"Especial". Día de la madre.
Hoy en muchos países celebramos el día de la madre.
Como me decía una persona, "el día de la madre es cada día".
Y tenía razón, pero se me ocurre que todos somos hijos irremediablemente de una y no nos preguntamos nunca que esperábamos realmente de nuestra madre...
Seguramente si me hubieran preguntado que esperaba yo de mi madre, le habría contestado que AMOR, amor a ella misma y amor hacia sus hijos. Posiblemente estaríamos todos de acuerdo que nuestra madre no nos negó su amor puro e incondicional, ni su innata vinculación con nuestra alma.
Pero es posible que, lo supiera manifestar o no, no siempre nos lo dijo gracias al amor a sí misma. Quizás asumió su rol de madre, sin quererse ha ella misma primero... Y recuerda, nadie puede dar lo que no tiene...
Amarse a ella misma va más allá de los cuidados que tiene cualquier madre con sus hijos. Mucho más allá de la preocupación permanente por sus queridos hijos. Para saber amar, tal vez sea necesario amarse a sí mismo antes. Amarse a uno mismo tiene que ver con la humana necesidad de luchar por una vida mejor y por la felicidad. Ser capaz de ser feliz, para luego ser capaz de mostrar la felicidad a sus hijos, aunque éste tenga su propio camino hacia la felicidad.
Un hijo no es, ni puede ser nunca, una posesión exclusiva y excluyente, ni el sustituto necesario de la carencia de amor. Tampoco debe ser como muchas madres creen, alguien de quien preocuparse. Preocuparse por alguien muchas veces enmascara la falta de confianza... y amar siempre es confiar.
Así como sufrir no es un síntoma inequívoco del amor, aunque alguien parece habernos lo enseñado desde niños. Quizás son esas lecciones que muchas madres nos dieron junto a la leche templada y con cariño...
La verdad es que un hijo necesita amor, nada más que eso. No concesiones, ni mimos gratuitos, ni un único e infalible camino hacia la felicidad... o, lamentablemente, otras muchas veces hacia la infelicidad. Un niño nace feliz, por definición, y aprende de lo que ve, siente y vive, sin modelos, ni discursos, ni referentes ajenos, que le lleven hacia la felicidad.
Esos son sólo escenarios que favorecen o no a la felicidad de un niño. A mi, la verdad, me hubiera gustado que mi madre me dejara como patrimonio de su alegría, su tesón hacia su propia felicidad, en vez de dejarme ese amargo sabor de boca de una infelicidad camuflada bajo la maternidad y el miedo, con todas sus carencias, desengaños o flaquezas.
La maternidad es un privilegio de la mujer...y no su perpetua condena para sentirse solo útil o un único sentido pleno, pero incompleto, de su vida.
Como siempre ocurre en la vida, las cosas depende del sentido que le demos, en nuestro corazón. Un hijo puedes ser una gran oportunidad...o bien un castigo de por vida. Un hijo es la posibilidad de mirarnos a nosotros mismos cuando éramos niños y aprender cómo deberíamos volver a serlo,, algún día. Un hijo es un papel en blanco con el que compartimos una vida en la que todo está por hacer y llenar la de amor... o o bien un error más en nuestra vida gris, desdichada, y con miedo.
Felicidades a todas las mujeres, madres que tienen el privilegio y el valor de serlo, sentirlo y vivir lo así, aprendiendo cada día a ser buenas hijas... a la vez que enseña y aprenden junto a sus hijos a ser felices, compartiendo una mejor vida.
La mujer cuando es madre tiene la responsabilidad de criar buenos hijos y mejores seres humanos, para construir un mundo mejor....
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