Hay que vivir agradando a todos. ¿Porque?.
Todos, en algún momento, sentimos la necesidad de agradar y caer bien a ciertas personas, sobre todo cuando entramos en un círculo social diferente al nuestro que es habitual.
En un nuevo trabajo, un nuevo gimnasio o cuando conocemos a nuevos amigos, queremos caer bien para ser aceptados y poder formar parte del grupo, algo necesario para nuestra autoestima...
El problema surge cuando está necesidad de agradar nos hace traicionarnos a nosotros mismos, hacer cosas que van en contra de nuestros principios, que nos resulta humillante o incluso desaparecer y anularnos como persona.
Actuamos así porque dependemos emocionalmente del hecho de caer bien y agradar a los demás, para lograr que ellos tengan una buena opinión de nosotros.
Si cuando vas a una tienda, compras lo que sea, si el vendedor es un poco agresivo, o pides perdón y dices lo siento por todo, o cambias tus opiniones para que coincida con la de los demás y así evitar ser rechazado, tu necesidad de agradar es excesiva.
Lo más saludable desde el punto de vista psicológico es encontrar el equilibrio entre agradar a los demás y no traicionarnos a nosotros mismos.
¿Cómo se logra esto?.
En primer lugar, tomando conciencia de esa necesidad de agradar. Después, podemos ensayar la desaprobación para de sensibilizarnos a ella, buscando, dentro de unos límites racionales, la desaprobación de los demás, desde situaciones que nos cause menos ansiedad a aquellas que nos sea muy difícil superar.
Con la práctica, aprenderemos que la aprobación y la desaprobación de los demás es algo cotidiano y que no deberemos sobre estimar la primera y temer a la segunda.
También es importante aprender a expresar nuestras opiniones con seguridad, incluso arriesgándonos a ser contradichos. Evitar palabras como "supongo, imagino, pienso" y expresar hechos, siempre respetando al interlocutor, nos ayudará a, poco a poco, sentirnos más seguros de nuestras ideas, opiniones y sentimientos.
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