas situaciones, sé descifrar y
exprimir el aprendizaje de vida que hay contenido en ellas. Si soy capaz de
pensarlo y sentirlo así, cuando pase la tormenta (que pasará), seré un marinero
más experto que antes de entrar en ella. Sentiré fortalecida mi confianza en mí
mismo y mi capacidad de hacer cosas y superar momentos difíciles en un futuro.
Podré, como los materiales, absorber la energía del golpe, y me sentiré
vencedor de la situación y de la vida misma.
Las personas poco resilientes, por contra, no ven
tal oportunidad y se quedan estancados en el evento traumático o estresante,
como pueda ser una búsqueda de empleo frustrada (y frustrarte), y no pueden ubicarse
en la etapa siguiente.
Patada en el trasero.
Afortunadamente, dicen los expertos, la mayoría de
nosotros hemos tenido esta experiencia de crecimiento descrita anteriormente.
El hecho de que yo aprenda o no, lo que yo “saque” de esta situación es, como
en muchas otras cosas, una cuestión de enfoque o actitud, una actitud de
superación y trascendencia y diríamos que hasta de sentido del humor, para
considerar que “hasta una patada en el trasero te empuja hacia adelante”.
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