viernes, 19 de junio de 2015

Tú eliges la soledad, o la soledad te elige a ti... (Cuarta y última parte).

        Cuando la soledad afecta.

    Sin embargo, la soledad no deseada suele estar relacionada con emociones negativas que vienen motivadas por circunstancias que la persona no ha elegido.

    Cuando no se tiene vínculos con los demás o estos son superficiales, suelen aparecer sentimientos de tristeza que afectan el estado de ánimo y que disminuyen la motivación para relacionarse. Aislarse social mente no es, normalmente, un deseo. Hay personas que optan por no relacionarse en exceso pero desearían tener vínculos sociales satisfactorios, aunque algo les impide relacionarse con normalidad.

    Otro tipo de soledad, aunque pueda parecer algo contradictoria, es la de estar con otras personas pero con la sensación de no sentirse parte del grupo. Suele ocurrir cuando alguien se guarda para sí la información que le gustaría compartir con los demás. En muchas ocasiones es a la inversa los demás no quieren compartir información con la persona. Pero de algún modo no encuentra la forma de hacerlo.    Este es un tipo de soledad bastante frecuente porque no permite el goce de una relación íntima que aporte seguridad. Es habitual en personas que se guardan sus problemas para sí mismas, bien porque no tienen la suficiente confianza para compartirlo o porque les falta asertividad para hacer respetar sus puntos de vista.

    Compartir las emociones y los sentimientos y hacer partícipe a los demás de una parte de la intimidad personal fomenta los vínculos con los demás. Cuando se comparte con los demás algo más que compañía, el sentimiento de soledad disminuye en beneficio del bienestar social y psicológico.

    Los psicólogos consideran que alguien está sólo cuando no mantiene comunicación con otras personas o cuando percibe que sus relaciones sociales no son satisfactorias. Tres características definen la soledad:.

    Uno es el resultado de relaciones sociales deficientes, constituye una experiencia subjetiva, ya que uno puede estar solo sin sentirse solo o sentirse solo cuando se halla en grupo; y, por último, resulta desagradable puede llegar a generar angustia.

    Se puede definir la soledad como la diferencia entre el nivel de contacto social que deseamos y el que realmente alcanzamos. Por eso, resulta difícil establecer lo que es una persona "solitaria", porque yo este perfil depende en gran parte de lo que cada individuo considera como "estar solo".

    Sin embargo, sí existe un factor decisivo que determina la soledad real:. La calidad de las relaciones personales, y no su cantidad. La ausencia de familiares y amigos cercanos es, por eso, un hecho grave que puede afectar a la salud, advierten los investigadores.

    El tema ha cobrado enorme importancia, ya que tiene una alta incidencia. El 35% de la población de entre los 25 y 40 años vive sola. La soledad también se considera como uno de los posibles factores que causan otros desórdenes. Entre ellos depresión, suicidio, alcoholismo, fumadores compulsivos y graves problemas médicos, como las enfermedades cardiovasculares. También según los últimos estudios el sistema inmunológico se ve afectado por otros desórdenes.

    Somos seres sociales que necesitamos de los demás para hacernos a nosotros mismos. Y no sólo para cubrir nuestras necesidades de afecto y desarrollo personal, sino también para afianzar y revalidar nuestra autoestima, ya que ésta se genera cada día en la interrelación con las personas que nos rodean.

    Para que la vida tenga sentido todos necesitamos una estabilidad afectiva, lo que no significa que haya que tener pareja o vivir según modelos establecidos. Estar solo es bueno, y disfrutar de la propia soledad está muy bien, pero llega un punto en el que también necesitamos proyectar nuestras energías en proyectos para un bien común porque somos seres relacionales. La estabilidad afectiva nos permite confiar que somos aceptados por el grupo, que lo que somos y lo que hacemos está bien recibido, y eso nos da mucha libertad y tranquilidad.

    Es paradójico el hecho de que vivimos en sociedades masificadas y sin embargo a veces nos sentimos tremenda mente solos. Te puedes sentir solo en medio de una plaza inmensa, llena de personas, o comiendo en familia el día de Navidad. Pero este sentimiento no tiene que ver con el estar solo o no, sino con la proximidad que tienes con las personas. Una persona puede estar aislada, en un refugio de montaña, pero sentirse acompañada porque sabe que alguien piensa en ella, se preocupa, la quiere, y está pendiente de si las cosas le van bien o no. Hay que diferenciar entre la soledad física y la emocional.

    La soledad sociales la de quien apenas habla más que con su familia, sus compañeros de trabajo y sus vecinos, es una soledad muy común en este mundo que vivimos. No sentimos incapaces de contactar con un mínimo de confianza, con quienes nos rodean. Plantamos un muro a nuestro alrededor y vivimos el vacío que nosotros mismos creamos y que justificamos con planteamientos como "no me entienden", "cada vez que confías en alguien, te dan una puñalada". Si la soledad es deseada nada hay que objetar, aunque la situación entraña peligros; el ser humano es social por naturaleza y una red de amigos con la que compartir aficiones, preocupaciones y anhelos es un sentimiento difícilmente sustituible para asentar una vida feliz.

    Por naturaleza, somos criaturas sociales, y si bien, uno puede llegar a negarse a esta demanda en determinadas ocasiones, no puede vivir sin un contacto significativo con otras personas, por lo menos, con una sola persona. Ésa soledad no deseada puede convertirse en angustia, y si bien algunos se acostumbra a vivir solos....

Final del escrito, gracias, un abrazo fuerte....

    

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