jueves, 10 de septiembre de 2015

Lo que la envidia esconde...

    La envidia tiene un sabor amargo.

    Nos asalta ante los éxitos ajenos y nos aprisiona en la cárcel de la insatisfacción.

    Se desata cuando sentimos que el otro posee algo que nosotros "deberíamos" tener. Aparece cuando vemos a alguien que lleva la vida que nosotros anhelamos, cuando ascienden a un compañero después de habernos esforzado para lograr ese puesto o cuando nuestra relación se hace aguas y nos topamos con una pareja de lo más acaramelada. Su perverso aguijón nos lleva a centrarnos en lo que son y tienen los demás, despreciando aquello que nosotros somos y tenemos.

    De ahí que siempre coloquemos a las personas que envidiamos en una posición de superioridad, bienestar y abundancia. Sin embargo lo único que conseguimos con ello es alimentar nuestra frustración y nuestra sensación de impotencia, que refuerzan la creencia de que nos falta algo que esa persona tiene.

    La envidia, es la madre del resentimiento, pone en evidencia nuestras carencias. Y nos arrastra a una espiral de malestar, rabia e impotencia que nos impide disfrutar de nuestra verdadera realidad.

    Así, centramos nuestro foco de atención en todo lo que consideramos negativo de nosotros mismos y de nuestra vida, dejando crecer nuestro miedo e inseguridades. Para romper este circulo venenoso debemos empezar por preguntarnos; ¿Qué hay detrás de nuestra envidia?. Si hacemos un ejercicio de honestidad, probablemente descubriremos que nos señala aquello que anhelamos desarrollar y construir en nuestra propia vida. Y en la mayoría de las ocasiones, está en nuestras manos comenzar a practicarlo. Pero, para lograrlo, debemos dejar de centrarnos en todo aquello que nos falta y empezar a valorar verdaderamente lo que somos.

        Víctimas y verdugos.

    "Nadie que confía en sí, envidia la virtud del otro".

    Cuenta una antigua historia que un picapedrero muy envidioso paso por la casa de un rico mercader. Quedó maravillado con el poder y las riquezas que tenía aquel señor, y ni corto ni perezoso, deseó convertirse en un hombre adinerado. La magia escucho su petición y le transformó. Así, el picapedrero se dedicó a disfrutar de todos los lujos y comodidades que el dinero le ofrecía.

    Llegó el verano, y el sol brillaba con fuerza en lo alto del cielo, inmutable ante la mirada del hombre de negocios en el que se había convertido el picapedrero. Agotado por el calor, y asombrado por el poder y la fuerza del astro rey, deseo ocupar su lugar. Dicho y hecho, por arte de magia se convirtió en el sol, y se dedicó a alumbrar el mundo entero. Pero de repente, una enorme nube negra se interpuso entre el y la tierra, impidiendo el paso de su luz. "¡Qué poderosa es esa nube de tormenta!", Pensó, "desearía ser nube". Y así sucedió.

    Descargó tormentas a lo largo y a lo ancho de todo el planeta, pero sentía que algo le faltaba. El viento le empujaba de aquí para allá, y al poco tiempo comenzó a envidiarlo. Deseo tener su fuerza y su libertad, y de repente se transformó en brisa. Soplaba y soplaba, y los árboles y casas cedían a su voluntad. Tan sólo había una cosa que no lograba mover;. Una enorme roca. "No hay nada más sólido y poderoso que esa gran piedra", pensó. "Desearía convertirme en una igual". Y así fue. Pero al cabo de poco tiempo, escucho el sonido de un martillo y un cincel que atravesaban su dura superficie a golpes. Sorprendido, se preguntó:. "¿Qué puede ser más poderoso que una roca?". Y cuando miró vio ante el, aún picapedrero...

        El paradigma de la abundancia.

    "Una demostración de envidia es un insulto a sí mismo".

    La envidia nunca tiene lo suficiente. Nos mantiene dentro de nuestra zona de comodidad, viviendo pendientes de la vida de los demás. De este modo, al perdernos en el laberinto de las comparaciones, evitamos asumir la responsabilidad de vivir nuestra propia vida. Pero esta situación acarrea efectos secundarios;. Amargura, apatía, tristeza que nos van destruyendo por dentro.

    Si aspiramos a trascender la envidia, tenemos que empezar por aceptarnos y confiar en nosotros mismos, dejando a un lado las estériles comparaciones para construir nuestra vida partiendo de nuestras propias percepciones y sentimientos. No en vano, nuestro mejor punto de referencia es, somos nosotros mismos.

    De ahí la importancia de liberarnos del paradigma de la escasez, reino de la envidia, y abrazar el paradigma de la abundancia. Al fin y al cabo.

    ¿Qué perdemos cuando a los demás les van bien las cosas?.

    Podemos decidir vivir lamentándonos por lo que nunca tendremos... o disfrutando de aquello con lo que contamos aquí y ahora.

    ¿Qué me quiere decir la envidia?.

    ¿Qué pierdo cuando a los demás les van bien las cosas?.

    ¿Qué gano haciendo comparaciones?.

    Gracias siempre para ustedes...

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