martes, 12 de mayo de 2015

Tienes que ser feliz... Para poder hacerte feliz.. (Tercera y última parte).

    Al fin y al cabo, ¿Qué es ser feliz?. Ser feliz significa vivir la vida sin miedo, aceptando la realidad tal como es y buscándole el verdadero y profundo sentido a lo que se surge paso a paso.

    Eso es, sin más, confiar en la vida y a la capacidad que cada uno tiene de aceptar la realidad... y mejorar en ella. Por el contrario, no aceptar la realidad y no ser capaz de encontrarle sentido a lo que en ella ocurre, nos hace sufrir. Y, aunque en la vida hay momentos de alegría y de sufrimiento a partes iguales, con sentido todo nos sirve para vivir y aprender, viviendo.

    Si uno no es capaz de encontrarle el sentido a lo que vive, siente como si todo estuviera en contra suya, impidiéndole sentirse feliz y, como consecuencia, compartir su felicidad con los demás. En ellos sólo ve amenazas y se siente vulnerable, así que cualquier circunstancia que aparece en su vida la vive como una adversidad.

    Así, demasiadas personas viven una vida a medias, atemorizadas ante lo nuevo o lo inesperado que llega y, por tanto, sin ser capaces de disfrutar de las oportunidades que la vida nos regala. El miedo genera miedo.

    ¿Cómo entonces se puede compartir así la felicidad?. De esta manera se comparten los miedos, recelos ante la vida y lo que nos une no es el amor, sino el miedo mutuo. Y, como se suele decir, o hay amor o hay miedo.. ambos no saben coexistir.

    Yo mismo tarde tal vez demasiados años en dejar de sentir miedo, los suficientes como para no sentirme feliz, ni compartir mi felicidad, ausente. Sobreviviría y me proponía firmemente buscar el lado positivo de lo que vivía, pero ni me gustaba mi realidad ni mucho menos era feliz en ella, pues bastaba cualquier acontecimiento imprevisto en mi vida para que, una vez más, me sintiera mal o desdichado.

    Seguramente nadie me enseñó mi derecho, y mi deber, porque no admitirlo, hacer feliz. Buscaba alguna felicidad sólo soñada... y siempre escapaba de mis manos, cuando creía encontrar la. Se trataba de un espejismo, una ilusión, inalcanzable. Llegué incluso a pensar que mi problema era no ser capaz de vivir la felicidad y que tal vez no merecía sentir la.

    ¿Qué se metió, y que pensaron los que sobre el papel me quería, en mi mente, cuando era niño y empezaba a vivir mi vida?

    Con un poco de esfuerzo y de resignación, con los años aprendí a vivir la realidad, relativamente bien, sin ella...

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