miércoles, 2 de septiembre de 2015

Ningún adiós es fácil...

    Ningún adiós es fácil, no es sencillo recibirlo y nunca hay suficiente tiempo para reunir las palabras precisas, para comunicarlo a quien nos acompaño por un tiempo.

    Por más lleno de piedad o ternura siempre está el dolor presente como fiel guardián, garantizando que alguno de los dos sufra de manera extrema y sea llevado hasta el precipicio de la locura, donde lo único que se ve es la desesperanza, desolación, noches de llanto y llenas de dolor.

    Por más suaves que sean las palabras del adiós, aunque a cada tilde se le adornara con una flor, un vocablo por un regalo o abrazo por un chocolate, el daño es garantizado. No hay explicación, sólo es como una sentencia leída por un juez y "desde hoy sufridas y no te acompañaré más".

    El sentido de pertenencia desarrollado hacia el otro, el te quiero y, el té amó como contratos, las ganas de no ser abandonados, la felicidad puesta en el otro se va y, nosotros no tenemos argumentos con que retenerla. Podemos estar disponibles sexualmente, afectiva mente, llamar en los momentos de dificultad, volver a los detalles, que al inicio hicieron a esa persona fijarse en nosotros, alejarnos, intentar fórmulas dichas por los amigos, por los libros de psicología barata, consultar libros sagrados, y ni así lograremos evitar que ese adiós se ejecute, un paso tras otro, hasta hacernos comprender que nos hemos quedado solos, amando solos.

    Nos acompañaran durante mucho tiempo las canciones, los amigos olvidados, uno que otro poema, los malos y los buenos consejos, las recaídas, el llanto, tratando de sacar afuera el dolor, la necesidad de su voz inicialmente, que pronuncié el contrato de regreso y luego sólo su voz, uno que otro amor furtivo hasta que por fin esa soledad se consolide, hasta que la pertenencia se pierda.

    Esta tarea de estar recibiendo y dando adioses no es fácil, hasta que por fin pasa uno de los dos acontecimientos, se nos adormece el corazón o nos volvemos complejos, y se nos pierde el sentido del amor, de cómo se siente, de cómo darlo o como recibirlo.

    Y sin quererlo también nos volvemos expertos en darlo, y en cuidar a los que los han recibido, ya sabemos que pasaran por la locura, las ganas de morirnos, la desesperación, las entregas al otro fallidas, y por último la sensatez y la aceptación; hay quienes lo viven más rápido o lo disimulan más rápido, la verdad aún no la sé, pero este por lo general es el proceso.

    Y en la manera de dar el adiós es variada, una es contundente, simplemente adiós y se dan sin mucha o alguna explicación; otra es la cobarde, simplemente se deja que se enfríe la relación y algunas son dolorosas, cuando por desdicha, nos vemos comparados con otros y vemos que fuimos engañados por mucho tiempo y que los labios de la persona amada, fueron compartidos con otra/o, que maldita mente se los ha venido robando.

    Hay quienes se toman el tiempo, para ayudar al otro a decir adiós, pero por más caritativa y loable que sea esta obra digna de santos (pues escuchar a alguien al borde de la locura, que no lo logra entender, por qué, y todo estaba bien, el adiós es inevitable) siempre terminan tomando posturas radicales para que el proceso termine.

    El adiós seguirá yendo y viniendo a nuestras vidas de diferentes formas, algunas veces lo pronunciaremos, otros lo dirán como la sentencia de muerte, otras veces será forzado por el destino, y sólo nos queda, hacernos tarde o temprano amigos de él, como de otros tantos vicios que tiene este ejercicio de seguir vivos...

    Gracias....

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