Como aprender a gestionar nuestras emociones. (Segunda y última parte).
Las emociones están para indicarnos algo, para hablar de cómo nos sentimos en función de estímulos o acontecimientos interiores o exteriores. Cuando sentimos pena y no hacemos más que darle vuelta al asunto, regodeando nos en nuestro sentimiento y estamos alimentándolo de forma irreal.
Tenemos que aprender a aceptar lo que sentimos y a dejar que haga su camino. Es básico no querer quedarse demasiado tiempo con una emoción.
Además de aceptar las emociones y de saber ponerle el nombre más justo en cada ocasión, es bueno que entendamos que la forma de reaccionar a cada emoción la decidiremos nosotros mismos.
Cuando nos ocurre algo que nos hace tener coraje podemos estar hablando de algo que nos molesta, de algo que nos preocupa, de algo que nos irrita, de algo que nos perturba, de algo que nos pone, pero muy muy indubitables... es por ello que cada una de estas situaciones necesitara una forma de comportarse diferente. Dentro de cada una de ellas podríamos añadir, un poco, mucho, algo, casi nada... Nos molesta un poco, nos molesta algo, nos molesta mucho... Cada una de estas sensaciones merece una reacción diferente.
Piensa si respondes de una forma distinta en función de cómo te moleste algo o de cómo te preocupes por algún tema. Si siempre reaccionas es que no tienes medidas tus reacciones, ni sabes gestionar tus emociones.
Un ejemplo es:. Tengo una amiga que se molestó con otra por una tontería que ninguna de ellas hubiera recordado al día siguiente, si su reacción hubiera sido otra. La amiga, que tenía derecho a estar, como mucho molesta, o preocupada, se lo tomó como si fuera una ofensa personal del grado de; lo que acabas de decirme es tan grave que mereces que se abra la tierra y te trague ahora mismo. En serio, no lo era. Pero como la persona que recibió la queja no sabía gestionar sus emociones, entendido que su amiga estaba con coraje hacia ella, que cuando alguien se enfada explota y ataca, por lo que decidió ponerse a la defensiva y explotar, atacando antes de que lo hiciera la otra.
En consecuencia, le dijo a su amiga, que sólo le reclamaba que la escuchara cuando le contaba las cosas, cosas tan fuerte y tan subidas de tono, que en ese mismo momento terminó su amistad. Tal vez si la persona que gritó, insultó, ofendió y amenazó, hubiera reflexionado y se hubiera disculpado al día siguiente, podrían haberlo arreglado, pero sí, que pensando que su reacción fue justificada; es lo que siempre hacen cuando se enfada o detecta enfado en alguien.
Si hubiera sabido gestionar sus emociones esta persona no habría perdido una amiga y habría sido capaz de darse cuenta que la equivocada y la desproporcionada era ella. En cambio, sigue con coraje con su amiga creyendo que la víctima fue ella. La gestión de las emociones evita cosas como estas, que seguro que todos les resulta muy familiar....
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