Las heridas emocionales, de la infancia, que
persisten cuando somos adultos.
Los problemas vividos en la infancia dejan heridas emocionales que vaticinan cómo será nuestra
calidad de vida cuando seamos adultos. Además,
estos pueden influir significativamente en como nuestros niños de hoy actuarán
mañana y en como nosotros, por otro lado, afrontaremos las adversidades.
Así, de alguna
forma, a partir de estas heridas emocionales o experiencias dolorosas de la
infancia, conformaremos una parte de nuestra personalidad. Veamos a
continuación cuáles son nuestras heridas definidas por Lisa Bourbeau…
1- El miedo al abandono
La soledad es el peor enemigo de quien vivió el abandono en su infancia. Habrá una constante vigilancia hacia esta
carencia, lo que ocasionará que quien la haya padecido abandone a sus parejas y
a sus proyectos de forma temprana, por temor a ser ella la abandonada. Sería
algo así como “te dejo antes
de que tú me dejes a mí”, “nadie me apoya, no estoy dispuesto a soportar esto”,
“si te vas, no vuelvas…”.
Las personas que han tenido las heridas emocionales del abandono en la
infancia, tendrán que trabajar con su miedo a la soledad, su
temor a ser rechazadas y las barreras invisibles al contacto físico.
La herida causada
por el abandono no es fácil de curar. Así, tú mismo serás consciente de que ha
comenzado a cicatrizar cuando el temor a los momentos de soledad desaparezca y
en ellos empiece a fluir un diálogo interior positivo y esperanzador.
2- El miedo al rechazo
El miedo al rechazo es una de las heridas emocionales más profundas, pues implica el rechazo de nuestro interior. Con
interior nos referimos a nuestras vivencias, a nuestros pensamientos y a
nuestros sentimientos.
En su aparición pueden influir múltiples factores, tales como el rechazo de los progenitores, de la familia o de los iguales. Genera pensamientos de rechazo, de no ser deseado y de des calificación hacia uno mismo.
La persona que padece de miedo al rechazo no se siente merecedora de
afecto, ni de comprensión y se aísla en su vacío interior. Es probable que, si hemos sufrido esto en
nuestra infancia, seamos personas huidizas. Por
lo que debemos de trabajar nuestros temores, nuestros miedos internos y esas
situaciones que nos generan pánico.
Si es tu caso,
ocúpate de tu lugar, de arriesgar y de tomar decisiones por ti mismo. Cada vez
te molestará menos que la gente se aleje y no te tomarás como algo personal que
se olviden de ti en algún momento.
3- La humillación
Esta herida se genera cuando en su momento sentimos que los demás nos
desaprueban y nos critican. Podemos
generar estos problemas en nuestros niños diciéndoles que son torpes, malos o
unos pesados, así como aireando sus problemas ante los demás; esto destruye la autoestima infantil.
Las heridas emocionales de la humillación generan con frecuencia una personalidad
dependiente.
Además, podemos haber aprendido a ser “tiranos” y egoístas como un mecanismo de
defensa, e incluso a humillar a los demás como escudo protector.
Haber sufrido este
tipo de experiencias requiere que trabajemos nuestra independencia, nuestra
libertad, la comprensión de nuestras necesidades y temores, así como nuestras
prioridades.
4-La
traición o el miedo a confiar
Surge cuando el
niño se ha sentido traicionado por alguno de sus padres principalmente, no
cumpliendo sus promesas. Esto genera una desconfianza que se puede transformar
en envidia y
otros sentimientos negativos, por no sentirse merecedor de lo prometido y de lo
que otros tienen.
Haber padecido una traición en la infancia construye personas
controladoras y que quieren tenerlo todo atado y reatado. Si has padecido estos problemas en la
infancia, es probable que sientas la necesidad de ejercer cierto control sobre
los demás, lo que frecuentemente se justifica con un carácter fuerte.
Estas personas
suelen confirmar sus errores por su forma de actuar. Sanar las heridas
emocionales de la traición requiere trabajar la paciencia, la tolerancia y el
saber vivir, así como aprender a estar solo y a delegar responsabilidades.
5- La injusticia
La injusticia como herida emocional se origina en un entorno en el que
los cuidadores principales son fríos y autoritarios. En
la infancia, una exigencia en demasía y que sobrepase los límites generará
sentimientos de ineficacia y de inutilidad, tanto en la niñez como en la edad
adulta.
Las consecuencias directas de la injusticia en la conducta de quien lo
padece será la rigidez,
pues estas personas intentan ser muy importantes y adquirir un gran poder.
Además, es probable se haya creado un fanatismo por el orden y el perfeccionismo, así como la incapacidad para tomar
decisiones con seguridad.
Requiere trabajar
la desconfianza y la rigidez mental, generando la mayor flexibilidad posible y
permitiéndose confiar en los demás.
Ahora que ya
conocemos las cinco heridas del alma que pueden afectar a nuestro bienestar, a
nuestra salud y a nuestra capacidad para desarrollarnos como personas, podemos comenzar a sanarlas.
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