miércoles, 17 de febrero de 2016

El buscador, del único y verdadero tiempo vivido...

El buscador, del único y verdadero tiempo vivido...
    

Un buscador es alguien que busca, no necesariamente alguien que encuentra. Tampoco es alguien que, necesariamente sabe qué es lo que está buscando.
    Esta es la historia de un hombre al que se podía definir como un buscador... Que es simplemente alguien para quien su vida es una búsqueda constante.
    Un día, el buscador sintió que debía ir hacia la ciudad. Él había aprendido a hacer caso riguroso a estas sensaciones que venían de un lugar desconocido en sí mismo, así que dejo todo y partió.
    Después de dos días caminando por los polvorientos caminos divisó, a lo lejos, la ciudad. Un poco antes de llegar al pueblo, una colina a la derecha del sendero le llamó mucho la atención.
    Estaba tapizada de un verde maravilloso y había un montón de árboles, pájaros y flores encantadores, la rodeaba por completo una especie de vallas pequeñas de madera lustrada.
    El portón de bronce lo invitaba a entrar. De pronto, sintió que olvidaba el pueblo y sucumbió ante la tentación de descansar por un momento en ese maravilloso lugar. El buscador atravesó el portón y empezó a caminar lentamente entre las piedras blancas que estaban distribuida como al azar, entre los árboles.
    Dejo que sus ojos se posaran como mariposas en cada detalle de este paraíso multicolor. Sus ojos eran los de un buscador, y quizás por eso descubrió, sobre una de las piedras, aquella inscripción...
    Abdul Tareg, vivió ocho años, seis meses, dos semanas y tres días se sobrecogió un poco al darse cuenta de que esa piedra no era simplemente una piedra, era una lápida.
    Sintió pena al pensar que un niño de tan corta edad estaba enterrado en ese lugar. Mirando a su alrededor el nombre se dio cuenta de que la piedra de al lado también tenía una inscripción. Se acercó a leerla, decía: Yamir Kalib, vivió cinco años, ocho meses y tres semanas.
    El buscador se sintió terriblemente conmovido. Este hermoso lugar era un cementerio y cada piedra, una tumba. Una por una, empezó a leer las lápidas. Todas tenían inscripciones similares: Un nombre y el tiempo de vida exacto del muerto.
    Pero lo que lo conectó con el espanto, fue comprobar que el que más tiempo había vivido no sobrepasaba apenas los 11 años... Embargado en un dolor terrible se sentó y se puso a llorar.
    El cuidador del cementerio, pasaba por allí y se acercó. Lo miró llorar por un rato en silencio y luego le preguntó si lloraba por algún familiar.
    No, ningún familiar dijo el buscador, ¿Qué pasa con este pueblo?, ¿Qué cosa tan terrible hay en esta ciudad? ¿Por qué tantos niños muertos enterrados en este lugar? ¿Cuál es la horrible maldición que pasa sobre esta gente, que los ha obligado a construir un cementerio para niños?
El anciano se sonrió y dijo:
    Puede usted serenarse. No hay tal maldición. Lo que pasa es que aquí tenemos una vieja costumbre. Le contaré.
    Cuando un joven cumple 15 años los padres le regalan una libreta, como esta que tengo aquí, colgando de mi cuello. Y es tradición entre nosotros que a partir de allí, cada vez que uno disfruta intensamente de algo, abre la libreta y anotas en ella:
A la izquierda, que fue lo disfrutado... A la derecha, cuánto tiempo duró el gozo.
Conoció a su novia, y se enamoró de ella.
¿Cuánto tiempo duro esa pasión enorme y el placer de conocerla? ¿Una semana? ¿Dos? ¿Tres semanas y media?...
Y después... La emoción del primer beso, el placer maravilloso del primer beso. 
¿Cuánto duró? ¿El minuto y medio del beso? ¿Dos días? ¿Una semana?...
¿Y el embarazo o el nacimiento del primer hijo?
¿Y el casamiento de los amigos?
¿Y el viaje más deseado?
¿Y el encuentro con el hermano que vuelve de otro país lejano?
¿Cuánto tiempo duró el disfrutar de esas situaciones?
¿Horas? ¿Días?...
Así... Vamos anotando en la libreta cada momento que disfrutamos de cada momento.
Cuando alguien se muere, es nuestra costumbre, abre su libreta y sumar el tiempo de lo disfrutado, para escribirlo sobre la tumba, porque ese es, para nosotros, el único y verdadero tiempo vivido.




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