Las buenas relaciones con tus hijos
adolescentes
Muchos adolescentes tienen relaciones
fabulosas con sus padres y los conflictos de la convivencia se solucionan con
comprensión y entendimiento
Se piensa que la etapa de la crianza, la
del comienzo es dura. Y en cierto modo así es. Sin embargo, lo
más difícil viene después. Los primeros años son duros en cuanto a
cansancio físico, los niños duermen a su ritmo (que no suele ser el que los
padres quieren), las rabietas, que si no comen, que si no se quieren despegar
de los adultos, que si tememos por si no se adaptan a la escuela… Infinidad de
temas que los que son padres saben y conocen al dedillo.
No obstante, a
partir de los doce años, a veces antes, en ocasiones más tarde, los
niños comienzan a despegar de
una manera increíble y empiezan su camino a ser personas adultas. Abandonan la
infancia, dejan de ser «nuestros bebés» y aunque es ley de vida y ofrece muchas
satisfacciones verlos crecer, no siempre es fácil adaptarse a esta nueva etapa.
Los expertos lo tienen claro: lo que se
haga de niños, es lo que saldrá a la luz entrando en la adolescencia. Las
tendencias actuales inciden mucho en desterrar los comportamientos autoritarios del porque yo lo digo y la terrible
«bofetada a tiempo» porque no se consigue nada, bueno, sí, lo contrario a lo
que se desea.
Azucena
Caballero, docente y cofundadora de la Pedagogía Blanca —una nueva
corriente que impulsa la crianza basada en el respeto y con una educación
carente de gritos—, explica cómo lograr una mejor relación padres-hijos
adolescentes.
—¿Por qué la adolescencia genera tantos
conflictos entre padres en hijos?
—No genera conflictos necesariamente,
muchos adolescentes tienen relaciones fabulosas con sus padres y los conflictos
que surgen en la convivencia se solucionan con comprensión y entendimiento
mutuos. De hecho, la adolescencia, en todo caso, lo que saca a relucir son conflictos tapados, silenciados y mal
gestionados a lo largo de la
infancia. Cuando al llegar a la adolescencia, etapa en la que el ser humano
necesita reafirmarse la relación no ha podido construirse con mutuo respeto y
confianza, empiezan a haber conflictos, porque los hijos se dan cuenta de que sus padres no son infalibles, y
que no siempre opinan como ellos. Cuando los hijos desean empezar a
independizarse y tomar sus decisiones, si la base en la infancia no fueron
grandes y sólidos pilares de confianza, honestidad y respeto mutuo, ahora se
resquebrajan.
—¿En qué se tiene que basar una buena
relación de respeto mutuo entre padres y adolescentes?
—Una buena relación entre padres y
adolescentes se debe basar en auténtica comunicación, en escuchar mucho, hablar
mucho, observar y acompañar. Conversar sin de meritar las opiniones del
adolescente, sin penalizarlo si
lo que dice nos parece ridículo. Si escuchas a tu hijo, te tomas tiempo para
debatir con él, y le tratas con, como mínimo el mismo respeto con el que
tratarías a tu mejor amigo, la relación fluirá con facilidad, confianza y
cariño. Y en esta etapa necesitan mucho acompañamiento, que les animemos a
sacar lo mejor de sí mismos, que sepan que son valiosos y que nos importan
mucho, y sobretodo que les aceptamos tal y como son.
—¿A qué conlleva tener unos padres
autoritarios?
—A hijos desconfiados, inseguros, con baja
autoestima, que obedecen por temor, no porque entiendan la importancia de
cumplir ciertas normas. Generan también rebeldía, ganas de liberarse, de
traspasar el límite como ejercicio de auto afirmación, aún en detrimento del
bienestar físico y/o emocional propio, y lo peor, personas que desarrollan
relaciones insanas con sus progenitores, que pueden degenerar en agresividad,
apatía, depresión… La autoridad ha de venir dada por la confianza y el respeto,
no por el castigo, el temor y la imposición arbitraria.
—¿Y los padres dialogantes?
