El mecanismo de estar enojado y como se proyecta.
En distintos libros y artículos de salud
emocional encontramos muchas veces, repetida de diferentes maneras, la idea de
que en realidad "nunca estamos enojados por la razón que creemos".
Sin embargo, cada vez que nos enojamos
"sabemos" con absoluta claridad con quien estamos enojados y
exactamente por qué motivo.
Esta aparente confusión se aclara cuando
comprendemos el mecanismo de la proyección.
Pero aún si sabemos de antemano cómo funciona
el mecanismo de la proyección, realmente nos enojamos, cuando nos sentimos
profundamente afectados por una persona o por una situación, nos resulta muy
difícil aceptar esta explicación y tendemos a "olvidar la". Inclusive
si en esos momentos alguien nos la recuerda, tal vez nos sintamos inclinados a
creer que no se aplica esa situación en particular, que estamos frente a algo
así como una excepción.
La interpretación de la cual es la verdadera
causa del dolor que experimentamos durante un conflicto, es una tarea
exclusivamente personal.
A veces otras personas (un terapeuta,
trabajador social, un consejero de familia o espiritual) pueden ayudarnos con
una interpretación aceptada o adecuada, pero esas ayudas nos serán de utilidad
sólo si nos conduce a una comprensión personal acerca de la verdadera causa de
nuestro malestar. Con esta salvedad y sólo como una guía muy general para
tratar de interpretar correctamente que rasgo nuestro nos está mostrando una
determinada situación externa, te propongo una sencilla clasificación.
Se trata de tres formas muy frecuentes que
adopta el mecanismo de la proyección para "ocultarnos" alguna
característica nuestra que aún no hemos podido aceptar.
* 1. Con frecuencia encontramos especialmente desagradables
algunos rasgos de la personalidad de otra persona que también podemos observar
en nosotros.
Por ejemplo; si somos impuntuales y esa es una
característica nuestra que nos disgusta o nos avergüenza, tal vez también nos
moleste mucho ver ese "defecto" en los demás.
* 2. A veces las características de otras personas que nos
disgusta exageradamente no son rasgos de nuestra personalidad. De hecho, nunca
y bajo ninguna circunstancia nos permitamos actuar de esa manera "tan
desagradable".
Bien, probablemente si se trate de una
característica nuestra, pero de una que hemos reprimido, tal vez como
estrategia defensiva durante el proceso de educación, si nos resultó muy
estricto.
Por ejemplo; los padres de hoy que se enoja por los desordenados
que son sus hijos adolescentes, educados en un entorno más tolerante. Sin lugar
a duda hay rasgos de la personalidad que efectivamente son valiosos y que
ciertamente es conveniente tener. Así, es preferible que seamos ordenados,
responsables, honestos o generosos, antes que desordenados, irresponsables,
deshonestos o egoístas.
Pero sólo si hemos podido desarrollar una
determinada cualidad, a lo largo de un proceso de maduración o crecimiento,
podemos realmente considerarla nuestra y ser indiferente a lo que hagan los
demás. No si la adoptamos por temor.
* 3. Por último, solemos ser especialmente susceptibles a
ciertas formas de trato desconsiderado o de maltrato. En estos casos es muy
probable que estemos siendo tratados exactamente de la misma manera en que nos
tratamos habitualmente a nosotros mismos. Y lo que el enojo que sentimos hacia
el otro pretende ocultar es el profundo malestar que nos causa la falta de una
relación sana y amorosa con nosotros mismos.
Finalmente, para terminar este capítulo con
una visión positiva y optimista (y para hacernos justicia a nosotros mismos),
también es cierto que lo que vemos bueno y de agradable en "el
exterior", es decir, en las situaciones que nos toca vivir y en nuestras
relaciones con los demás, lo bueno y lo agradable que vemos cada día, eso
también es un fiel reflejo de nuestro mundo interior. Y en la medida en que
vayamos conociéndonos, aceptándonos y queriéndonos más y más profundamente, así
también irán mejorando nuestra interpretación de la realidad.
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