martes, 10 de febrero de 2015

San Valentín o día de la amistad, envueltas con el amor. (Segunda parte).

¿Amar sin amarse?

    Nos cuesta amar. Para muchos es el fin, pues les hace sentir bien con los demás.

    Pero demasiadas veces amor no significa saber recibir amor.

¡Aunque a veces lo parezca!

    Para amar, deberíamos antes sabernos amar, no se puede dar algo que no se tiene.

    Y amarse a uno mismo se verifica saber quién y cómo eres, qué deseas y luego compartirlo con alguien más. Cuesta decir que, si uno no se respeta, entiende y se quiere, difícilmente sabrá amar, de verdad.

    ¿Cuántas personas conoces que cumplen este requisito previo?. Amar y ser uno mismo no es siempre fácil ni cómodo. Seguramente el mayor esfuerzo sea romper esos viejos y artificiales montes que te han configurado tal como eres.

    ¿Sólo como crees ser, o te hicieron creer ser?. Amor es entrega, de lo que eres en realidad y no sólo de lo que pensaste siempre que era.

    Así, cuando descubres quién eres, empiezas a ser capaz de compartirte y compartirlo con los demás. Uno da lo que tiene y es... 

    ¿No es eso del amor?. Sin duda el amor es darse y dar al otro, pero sin dejar de ser uno mismo.

Ésa es la clave.

    Darse a cualquier precio, al mejor postor o a quien sólo recibe nuestro amor, es pan para hoy e infelicidad para mañana.

    Cuando, en cambio, amar es compartirse uno mismo, sacando lo mejor de uno mismo y recibiendo lo mismo a cambio, es amor. Y su síntoma más evidente es la felicidad de ambos.

    ¿Amar es hacer feliz al otro?

    Los que se sienten enamorados suelen afirmar que son felices haciendo que el otro sea feliz.

    Si, puede ser verdad, pero como suelo a firmar, demasiadas veces "me duele a mí la cabeza y te doy a ti la aspirina". Damos al otro lo que nos gusta recibir, pero muchas veces sin pararnos a pensar decía eso quedamos hace realmente feliz al otro.

    A veces deberemos aceptar que el otro tiene su propia manera de sentirse feliz, aunque tenga poco que ver con lo que a nosotros nos hace felices. Es más, para ir bien, cada uno de nosotros debería ser feliz por sí mismo, a pesar del otro, del ser amado.

    Eso contraviene una trampa usual, como es depender exclusivamente del otro para sentir nuestra felicidad.

    Como antes mencionábamos sobre el amor, es difícil ofrecer al otro algo que no tenemos. Cada ser humano debe intentar obtener la felicidad por sí mismo, y compartirla, por amor, con el otro. Y, a veces, amar al otro de verdad significa que halle su propio camino hacia la felicidad, aunque sea sin nosotros, y en todo caso, confiar. Porque amar es, entre otras cosas, confiar, en uno mismo y en el otro, el ser amado.

Continúa...

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