¿Dónde está tu vergüenza... se perdió?... (Primera parte).
"Tenemos que proceder de tal manera que no nos sonrojemos ante nosotros mismos".
¿Dónde está tu vergüenza... se perdió?.
La vergüenza es una emoción tan intensa como incómoda. Nos asalta en las situaciones más comprometidas, especialmente en momentos de potencial ridículo o humillación. Inoportuna y traicionera, nos delata tiñendo de rojo nuestras mejillas, acelerando los latidos de nuestro corazón y haciendo temblar nuestra voz.
Todos hemos sentido alguna vez los efectos de su venenoso aguijón. Y aunque no solemos hablar de ella, puede influir de manera determinante en nuestro comportamiento, y en nuestra actitud y en la calidad de nuestras relaciones.
No en vano, en su nombre nos convertimos en esclavos de la inseguridad, lo que nos lleva a buscar, ya sea consciente o inconscientemente, el respeto, la validación y la valoración de los demás.
¿Cuántas veces nos comportamos como "se supone" que tenemos que hacerlo simplemente para no enfrentarnos al juicio de quienes nos rodean?.
¿Cuántas veces nos callamos para evitar compartir una opinión contraria a la de la mayoría?.
¿Cuántas veces compramos un artículo en una tienda únicamente porque el vendedor se ha tomado la molestia de mostrarnos varios productos?.
Posiblemente, más de las que nos gustaría. Es uno de los efectos más comunes del "miedo al ridículo", una plaga visible que a menudo azota nuestras vidas.
Así, en demasiadas ocasiones anteponemos lo que "deberíamos" decir o hacer en aquello que verdaderamente hiciéramos decir o hacer. Y es que la perversa trampa de la vergüenza es que nos impide vivir desde la autenticidad y mostrarnos tal como somos. De ahí la importancia de comprender cómo se desencadena, para qué sirve y, sobre todo, de que manera podemos regular esta emoción...
Continuara...
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