sábado, 10 de octubre de 2015

El anciano y sólo un café...

    Una breve historia de un anciano y sólo un café...

    Se muestra una gran enseñanza, para poder explicar la perseverancia...

    Cada tarde, en la mesa del fondo, el viejo profesor se sienta a suspirar. Muy solemnemente, saca su libreta de apuntes, se coloca sus lentes, pide un café solo y espera.

    "Es extraño", comentan los camareros. No entienden tanta ceremonia para quedarse, como quien dice, mirando al techo, los ojos muertos detrás de las gafas, las piernas cruzadas, las manos mudas, aquella página en blanco en la espera de un nuevo verso.

    Pero, fuera de eso, nada pasa. Consumido el café, y las horas, e incluso la paciencia de quien se atreve a observarlo, buscando un movimiento que indique que aún respira, cuando ya las farolas esparcen su triste luz sobre los charcos, el hombre deja unas monedas sobre la mesa, se coloca su sombrero y se marcha sin ningún adiós si uno no está atento, es difícil identificar el momento que éste salió. Ni siquiera se puede estar seguro de que esa tarde en concreto alguien lo haya visto, tan arraigada está su imagen al local, su sombra en los rincones. Pero seguro que si, ha venido. No tiene sentido, a estas alturas, romper con la costumbre.

    Pero un día de lluvia persistente se mostraba tras los cristales y el anciano no sé ánimo a salir, y cambia de repente su actitud pensativa y, contra todo pronóstico, empieza a garabatear algunas palabras. Cualquiera podía haber cronometrado y establecido el ritmo exacto de su mirada, versos y ausencia. Cuando dio por concluida la escritura, y a pesar de la lluvia, el anciano pagó su café, se colocó el sombrero y se tiró a la calle con paso corto y orgulloso.

    Desde entonces, con el sol o vientos, el anciano repetía el rito de siempre, de sacar su libreta, colocarse las gafas y pedir sólo un café, y ahora añadía la vigilancia atenta del entorno a la espera de lo que algunos llaman genio y otros inspiración, y que había de desembocar indefectiblemente en el más profundo y perpetuo poema.

    ¡Ya decía yo que ese hombre era un artista!... Comentar un mesero..

    En el mes de agosto el café cierra sus puertas. El calor invade las calles y el dueño se marcha de vacaciones al norte, a donde quizás nunca había ido, con esa clientela de personas de bajos recursos que lo frecuentaban. "Tanto sacrificio para nada". Porque, además, el café, que tomó su nombre del célebre porteño para seguir su fama, nada tiene que ver con aquel, y sólo lo visitan unos viejos decrépitos, a punto de expirar en el momento más inoportuno. Quién sabe si cualquier tarde, delante del resto de los clientes. "Con la mala impresión que eso puede causar".

    Por eso, para el mes de septiembre, no se extraña en lo más mínimo al viejo profesor porque no aparece. "Se da por la calor que no viene". Pobre hombre.

    La mesa del fondo se queda vacía, por respeto, unas semanas desocupada, hasta que todo vuelve a la normalidad y algún intrépido se atreve a sentarse en ella. Diciendo esto no tiene sentido.... "El muerto al hoyo...".

    Justo para el mes de noviembre empiezan las lluvias. Éste año se retrasaron los cristales se empañan y el suelo se siembra de serrín, y el tope de la barra se enfría y los clientes piden chocolate caliente en lugar de cervezas. Al a la trastienda, el camarero más antiguo se para en seco. "No puede ser", porque en la mesa del fondo se sienta el anciano profesor, y ya que no suspira. En su lugar luce una sonrisa impropia de su edad y su talento. "Me alegro de verle por aquí. Hace tiempo que no viene". En realidad anda pensando "ya lo daban por muerto".

    El anciano pide el café solo, se quita el sombrero, se coloca los lentes y saca algo que no es una libreta, ni un lápiz con lo que escribía sus pensamientos. En su lugar, como por arte de magia, el hombre ha dejado, a la vista de todos, un libro de fondo negro y letras doradas con una ilustración en el centro donde todos distinguen la puerta batiente del café... En su título decía:. Poemario del café, en honor a la lluvia.

    Tomo su café, se levantó, colocó su sombrero. Sin que nadie se percatara salió a la calle...

    Enseñanza, perseverar....


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