—Tendrán una mejor relación con sus hijos y
una convivencia más apacible. En definitiva, generan hijos felices, conscientes
de su valor porque se les escucha y se les tiene en cuenta. Personas con mejor
autoestima y, por lo tanto, con mayor sentimiento de capacidad, de conciencia
de que sí pueden aportar mucho a los demás, y personas más activas e
involucradas en el bienestar social. Los adolescentes tienen ante ellos todas
las oportunidades de la vida, necesitan que confiemos, que les observemos y
alentemos para que desarrollen sus pasiones.
—¿Es bueno conocer a las amistades de
tus hijos? ¿Eso se llama interesarse o se llama entrometerse? ¿Dónde están los
límites?
—Es bueno, diría que imprescindible,
conocer a los amigos de tus hijos, tanto en la infancia como en la
adolescencia. Entrometerse es otra cosa, es mirar sus mensajes privados, leer
su diario o meternos en su teléfono, ya que todo ser humano tiene derecho a la
privacidad y la intimidad. Pero conocer a los amigos es necesario, tienes que
saber con qué personas va, con quienes se relaciona, a qué sitios va, etc. Te
va a permitir entender mejor las cosas que te cuente, y te va a dar mayor
tranquilidad.
También vas a poder ver si tu hijo necesita
consejo, o si hay algo que falla, ya que cuando tenemos un hijo que se
relaciona con lo que llamamos «malas compañías» es un síntoma de algo que no
funciona en su banco de recursos emocionales, y habrá que intentar ir a lo que
nuestro hijo siente a nivel primario y secundario para poder buscar una
solución. Las personas con quienes nuestros hijos se relacionan nos indican
muchas cosas sobre cómo están ellos, y en definitiva si son personas habituales
en la vida de nuestros hijos es lógico que se conviertan en personas habituales
en las nuestras.
—Situación
real: un niño de 13 años de repente quiere ir un viernes por la tarde a la
discoteca juvenil (donde no hay alcohol) pero los padres no quieren que vaya.
¿Qué maneras hay de resolver este conflicto?
—Lo mejor es sentarse juntos a hablar, y
que cada uno exponga sus motivos para querer ir y sus motivos para no querer
que vaya, y analizarlos. Muchas veces los padres no quieren que el hijo haga
algo por un miedo infundado, o por una percepción personal, pero no objetiva,
de lo que «está bien» a esa edad. Lo ideal es sentarse a negociar y ver si de
verdad consideran que es algo que no es bueno para su hijo, en ese caso, como responsables
del bienestar del menor, tendrán que negociar con él y explicarle que no va a
poder ir por esto, esto y esto, pero que sí podrá hacer otras cosas que sean
más adecuadas, o si al exponer todos los argumentos, ven que el niño es
responsable y confiable y que no es algo tan importante, pueden ser flexibles y
dejar que vaya.
Las normas han de ser pocas y lógicas y
siempre enfocadas al bienestar físico, emocional y moral del niño. Todo lo que
pueda ser algo arbitrario, que somos conscientes de que en cada casa es
diferente, es importante hablarle y negociarlo con nuestros hijos para que sea
algo consensuado, que se entienda y por lo tanto funcione.
—Pegar a los hijos como sistema
educativo. ¿pueden hacer surgir en la adolescencia esas consecuencias?
—Sí, normalmente es cuando sale, cuando nos
pasa factura.
—¿Qué hacer si descubrimos que nuestros
hijos con 13, 14 años están ya “fascinados» con amigos problemáticos? ¿Castigar
sin salir es aquí un límite válido?
—Castigar casi nunca sale bien. Es decir, si
de verdad quieren ver a esas personas las verán igual, porque saldrán para ir a
la escuela, para ir a otros sitios, se pasarán mensajes mediante amigos
comunes, y al final nos engañarán, nos mentirán como solución. Lo mejor es
hablar con ellos, que nos cuenten lo que ellos ven en esas personas, para
detectar cuales son las carencias que nuestros hijos quieren suplir al
acercarse a esas personas, y así poder ayudarles. También tenemos que estar
abiertos a mirar si de verdad, es alguien problemático o si solo lo parece por
una situación desafortunada que en realidad es algo puntual.
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